domingo, 19 de julio de 2015

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Ant-Man: «Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente grande»

“Ant-Man”
Director: Peyton Reed
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

La próxima evolución del Universo Cinematográfico de Marvel trae a un miembro fundador de Los Vengadores a la gran pantalla por primera vez con la nueva película de Marvel, ‘Ant-Man’, cuando el experto ladrón Scott Lang debe aceptar su héroe interior y ayudar a su mentor, el Dr. Hank Pym, a proteger el secreto detrás del espectacular traje de Ant-Man de una nueva generación de enormes amenazas.

Crítica Bastarda:

Da la impresión de que el cine comercial se ha convertido en un gran poder que maneja invisibles hilos directos hacia millones de antenas de ‘insectos eusociales’. Somos hormigas atrapadas en esa gran marabunta que forma el gran público que acude en masa a disfrutar de blockbusters anunciados con mastodónticos fuegos (de artificio y) artificiales. “Ant-Man”, film que cierra la ‘Fase 2’ del Universo cinematográfico de Marvel, ha desatado por el contrario distintas y contrarias corrientes, como si no quedara claro el rumbo a seguir de esa colmena que se estimula por trailers y guiones filtrados y todo tipo de material mediático que determina los trending topics y virales de la red generalmente con fecha de caducidad. ¿Es el principio del fin o el comienzo de una ya constatada revolución? La realidad es que la cinta de Peyton Reed quedó marcada tras el abandono del proyecto de Edgar Wright y el dardo envenenado de Joss Whedon: «Creo que el guion no sólo era el mejor que ha tenido Marvel nunca, sino también que era el guion más Marvel que he leído». El nuevo y reformado libreto de Adam McKay y el propio Paul Rudd parece que mantiene cierta fidelidad en el espíritu —incluso Reed ha declarado que las aportaciones más destacadas y originales son de Wright y Joe Cornish— pero desprende que gran parte del fondo ha sido reconvertido por ese conglomerado palomitero; por esa lucha en reivindicar cierta independencia autoral frente a un gran bloque de pirotecnia con carácter episódico e intranscendencia por bandera alrededor de ‘Los Vengadores’. Volvemos, en definitiva, en el fin (de la ‘Fase 2’) al principio (de la ‘Fase 1’). No es casualidad que dentro de este divertido y entretenido broche final de la ‘Fase 2’ de Marvel se insinúe una conexión directa con “Iron Man” de Jon Favreau. Esos vínculos establecidos nos llevan a esa época inicial del universo cinematográfico donde tenían que presentarnos a cada uno de los superhéroes que irían integrándose en algo (mucho) mayor. Precisamente yace aquí esa dicotomía de constituirse dentro de la mecánica de un artefacto superior o, por el contrario, imponerse como un objeto independiente y propio. 


Peyton Reed se somete consecuentemente a ese recital de entretenimiento impuesto y conexiones con esa gran maquinaria dentro de la franquicia pero, al mismo tiempo y por herencia directa de Wright, declina sabiamente de conceptos rimbombantes y colosales tan cuestionados en “Vengadores: La era de Ultrón”. El tamaño siempre importa aunque no necesariamente cuánto más grande algo resulta mucho mejor. “Ant-Man” precisamente sorprende por introducirnos en un universo microscópico en tiempos en los que la épica ha quedado definida por conceptos inmensos y monumentales, en los que prácticamente nadie recordaba los peligros cotidianos a los que tenía que hacer frente el protagonista de “El increíble hombre menguante” y parte de su discurso final: «Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente grande se encuentran en un momento dado para cerrar un gigantesco círculo». El film de Marvel, además, ofrece uno de los más minimalistas (y poderosos) clímax jamás concebidos en el reciente cine comercial, remitiéndonos al espíritu de ese juego de niños que ha olvidado el mainstream y que adolece el actual cine de superhéroes. No obstante, algo falla. Wright se inspiró en el capítulo 2×05 ‘To Steal an Ant-Man’ de la serie de animación “Los Vengadores: ¡los héroes más poderosos del mundo!”, que también presentaba a Scott Lang como el nuevo Hombre Hormiga. Ese concepto intacto en el resultado final se siente como una reformulación de una vieja cinta de un espectacular robo de guante blanco en los actuales márgenes del cine de superhéroes, con un gran camuflaje de humor (y presumible irreverencia) que impidiera tomarla en serio. Esa inconsciencia evidentemente ha sido sustituida por emoción, ciñéndose al manual básico de conflictos paterno-filiales (y de mentor/discípulo) para trazar todas las relaciones alrededor del Dr. Hank Pym (Michael Douglas). También para someter el conjunto a esa conexión emocional del superhéroe y su hija por la que haría cualquier tipo de sacrificio. De nuevo, aparece ese vínculo con ‘To Steal an Ant-Man’ y precisamente se echa en falta alguna aportación de un invisible Peyton Reed, que no añade ni siquiera un mínimo de riesgo en esos conceptos experimentales que le ofrecía un reino cuántico. “Ant-Man” en ese territorio e inciso argumental ni quiere ser tan impostadamente grandilocuente como Interstellar de Christopher Nolan ni tan metafísica y filosófica como el cierre del clásico film de Jack Arnold. Va a lo suyo: a las palomitas y la comedia con o sin bufones, condimentando el producto con su justo toque de sal y cero por ciento de picante. 


