sábado, 11 de julio de 2015

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Hannibal (3x06) Dolce: «Veo mi final en mi principio»


En “Dolce”, sexto episodio de la tercera temporada de “Hannibal”, la caza de Hannibal Lecter llega a su fin… aunque sepamos que nada en la serie de NBC va a suceder exactamente como pensábamos. Bryan Fuller vuelve a confiar en Vincenzo Natali para dar rienda suelta a esa experiencia extrasensorial de un show que va a aportar la mitología necesaria para apuntalar el universo de Thomas Harris y que va directo a presentar formalmente la trama inherente de ‘El dragón rojo’. Aunque el final del espectáculo es inminente sentimos como propia la frase del Dr. Lecter durante el capítulo «Veo mi final en mi principio». La leyenda ha comenzado a todos los niveles, incluido el televisivo, y es hora de formalizar ese encuentro entre esas dos caras de una misma moneda que conforman Will Graham y el propio Hannibal. El primero sabe que la única manera de que él mismo no se convierta en Il Mostro es acabar con el Dr. Lecter definitivamente y el segundo es conocedor que para superar ese conflicto —e imposible historia de amor— debe comerse (literalmente) al ex agente especial del FBI. Existen muchos más intérpretes en esa gran caza que ha llevado a todos esos intereses afilados y cruzados a Florencia, a ese lugar que también encuentra en este episodio una peculiar despedida y ruptura. Cojamos y leamos el menú. El brutal asesinato de Rinaldo Pazzi va a provocar una serie de reacciones en cadena mientras Graham y Lecter cicatrizan sus recientes heridas para posicionar ese esperado reencuentro… 3, 2, 1… La mesa está servida. Repasemos “Dolce”. 

La decisión de Rinaldo Pazzi por ceder a la suculenta recompensa de Mason Verger le posicionó fuera de los márgenes de la ley y completamente en la soledad frente a su monstruo que acabó destrozándolo. La llegada de Will Graham y su encuentro con Jack Crawford en el lugar del crimen hace confirmar a ambos que también se encuentran trabajando solos y fuera de la ley. Las intenciones de la policía local son seguir con el cauce normal dando con el Dr. Fell, pero la reconvertida a pérfida villana de Alana Bloom posiciona el camino correcto para dar caza a Lecter: comprar a todo el departamento de policía. Que los guionistas hagan hincapié en el clan de los Verger no es algo trivial teniendo en cuenta el gran protagonismo de sus acciones, que posicionan y perfilan esta temporada. La venganza de Mason, por ejemplo, todavía no sabemos cómo será servida… ¿Fría, en caliente, en trozos…? La cuestión es que una cosa es idear comerse vivo a una persona y otra, y bien diferente, es darse cuenta de existe una distancia abismal entre las expectativas y la dura realidad. El Dr. Cordell Doemling —cocinero, mayordomo, masajista, ¿amante?... entre infinidad de trabajos— ha preparado a Mason colas de cerdo cortadas en trozos para simular los futuribles dedos cortados del Dr. Lecter en la articulación. «Imagina cómo se sentirá Dr. Lecter cuando te vea mordisqueando sus dedos». Efectivamente una cosa es imaginar esa poesía de lo macabro y la venganza y otra es darse cuenta que simplemente masticará piel y hueso… El simulacro de médula con salsa de frijol fermentada tampoco ayuda. Mason es un ser despreciable, irascible y rara vez satisfecho aunque Cordell sabe vender bastante bien la idea del último depredador e incluso incentivar los sueños de Verger presentando el cuerpo de Hannibal como pato Pekín, torturándolo, inflando su piel y glaseando la misma con miel caliente para, después, asarlo hasta hallar ese punto en el que esté tan crujiente y barnizado que el sueño acaba siendo pesadilla, un doloroso orgasmo de un cerebro criminal. 


