“Crazy Eyes”
Director: Adam Sherman
EEUU
2012
Sinopsis (Página Oficial):
Zach (Lukas Haas) parece estar viviendo el sueño de un soltero de oro en Hollywood: tiene una lujosa mansión situada en las colinas, números telefónicos de decenas de mujeres hermosas y un complicado y festivo estilo de vida con la complicidad de su amigo camarero, Dan (Jake Busey). Parece que nada puede atar a este padre divorciado hasta que conoce a Crazy Eyes (Madeline Zima), la única mujer que no puede tener. Mientras los dos se embarcan en una relación alimentada por alcohol y amor loco, los problemas familiares de Zach comienzan a tomar protagonismo, cuestionando si ese chico juerguista y perdido puede aceptar el reto y convertirse en un hombre.
No, no es un biopic de la protagonista de “Orange Is the New Black” sino una de las peores películas de 2012 para público y crítica. Protagonizada por Lukas Haas y Madeline Zima realmente no se sabe demasiado qué quiere ser “Crazy Eyes” aparte de un manido y un tanto desconcertante retrato sobre la madurez. La historia de un niño rico auto-destructivo no nos conduce ni a una conexión con “Californication” ni a un biopic alternativo de Charles Bukowski si hubiera sido millonario. Adam Sherman realmente narra la historia de un hombre que lo tiene todo pero que, realmente, no tiene nada… entre un espantoso y pretendido tono bucólico y una insoportable historia de amor que le convertirá a usted en Carlos Boyero tratando de terminar de ver sin dormirse un film iraní de 240 minutos de metraje sin apenas diálogos… No es un tema novedoso seguir los pasos y ver perderse a un protagonista en su auto-destrucción entre un contexto lujoso y/o cosmopolita, donde su vida personal se revuelve para que alcance un atisbo de redención. Su fracaso en su matrimonio y siendo un padre que realmente no sirve como inspiración a su hijo, dirige al personaje a un bucle y espiral de perdición y desafección por la vida, huyendo hacía el hedonismo más excesivo. Sofia Coppola ya nos ha contado esta película infinitas veces… e infinitas veces mejor.
Sherman nos avisa desde el comienzo que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, aunque es obvio que existen ecos reales en “Crazy Eyes”. No obstante, tampoco resulta una historia creíble o gratificante sino aburrida y sumamente intrascendente. Todo se reduce al trayecto hacia la resaca, hacia ese dolor interior y soledad en un mundo en el que Zach (Lukas Haas) se niega habitar hasta que llega la noche… siendo un vampiro de la sociedad. Después llega el contraste gracias a Crazy Eyes (Madeline Zima), el desfile de las mujeres de su vida, las personas que simplemente quieren a Zach por su dinero o por ser un idiota rico sin sentimientos. Tampoco Adam Sherman escarba demasiado en las obsesiones, limitándose a crisis risibles y lugares comunes en el ciclo de su protagonista, condenado a emborracharse y buscar sexo en la interminable agenda de números de su teléfono. La caída al vacío es obvio y su lucha frente a sus demonios, en especial contra su alcoholismo pero, al final, el conjunto se siente como el supuesto novio de Crazy Eyes: inexistente e inmaterial. Si al menos la película fuera un biopic de la protagonista de “Orange Is the New Black” en un universo alternativo o un sueño de la misma… otro gallo cantaría.
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