Hemos llegado al sexto capítulo de la segunda temporada de “True Detective” y es el momento de comenzar a recopilar ese sentimiento de decepción que se ha ido formando alrededor del show de HBO. Una cuestión era la práctica imposibilidad de superar una joya como esa primera entrega que protagonizaron Matthew McConaughey y Woody Harrelson y otra, bien distinta, el ensañamiento al que se está viendo sometida una propuesta a la que únicamente se le puede acusar de estar construida sobre un discurso de desconexión. Ya las primeras reseñas publicadas, completamente mixtas, enfrentaban ese posicionamiento entre el amor y el odio aunque fueron sus títulos de crédito el objeto de esa síntesis y desunión. En apariencia, el tema de Leonard Cohen (‘Nervermind’) no encaja del todo con esas imágenes que conectan con la forma de la primera temporada de “True Detective” y que tampoco se ajusta en apariencia con el fondo. Incluso se han ido modificando los versos del tema episodio a episodio. Es cierto que Nic Pizzolatto quiere mantener el mal que es capaz de generar el ser humano como constante y vínculo, pero estos nuevos capítulos —que protagonizan Colin Farrell, Vince Vaughn, Rachel McAdams y Taylor Kitsch— nos habla sobre la mentira que ha construido la humanidad para sobrepasar a la naturaleza. Otro tema sobre el que reincide toda la obra es sobre un constante sentido de la paternidad, como si fuéramos aquello que también engendramos y, al mismo tiempo, de dónde venimos. La letra del tema de Cohen, por el contrario, da sentido a esa historia contada con hechos y mentiras, que propaga como cualquier guerra el derramamiento y la división. Esa pretendida desconexión sobre la que Pizzolatto ha dibujado sus libretos puede que haya causado un alejamiento de la propia audiencia frente a la historia enrevesada y esos personajes intoxicados por el mundo en el que habitan. En “Church in Ruins”, sexto episodio y antepenúltimo de la segunda temporada de “True Detective”, se alcanza otra gran culminación de una serie que no está tan perdida como otros apuntan.
En “Church in Ruins” vamos a ir desgranando más verdad sobre el asesinato de Ben Caspere y, evidentemente, esas fiestas de opulencia, gente poderosa, drogas y prostitutas. Sabemos que esos diamantes azules son una pista fundamental para dar un origen a todo… y todo tiene un origen. Si algo ha caracterizado a esta segunda temporada de “True Detective” ha sido su complicada digestión para la audiencia pero da la impresión de que estos últimos capítulos van a ser una recompensa para todos aquellos espectadores que hemos llegado hasta aquí. El clímax del capítulo difiere bastante del ofrecido, por ejemplo, en “Down Will Come” (2x04) y posiblemente en este punto se marca mejor el camino de evolución del show. O, mejor dicho y expresado, de aquello que se esperaba del show de HBO. El cierre del capítulo es sobresaliente. Los mecanismos de tensión se articulan con una banda sonora clásica (y orquestal), secuencias orgiásticas e imágenes delirantes para conectar con los traumas del pasado del personaje que interpreta Rachel McAdams. Mientras tanto, esa misión de infiltración también facilita más información de esa gran conspiración en la que los protagonistas han ido quedando atrapados cual tela de araña y, para concluir, se somete a un punto de giro en la investigación. Nic Pizzolatto se había apartado previamente de un tono de suspense y adrenalina con ramalazos oníricos, introduciéndonos en anteriores capítulos en un thriller noir que aunaba conceptos tanto de David Lynch como de James Ellroy. En “Church in Ruins” todo funciona perfectamente, como si los medios irregulares y discutidos previos justificaran este gran fin que está por venir. Es una pena que muchos espectadores huyeran tiempo atrás aunque tampoco se les puede culpar de haber abandonado una propuesta bastante complicada y arisca a muchos niveles. Vivimos en tiempos de inmediatez audiovisual, de 140 caracteres y constantes virales que están mutando de la era YouTube al gif mutado que propone Vine. Prueba de ello a nivel seriéfilo pudiera ser la cuarta temporada de “Homeland”, que pasó de la indiferencia a la reconciliación; del hype al bluff en cuestión de un season finale.