La Dra. Bedelia Du Maurier siempre ha sido descrita como un personaje ambiguo que puede pasar de ser la inocente doncella desesperada por ser rescatada a una peligrosa variación de Lady Macbeth. Du Marnier sabe, como Hannibal, que el fin está cerca de ambos y que la historia se repite aunque no sepamos quién deja a quién exactamente. Bedelia siempre supo que el Dr. Lecter deseaba comerla… aunque su intención no era hacerlo inmediatamente. Existe en esas líneas de encuentro entre ambos una extraña historia de amor y necesidad, incluso de sacrificio. Hannibal está dispuesto a contar aquello que sea necesario para que Du Maurier salga libre del asunto y su posición de poder en ese beso interruptus deja bastante claro que siempre fue ella aquella que marcó los tiempos en esa estrambótica relación… y postergada cena del caníbal. La introducción de Chiyo en el show tampoco ha sido casualidad para ejercer como gran protectora de Hannibal y convertir a Will Graham en el personaje más golpeado, maltratado y magullado de toda la temporada. Su encuentro con Du Maurier precisamente encarna el sentido del futuro de la serie y de esos personajes retratados como pájaros enjaulados por la mente siniestra del Dr. Lecter: simplemente quiere ver si escaparán volando o morirán estrellándose contra los barrotes. Mischa, Abigail… son algunos de los nombres de esas aves ya extintas… Chiyo, para romper la dinámica, desea enjaularlo y Bedelia comprueba esa otra variación de la creación de su amante, incluso más peligrosa que el propio Will. Bedelia ha ido labrando su coartada para sobrevivir haciendo un ‘Miriam Lass’, tomando un cóctel de sedantes, hipnóticos, etanol, escopolamina y midazolam para transformar su culpabilidad y complicidad en simple confusión. Bedelia es Lydia Fell incluso delante de Will Graham y Jack Crawford, incluso de ese inspector que interroga a un personaje atrapado en su propia mentira, capaz de retorcerla hasta exprimir el jugo que necesita. Ella es, en realidad, la clave para dar caza a Hannibal Lecter, poner un precio a esa liberación a un falso rescate… Jack se dará cuenta de que Will desapareció al conocer el lugar donde poder encontrar a su alma gemela y Bedelia dilatará la apertura de su jaula para poder ser rescatada y, por fin, libre. 


Los Verger también tienen otra crisis interna por las decisiones pasadas de Mason que llevaron a Margot a desprenderla de su capacidad para ser madre e incluso de ese retoño que esperaba de Will. La adopción no es una opción para ese depravado Mason que ve la ‘compra’ de un bebé chino algo más mezquino que adquirir un lechón por un precio mayor. Su intención, algo oscura y difusa, es que él sea el padre y ambos lo críen juntos… pero Margot —tras un inclasificable encuentro sexual caleidoscópico con Alana Bloom que seguramente haya provocado el suicidio de las «lesbianas cabreadas» por La vida de Adèle— sabe que las acciones de su hermano le conducirán a la cárcel… Nada como una pregunta indiscreta del tipo «¿Tienes experiencia cosechando esperma?» para que nos preguntemos cuál será el objeto de tan preciado semen: ¿Will de nuevo? ¿¡El mismísimo Hannibal Lecter!? Se entiende la opción más lógica: el propio Mason para dar sentido al legado familiar…
Tú y yo nos hemos vuelto borrosos. Cada crimen tuyo se siente como si yo fuera el culpable. No solo el asesinato de Abigail, cada asesinato… estirándose hacia atrás y adelante en el tiempo. El liberarte de mí, y... el liberarme de ti, son lo mismo.  
Estamos unidos.

