sábado, 4 de julio de 2015

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Bloodline: De paraísos y tormentas

Serie de TV
“Bloodline”
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

“Bloodline” es un thriller dramático que explora a los demonios que acechan bajo la superficie de una familia americana contemporánea. Los Rayburns son una familia trabajadora y pilares de su comunidad en Florida Keys. Pero cuando el hijo y oveja negra llega a casa por el 45 aniversario de sus padres amenaza con exponer los oscuros secretos de los Rayburns y su vergonzoso pasado, empujando a sus hermanos a los límites de la lealtad familiar.

Crítica Bastarda:

«Las cosas malas te siguen a todos lados, ¿no es cierto?»

“Bloodline” nos remite aRectifycomo confirmación de esa mirada ligada al cine independiente en formato capitular, donde los mecanismos de tensión y suspense son aplastados por conceptos dramáticos y familiares. Los personajes de la nueva serie de Netflix no son fáciles aunque sí la noción de contraponer un escenario idílico a esa gran tormenta interior que va creciendo y que promete no dejar supervivientes. Rápidamente nos presentan al clan de los Rayburn como una de las familias más destacadas y de mayor prestigio gracias a que los patriarcas son dueños de un hotel en los Cayos de Florida. Todo es alegre, idílico y perfecto… pero en un previo nos revelaron imágenes que finalmente encajan en un flashforward que irán desarrollando, en el que se irá desmigajando el precio que van a pagar por mantener esa sublime felicidad. Ya habíamos comprobando que la vida de esa familia está construida sobre mentiras y dramas personales, que la llegada de la oveja negra de esa tribu pone en evidencia el pecado que todos ellos cometieron en el pasado. Las apariencias engañan y en los trece capítulos que han conformado la primera temporada de “Bloodline” somos testigos de esa sucesión de acontecimientos que provocaron una herida que todavía no ha cicatrizado, que sigue abierta y sangrando cada vez que alguien la oprime. Interesa que los créditos inaugurales del show encajen en esa metáfora y progreso argumental de la ficción, que un paraíso sea puesto a prueba por el tiempo y una gran y monumental tormenta que amenace su permanencia… aunque finalmente acabe imponiéndose con un rojizo (y sangriento) paisaje de fondo. La amenaza ha sido vencida pero todo tiene un precio… y no es otro que un crimen terrible.


La llegada de Danny (Ben Mendelsohn), el eterno hijo mayor problemático y oveja negra, pone en jaque a los Rayburn. Su mera presencia recuerda al clan familiar la muerte de uno de sus miembros: Sarah. Todos fueron responsables indirectos del trágico accidente que acabó con su vida pero decidieron responsabilizar a Danny, convirtiéndolo en un paria, construyendo una gran mentira para poder seguir adelante sin importarles el ‘breaking bad’ que inició ese hermano excluido y expulsado de su paraíso artificial. Danny, algo trastornado y que ha arrastrado siempre el desastre con él, no está tampoco allí como víctima sino que desea destruir la reputación del clan, someterles a su misma medicina como venganza. Él es la tormenta… Esas cicatrices van a quedar de nuevo abiertas, revelando sangrantes heridas expuestas a esa atmósfera de suspense, tensión y misterio. La serie creada por Glenn Kessler, Todd A. Kessler y Daniel Zelman desea planificar sus mecanismos sobre un juego de narración que condense el pasado, presente y futuro para rehuir del tufo a telenovela familiar. Que la forma, en definitiva, oculte ese fondo estereotipado e incluso clásico, como si Tennessee Williams hubiera encontrado una vía de desarrollo en una novela negra y policíaca.


Los creadores de “Daños y perjuicios” basculan entre el thriller y el drama familiar noir para alternar ese discurso sobre los peligros respecto a las segundas oportunidades y la posibilidad de que la gente cambie. Esa crisis familiar siempre es retratada desde un prisma psicológico, como si en “Bloodline” importaran mucho más las capas de tragedia griega que ese trasfondo criminal que propone el show. Hay tráfico humano, de drogas, gente muy peligrosa, investigaciones federales y con Danny como epicentro de esa gran tormenta que promete arrastrar a toda su familia a la desaparición. «Les contaré todo. No es muy agradable. Pero es la verdad. Lo que le hicimos a nuestro hermano tuvimos que hacerlo. Por favor, no nos juzguen. No somos gente mala… pero hicimos algo terrible». Desde el primer episodio John Rayburn (Kyle Chandler), el hijo protector de la familia que trabaja para el sheriff del condado, se establece como narrador para ofrecernos ese punto de vista que va a obligar a los tres hermanos protagonistas a tomar una complicada decisión respecto a esa oveja negra que ha puesto en peligro la reputación del clan. La primera temporada de la serie de Netflix funciona como una miniserie aunque en su capítulo conclusivo dejan algunas previsibles tramas abiertas para su segunda y futura entrega: Danny también transmitió su legado y sangre para hacer que ese sentimiento de culpabilidad siga desestabilizando ese paradisíaco castillo de naipes construido por mentiras. ¿Hubiera funcionado mejor como un show limitado con un desenlace similar a Mystic Riverpara plasmar la hipocresía del sueño americano amparado en modelos familiares? Veremos si esa venidera temporada está a la altura de la presente, si esa matriarca interpretada por Sissy Spacek descubre todas las mentiras respecto a la muerte de su hijo y si la llegada de su nieto se convierte en esa gran tormenta que haga peligrar ese artificial paraíso en el que viven. 

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