Teníamos pendiente el encuentro entre Frank y Ray, un culminante y encrespado diálogo con dos personajes apuntándose entre sí por debajo de la mesa. Es hora de un café y de poner las cartas sobre la misma. Frank ignoraba que su información fuera errada y fue el propio Ray aquel que tomó sus decisiones. Si existía una mala semilla que le apartara del buen camino siempre estuvo en su interior. Frank es conocedor que si Ray abre fuego será el fin de ambos. Jordan aparecerá al cierre de la secuencia también armada como ese as en la manga que garantizaba que Ray hubiera muerto si abría fuego en la cocina de la casa de Semyon. Pese a todo, ambos siguen trabajando juntos en el caso de Caspere, como si esa espera de confirmar las malas decisiones del pasado que les unió formara una tregua que ambos necesitan. Frank tiene que encontrar a Irina Rulfo mientras que Ray es fundamental para hallar el disco duro de Caspere. Ese punto de encuentro entre ambos ha quedado alejado de la investigación policial de Paul y Ani al servicio de Katherine Davis y sirve al guión para desarrollar ese oscuro mundo criminal que gobierna Vinci. “Church in Ruins” aprovecha para recopilar los conflictos sobre la paternidad y ese sentimiento de discordancia de Ray. Nunca existió una conexión ni física ni emocional entre el detective y ese pequeño que todo el universo da por sentado que no es su hijo. Frank y Jordan también visitan a la viuda de Stan y aquí ese sentimiento de paternidad aparece por parte del mafioso para consolar al hijo del difunto. Una visita supervisada revela a Ray esa verdad que se niega a creer y él mismo se enfrenta a la misma visitando al supuesto violador y padre de biológico de la criatura. Brutales amenazas aparte, es hora de redimirse dejándose caer al vacío, sumiéndose a las drogas y el alcohol, al éxtasis de la música y la soledad. Puede que uno de los elementos para defender esta controvertida temporada de “True Detective” sea la actuación de Colin Farrell y esa llamada a su ex esposa, para apartarse de su lucha de la custodia a cambio de ser siempre su padre, vuelve a demostrar que el actor irlandés desea redimirse tanto fuera como dentro de la pantalla. Descubriremos que Gena quería esa prueba de paternidad realmente para ella misma y esa eterna duda que quería despejar. Ella quería conocer la verdad, su verdad. Pero esa verdad pudiera destrozar al pequeño Chad y Ray lo sabe, como si irónicamente fuera su único punto en común con su hijo.
Las ramificaciones de la conspiración alrededor de Caspere son numerosas. No sabemos si el sheriff de Guerneville quiere el caso de ese sangriento cobertizo que hallaron Paul y Ani por motivos propios y ajenos. Katherine Davis sabe que las claves del caso giran alrededor de Vera Delvayo (¿o Machiado?) y esos diamantes azules que han desaparecido. La investigación de Paul le lleva a un joyero que revela que fueron robados en 1992 durante los disturbios de Rodney King. Un policía jubilado también nos da piezas fundamentales para entender que ese caso sin resolver provocó la muerte de un matrimonio mientras que sus dos hijos sobrevivieron aunque quedaron traumatizados. Los ladrones y asesinos llevaban máscaras… y los niños acabaron en el sistema de adopción. ¿Ya tenemos un leitmotiv sobre la venganza y esos otros sospechosos que hemos visto con una extraña cabeza de pájaro y un disfraz japonés? ¿Eran esos asesinos del crimen del 92 Caspere y Chessani y ahora esas víctimas buscan su peculiar vendetta? Otra de las conexiones fundamentales para el caso tiene nombre propio: Irena Ruffalo. Tras alguna tortura a un socio de Ledo Amarilla, Frank consigue una ubicación a modo de pista. Su sorpresa será encontrar allí a ese par de mexicanos con los que no quiso retomar sus negocios con Santos en el Lux Infinitum y, ahora, tendrá que buscar una vía de encuentro para un trato. Frank consigue una llamada de Irene y la pista de que un policía blanco y delgado le dio 500 dólares y esos bienes robados pudiera encauzar correctamente esa teoría de la conspiración para cerrar el caso de Caspere. Frank impulsa un encuentro físico con Irena para poder identificar a ese policía pero encontrará en su punto de reunión su cadáver degollado. Esa pareja de mexicanos no son tan tontos como parece ni se tomaron tan bien que Irena trabajara para la policía… La letra pequeña manda y nos quedamos con un Frank tocado no tanto por ese callejón sin salida para su investigación sino por las formas y modelos de ese mundo criminal del que forma parte en la actualidad.