Esa unión siempre ha resultado enfermiza, condenada a repetir el mismo ritual y ciclo. La regresión del Dr. Lecter, al volverse en contra el arte musical, es regresar a sus viejos retratos y dibujos… Hacer que el principio sea final… de nuevo. Will sabe que tiene que acabar con Hannibal antes de que pueda convertirse en él y piensa matarlo en plena calle con un cuchillo… aunque Chiyo se ha traído su rifle y mirilla telescópica para poner una bala en el hombro de Will. El perdón ha vuelto a quebrarse aunque el Dr. Lecter tenía planes para devorar a su alma gemela, no seamos hipócritas y llorones Sr. Hannibal. La cuestión es ese perdón de ‘Dios’, regodeándose sobre la propia muerte y simbolismo de la mortalidad. Hannibal tiene un ‘escondite’ (el apartamento del profesor Sogliato) tanto para curar a Will como para drogarlo y prepararlo en una cena de despedida en la que Jack Crawford aparece como invitado haciendo recular a Chiyo sobre sus intenciones iniciales de irrupción en el banquete. En esta ocasión el Dr. Lecter está preparado para el invitado sorpresa y dar de nuevo sentido a ese círculo emotivo y existencial del peculiar trío. Un corte en el tendón de Aquiles, más droga y algunas cuerdas sitúan a los personajes como espectadores inmóviles ante el horror que prepara Hannibal. Como ya nos confirmaron a este caracol carnívoro y caníbal no le gusta comer solo y tiene preparado una sierra para abrir (literalmente) la cabeza de Will remitiéndonos a esa secuencia del film de Ridley Scott y la novela de Thomas Harris. Lecter quiere masticar en el sentido literal aquello que han masticado figurativamente y esa infusión de perejil y tomillo ha sido el aliño perfecto… Es difícil calificar aquello que presenciamos en este punto narrativo: Hannibal comienza a abrir el cráneo por la frente de Will mientras su sangre brota como gotas y polen que queda suspendido en el aire. Somos partícipes, en definitiva, de la propia experiencia cercana a la muerte y efecto de las drogas en Will… para perdernos en una de esas infinitas gotas de sangre. Aparece una elipsis y pretendida laguna argumental: somos conducidos inmediatamente al interior de un camión de carne donde vemos que tanto Will como Hannibal se encuentra maniatados y boca abajo al igual que el resto de carne trasportada allí. Mason Verger hace acto de presencia para darles la bienvenida a la Granja Muskrat y el planteamiento narrativo es tan arriesgado como, en cierto modo, coherente con el punto de vista que entrecruza ese sentimiento indoloro de incredulidad y ensueño contemplativo e incluso religioso. El libreto de Don Mancini y Steve Lightfoot quiere ser consciente en todo momento de esa forma de desdibujar la realidad tan habitual en el show y condensar en una gran elipsis una serie de planteamientos formales normalmente inusuales en la televisión actual. “Dolce” juega en todo momento con esos mecanismos, llevan el rostro de Will al de Hannibal, transformando el sexo en un alegoría vaginal que entrecruza a dos mujeres y que, finalmente, nos lleva a ese retrato entre la divinidad y el mal para hablarnos de la moralidad y el propio ser humano. Ese cúmulo de tejidos diseño un gran y mayor objeto y vuelve a revelar que la serie creada por Bryan Fuller es una de las mejores propuestas de la actualidad televisiva. Lamentablemente lo bueno suele durar poco… aunque vemos en su final su propio principio. 

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4 comentarios:

  1. me quedé de piedra. el sexo psicodélico me causaría risa en otro contexto. casi casi creí que con la llegada del dragón rojo era el adiós definitivo de Will. snif.

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  2. Es bueno que acabe esta temporada,yo la estoy disfrutando mucho, pero para mi gusto llegó a su punto álgido a mitad de la T2 y desde entonces....no es que se haya vuelto "mala",se ha convertido en una especie de interesante experiencia alucinógena que, eso sí, podría acabar siendo una auténtica mierda si se alargase mucho más.Mi impresión es que sabían que es la última temporada desde antes de empezar a grabar y se han soltado la melena para hacer todo lo que les ha apetecido, escena lesbo-caloidoscópica incluida... :)

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  3. Muy buena sinopsis. La necesité particularmente ya que algunos detalles se me perdieron al no venir los subtítulos en este episodio en AXN, el canal para América Latina donde pasan Hannibal, y estar listo adecuadamente para ver el siguiente episodio. Saludos y gracias, Don Chris

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