El espectáculo sigue la fórmula de presentarnos tanto la mitología —con guiños y fanservice por doquier gracias a la presencia de Peggy Carter, John Slattery interpretando a Howard Stark y otros cameos por y para necesidades del spoiler— como a ese nuevo superhéroe descubriendo sus poderes, necesidades, aliados y, por supuesto, un enemigo cuyas motivaciones no difieren en absoluto del manual clásico de villano-egocéntrico-dispuesto-a-convertir-el-mundo-en-un-caos-y-vendérselo-al-mejor-postor. En todo ese recorrido de (de)crecimiento la sensación final es de una pérdida de identidad que quería imprimir el director de la trilogía del Cornetto a favor de posicionar el film dentro del futuro tanto del superhéroe en ‘Los Vengadores’, como la previsible llegada de una nueva Avispa o un prólogo (en la secuencia de rigor de post-créditos) de “Capitán América: Guerra civil”. Considero que “Ant-Man” ya quedó resumida en el cameo de Paul Rudd en The Jack and Triumph Show, la nueva comedia de Adult Swim al servicio del perro cómico del insulto. Rudd ha pasado de ser ese protagonista ‘de cuarta llamada’ de comedias románticas a formar parte del universo Marvel y subir su caché: «Si quieren que haga esa película, quiero 20 millones de dólares y una biblioteca de investigación construida con mi nombre». Lamentablemente ese despreciable can es capaz de abofetear su revolucionado ego: «Oh, la verdad, la verdad… nunca pensé que te vería aquí. De hecho, nunca pensé que te vería de nuevo ahora que Chris Pratt existe». Y he ahí el principal problema y escollo de la herencia de aquel film que tenía en mente Edgar Wright: Paul Rudd nunca es ni será Chris Pratt sino otro tipo de superhéroe por accidente, más cotidiano que extraordinario siguiendo los pasos de “El increíble hombre menguante”. Después de ver “Ant-Man” sigue sin quedar claro si «lo increíblemente pequeño y lo increíblemente grande se encuentran en un momento dado para cerrar un gigantesco círculo». El círculo se ha cerrado con algo grande y algo pequeño pero en absoluto increíble. He ahí un problema que no es para nada diminuto.

Reseña Redux publicada originalmente en Cinema ad Hoc
♦♦ Apuntes bastardos

¿¡Me están diciendo que un científico inventa la posibilidad de aumentar y decrecer las cosas y no salva al mundo de los micropenes y los pechos planos!?

La película tiene terribles fallos argumentales. Para empezar, Scott Lang nunca pudo sobrevivir a la visión en miniatura de ver los genitales de su amigo y compañero de piso Luis (Michael Peña). Dicha visión desde ese perspectiva y profundidad de campo sería similar a la de ver un primigenio salido de la pluma de Lovecraft. Lo normal hubiera sido que Lang acabase sus días en un psiquiátrico después de semejante, aterradora y espeluznante experiencia… Salvo que Luis fuera su amante, claro.

Montan un pedazo pollo para robar la el traje de Chaqueta Amarilla (Yellowjacket) cuando lo más coherente hubiera sido que Scott con el traje de Ant-Man pasara los no tan exhaustivos controles de seguridad dentro de la vagina de Hope van Dyne, cual tampón. Una vez dentro de las instalaciones del villano, Scott tendría que introducirse dentro del recto de Darren Cross y amenazarlo con crecer a su tamaño normal si no le daba la Chaqueta Amarilla. Pero como es una película Disney… todo se vuelve tan estúpido y rebuscado como en Frozen: El reino del hielo

Dentro de ese mismo plan descubrimos que el Dr. Hank Pym tenía un pedazo tanque a modo de llavero como Plan B. ¡Habérselo metido por el orto al hijo de fruta de Darren Cross! 