En “Church in Ruins” la misión de infiltración de Ani en una de esas fiestas tan recurrentes y nombradas en esta temporada es el material primordial del capítulo. Un transpondedor en el zapato de Ani será fundamental para que Paul y Ray puedan seguir ese autobús en el que se sube junto a otras damas. Previamente vimos practicar a Ani con su cuchillo y esa secuencia no es casualidad tanto para mostrar la desconexión con su hermana como para revelarnos unos gestos de auto-defensa prácticamente instintivos que salvarán la vida de la detective. Todo aquello que contó su hermana se hará realidad: fuertes medidas de seguridad, recogida de bolsos… Parece que las fotos que sacó supuestamente Vera activaron otra clase de mecanismos para salvaguardar la identidad de esos hombres poderosos a los que veremos en esa mansión donde Ani y otras prostitutas son dejadas (a su suerte). Todas ellas serán obligadas a tomar una especie de droga en espray sobre sus gargantas mientras vemos Viagra servidas cual gominolas y todo tipo de drogas. Blake es el anfitrión de una fiesta orgiástica en el que no faltan ninguno de esos hombres poderosos a los hemos ido conociendo a lo largo de la temporada e incluso un arsenal de celebridades del mundo del porno para dar sentido al momento. Ani comienza a marearse debido a los efectos de la droga que tomó y el guión aprovecha para remarcar el trauma y conflicto que engendró el odio hacia los hombres por parte de la detective. Se nos insinúa que fue abusada sexualmente por un hombre con barba y aspecto hippie… aunque su problema actual es que parece que acabará en condiciones similares. Ani se recompone para ir al baño y vomitar en la bañera y dar el golpe de efecto que necesitaba el momento: la aparición de Vera inconsciente en el lugar. Ani tendrá que hacer frente a un hombre mayor que deseaba utilizar ‘sus servicios’ y de uno de los miembros de seguridad con un cuchillo del pan para que muera desangrado antes de que éste consiga estrangularla. La secuencia define perfectamente la tensión acumulada y los mecanismos que la generan. Mientras tanto Paul, respaldado por Ray, ve cómo McCandless y Osip hablan de negocios (y del propio Frank) para después coger esos preciados documentos del escritorio. Todos los personajes acaban juntos y escapando de esa mansión con los guardas disparando detrás de ellos… Tienen a Vera y esos papeles que vinculan a todos los hombres que allí se hallaban reunidos. Hay luna llena, hay serie.
P.D y apuntes:
☢ La referencia a “Friends” de Nic Pizzolatto por parte del no-hijo de Ray es un sketch, ¿verdad?
P.D y apuntes:
☢ La referencia a “Friends” de Nic Pizzolatto por parte del no-hijo de Ray es un sketch, ¿verdad?
☢ Por Twitter me han indicando la referencia directa a un cuadro de Edward Hopper en esa mencionada secuencia de la conversación entre Ray y su hijo. Curiosamente un usuario por Google Plus también señalaba los parecidos de uno de los fotogramas del capítulo “Other Lives” (2x05) con los del célebre pintor estadounidense. No es casualidad, en definitiva. No suele existir en esta serie.
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Hola..... En realidad, honestamente, creo que ya hubiera dejado de ver la serie si no es por tu critica que me ayuda a mantener ese hilo argumental tan delgado que maneja. Pero por mi parte lamento unirme a aquella facción que ni la odia ni la ama, pero que si ama a los personajes, por lo cual irá hasta el final por obligación. La sensación que me esta dejando esta serie me recuerda cuando leí El péndulo de Foucault de Humberto Eco, o Los versos satánicos de Salman Rushdie. Eran novelas lentas, densas y en ocasiones aparentemente deshilvanadas y lo peor era que cuando tomaban algo de ritmo (eso si muy buen ritmo) parecía que el mismo autor atentaba contra la obra llevándola de nuevo a la lentitud y exasperación. Esto me parece que pasa con T.D., demasiadas pistas, demasiados ángulos, ¿demasiados personajes para algo tan corto? y cuando ya esta terminando pareciera que faltaran dos temporadas para desenmarañar esa jungla de cemento, lo cual creo que disfrutaría con mayor tranquilidad porque sabría que esta era su característica, pero como no es así creo que el final va a ser un poco arrebatado. Ojala este equivocado.
ResponderEliminarLamento estar en desacuerdo con usted "Anónimo" Es que un producto televisivo se puede cocinar a fuego lento, pero no volverse algo confuso. Y es que de eso tiene mucho esta segunda temporada. Además el contar la historia de 4 personajes principales con cada uno metido en serios problemas, la volvió dispersa y más confusa aún. Una pena. True Detective en su primera temporada tampoco es que fuera la gran obra maestra que muchos piensan, pero si tenía algo a favor. El relato a pesar de la lentitud tenía magia, había algo perverso y oscuro rondando en el ambiente y eso la hizo adictiva. Y los dos protagonistas estaban maravillosamente delineados, se les amaba u odiaba, pero había empatía. Y aquí no hay nada de esto. Por eso dejé de verla y emplear mejor mi tiempo
ResponderEliminarCreo que no fui claro... pienso igual... me parece demasiado densa, lenta y con demasiados ángulos. Sin embargo me gustan sus personajes y por esto a regañadientes terminaré de verla. Ahora bien, si fuera una serie de 12, 16 capítulos hasta me aguantaría. Pero ya va en la recta final y aun no cuaja.
EliminarNo sé por qué pero el mexicano con sombrero negro me recuerda al cowboy de Mulholland Drive. Será cosa de sombreros digo yo.
ResponderEliminarSaludos!!.