“Animal Kingdom”
EEUU
2016
Sinopsis (Página Oficial):
“Animal Kingdom” es un drama cargado de adrenalina protagonizado por la ganadora del Emmy y Tony Ellen Barkin metiéndose en la piel de la matriarca de una familia del sur de California cuyo estilo de vida excesivo es aprovisionado por sus actividades delictivas, con Scott Speedman como su segundo al mando. Shawn Hatosy, Ben Robson, Jake Weary y Finn Cole también se encuentran entre el reparto.
La serie creada por Jonathan Lisco llega a nuestras pantallas para integrar algunas fórmulas de la producción televisiva actual. Cierto es que los largometrajes se han impuesto como nuevo referente catódico, permitiendo su propio desarrollo una mejor articulación de cara a ‘estirar’ tramas y personajes amoldándose a un nuevo universo en constante desarrollo. En el caso del film homónimo de David Michôd, la materia prima puede suponer un elemento volátil teniendo en cuenta que el director y escritor australiano pulió una interesante mezcla de thriller criminal con un potente drama familiar en las aristas de la alegoría de una gran selva, donde depredadores (un clan) y cazadores (las fuerzas policiales) no dejaban margen de supervivencia a todo aquel que decidiera no elegir un definido bando. Si algo permanece en la memoria de todo cinéfilo respecto a la película de 2010 es la interpretación de Jacki Weaver como leona, madre y reina dentro de una original modulación de una gran villana. Precisamente Ellen Barkin trata de tomar el relevo y mando de una ficción que permite a Lisco centrarse de desarrollar múltiples focos dramáticos de esa gran y peligrosa familia cuya historia ya no tiene que quedar ligada a un metraje medido y definido para la gran pantalla. El principal escollo de “Animal Kingdom” pudiera ser su salto de continente y ciertas licencias audiovisuales cercanas a un espectáculo de MTV, como si toda esa profundidad y tenebrosidad dramática del film australiano se hubiera evaporado entre las olas de California y esos cuerpos depilados. Efectivamente aquí falta más pelo en pecho y personalidad aunque no todo está perdido al funcionar sobradamente como un thriller centrado en las maquinaciones de una familia criminal.
En la serie de Jonathan Lisco la mecánica familiar nos desvela que los miembros de la manada juegan duro, que no hay espacio para debilidad y la única vía para sobrevivir es afilando las garras y los colmillos, musculando el propio cuerpo a modo de escudo. Aquí también surge el papel de Smurf, la matriarca que desea manejar todos los hilos, que recae en esas contradicciones de su propio y original rol: dice a sus hijos y nieto que no se encuentran en una prisión pero estrecha un fuerte cerco de control de su manada, imprimiendo en su imagen cierta dulzura y control cuando su ira puede resultar terrible. He ahí el arte de la manipulación y el engaño, donde el depredador se viste con piel de cordero para asentar un margen de ilusoria confianza y luego está el propio rebaño, donde cada hijo trata de tomar el control del resto y un espacio vital fuera del yugo de poder de una matriarca de la que nada ni nadie puede escapar… con vida. Y no falta un reparto de roles grupales a tal efecto. Tenemos desde el macho alfa, hasta al que utiliza su inteligencia como aquel que esconde un inconfesable secreto (su homosexualidad) o a ese duelo conformado entre la oveja negra y ese nuevo miembro cuya madre toxicómana protegía de entrar en ese pernicioso círculo familiar.
Lisco tiene acceso a una potente estructura y mecánica familiar con una continuada espiral de cometer (nuevos) crímenes, para mantener y consolidar el excesivo ritmo de vida de la familia. Con ese material las parejas de los hijos aportan otras capas para ir conformando nuevos universos alrededor de ese intenso eje y, así, poder ir modulando numerosos cambios respecto a los ingredientes originales de la historia. De este modo, incluso la presencia policial parece una sombra alejada del foco de acción al comienzo de la serie; una amenaza presente pero no necesaria en la premisa. El entramado de suspense lo aportan los propios conflictos colaterales, la lucha interna e ilusoria por un poder que siempre está bajo el influjo de ese agujero negro que conforma la controladora matriarca. La serie de TNT cuenta con episodios dirigidos por el veterano John Wells (también presente en la producción) y trata de asentarse en su propio espectro ante el reino televisivo con otros dramas familiares criminales con elementos similares aunque no comparables (“Bloodline”, “Ray Donovan”) mientras que “Queen of the South” da la impresión de recrearse en su falsa pulpa telenovela para un acercamiento más turbio y crudo al narcotráfico. Es cierto que el espectador se posiciona con los escasos personajes agradables de “Animal Kingdom” y que muchas veces las parcelas más superficiales (sexo, drogas, bajas pasiones) son la materia prima de los escritores para impulsar el espectáculo, olvidándose de ese tono oscuro y amenazante que se respiraba en el film original. La serie, no obstante, tiene las estructuras familiares y personajes adecuados para hacer evolucionar una propuesta amparado en secretos, crímenes y, sobre todo, el arte de la manipulación. Pese a todo, la serie funciona de manera brillante cuando inspecciona en el pasado de los protagonistas, como cuando descubrimos, por ejemplo, el motivo del nombre de Smurf (Pitufo/a) en “Goddamn Animals” (1x07). Puede que mi personal reticencia a “Animal Kingdom”, al igual que me ocurre con “Bloodline” o “Ray Donovan”, sea que tras disfrutar con el clan de Tony Soprano cualquier otro acercamiento familiar me sepa a poco. Demasiado (y demasiado) a poco…
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