Sinceramente, esperaba que “Ant-Man” explicara el chiste de la hormiga y la elefanta. A riesgo de perder una futurible concejalía paso a narrar los hechos. El chiste clásico es el siguiente:
Están en la selva una hormiga macho adicta al sexo y una elefanta ninfómana dándose placer el uno al otro con un 69. Entonces, la elefanta quiere tener su orgasmo con la hormiga en plan ‘doggy style’ y se colocan en dicha posición. La hormiga comienza a darle duro a la elefanta. 
¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! 
Pero la elefanta no siente nada. 
La hormiga continúa moviéndose frenéticamente para potenciar sus clavadas y sacadas.
¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! ¡TOMA! 
Pero la elefanta no siente nada. 
Entonces, un coco se cae encima de la cabeza de la elefanta y ésta barrita fuertemente berreando como una loca en plena selva: 
—¡AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY! 
A lo que la hormiga macho también grita: 
—¡ESO! ¡Sufre puta! 
Hay diferentes versiones de este mismo chiste ‘green arrow’ y era un ejemplo de análisis y debate en las universidades donde se estudiaba física teórica. Hasta hace poco se pensaba que el coco provocaba el barrito de la elefanta y no la fuerte penetración de la esforzada hormiga. Bien, científicamente y en la actualidad ha quedado demostrado lo contrario aunque existen varias interpretaciones acreditadas:

A) La hormiga después de su experiencia sexual fue consciente de que el coco causó el orgasmo de la elefanta y no su entrenado pene. Tal traumático descubrimiento provocó una depresión conduciendo a la hormiga macho a una disfunción eréctil de la que no pudo recuperarse. Tras ver Interstellar de Christopher Nolan tuvo una epifanía y construyó una nave espacial para viajar por todo el universo basándose en la simple y efectiva premisa: es ciencia ficción y puedo hacer lo que me salga de mis bolsas escrotales. Gracias a su amor por su erección perdida consiguió comunicarse con sus antenitas con una raza futura de hormigas intergalácticas y, así, le condujeron a un agujero de gusano para llegar a un nuevo sistema ‘no-solar’ con un gran agujero negro supermasivo. Tras pasar unos días (o años o minutos) en un parque acuático cercano y conocer a Matt Daaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaamon, fue directo a completar su misión. En el interior de tal singularidad esa futura generación de insectos sociales, capaces de dominar la quinta dimensión, colocaron un teseracto para que la hormiga macho pudiera acceder al espacio dimensional y al instante en el que tuvo su frustrada experiencia sexual con la elefanta. De este modo, la hormiga macho manipuló la gravedad para hacer caer el coco sobre la cabeza de la elefanta y transmitir en código morse el secreto del orgasmo de las elefantas y la cura de la impotencia sexual de las hormigas. También se mandó a sí misma las coordenadas de una estación secreta donde poder construir su nave y el manual para hacerlo junto a unas bolsas escrotales y la foto de un testículo de Nolan con su autógrafo. En su regreso al planeta Tierra, tras 124 años de viaje interestelar, la elefanta le esperaba con sus orejas y piernas abiertas para tener sexo. Gracias al mensaje cifrado la elefanta libró al mundo de la insatisfacción sexual y la impotencia y descubrió que practicar sexo interracial aumentaba la vida. Ahora el planeta Tierra estaba dominado por los elefantes y las hormigas debido a la decadencia, estupidez y/o demencia de lo seres humanos (anótese aquí como prueba el presente texto y sus referencias). Tras practicar relaciones sexuales de manera violenta y apasionada y hacerse todo el kamasutra, la elefanta y la hormiga macho se casaron y tuvieron 378 hijos. Uno de ellos fue el miembro fundador de esa nueva raza de hormigas que consiguieron dominar la quinta dimensión y su amor por su familia (y la erección) posibilitó la comunicación con su padre. THE END.

B.1) La hormiga macho era Ant-Man pero en el frenesí sexual le llevó a tocar por error el botón equivocado y volverse subatómico. Dentro de la vagina de la elefanta quedó perdido en el tiempo y el espacio… pero el coco que cayó sobre la cabeza de la elefanta ninfómana y su terrible barrito le hizo reaccionar para colocarse un disco que aumente su tamaño en su traje. Al regresar a su nivel atómico y finalmente a su estado ‘humano’, dentro de la vagina de la elefanta, causó un espectacular orgasmo y fue expulsado por una riada compuesta de borbotones de su eyaculación. Dentro de este apartado existe un amplio y constando debate sobre si era squirting o no.

B.2) La hormiga macho era Ant-Man y podía hacer crecer y decrecer su miembro viril tanto como quisiera gracias a su traje. De este modo, el coco es un simple elemento circunstancial y realmente la elefanta tuvo su orgasmo por la pericia sexual y arte en dar a los botones indicados de Ant-Man. Además, ¿quién cojones se pondría a follar debajo de un cocotero?

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