Serie de TV
“Archer”
EEUU
(2009-Actualidad)
Sinopsis (Página Oficial):
El cortés y sofisticado espía Archer tiene las armas más avanzadas, pero incapaces de protegerlo de la ira de su jefa y madre. En la agencia de espionaje internacional ISIS, las crisis mundiales no son más que una excusa para que sus empleados se hagan la vida imposible los unos a los otros. En el centro de la acción está Archer, un maestro del espionaje. Trabaja para su autoritaria madre, la directora de ISIS Malory. Su compañera de trabajo (y ex-novia) Lana ahora sale con Cyril el contable.
Crítica Bastarda:
Con siete temporadas por (y de) bandera, “Archer” se ha encumbrado como uno de los iconos y estandartes de las series de animación contemporáneas perpetuando su legado a pleno rendimiento y con mucha vida todavía por ondear. ¿Hasta dónde han podido llegar precisamente las propuestas de animación bajo el halo de lo políticamente incorrecto? Tal vez nos habíamos acostumbrado a esas variaciones respecto a supuestos patrones infantiles/familiares alrededor de “South Park” y “Padre de familia” y la llegada de “Archer” ofreciera otro tipo de respuestas manteniendo equilibradas tanto el humor como la calidad, generando un culto prácticamente inmediato gracias sobre todo a su capacidad para combinar la caricatura con personajes emblemáticos. Es cierto que las parodias del subgénero de espionaje siempre nos han regalado excelentes ejemplos y producciones que siempre serán recordadas por cinéfilos y seriéfilos. Desde “Superagente 86” a “Inspector Gadget” pasando por “Flint, Agente Secreto” o “Mortadelo y Filemón” el acercamiento al universo de las agencias secretas y los seres que las pueblan sigue siendo un filón para la gran pantalla. Que se lo digan a “Anacleto: Agente Secreto” o “Espías”… Adam Reed, allá por 2009 se aprovechó también de ciertas intersecciones entre los mundos y planteamientos de Austin Powers y OSS 117 pero sobre todo de los avances realizados en lo que parodia se refiere por “Los hermanos Venture” y un tono visual no demasiado distante del de “Mad Men”, sumando una capa de sofisticación para dirigirse a lo políticamente incorrecto y zafio hasta límites insospechados. Y es que todo ese cúmulo de elementos, aparentemente contrapuestos, provoca que la serie de FX sea tan excesiva que al principio puede incluso costar meterse en su universo alternativo tan descacharrante.
Con unos personajes tan peculiares y plagados de vicios e imperfecciones, uno de los grandes méritos de “Archer” es no conformarse con un llamativo secundario cuyos atributos excesivos hagan llamar la atención al otro lado de la pantalla. La idea, por el contrario es juntar a todos ellos en un mismo espacio para dejar cierta idea de que solamente ese cúmulo de adictos e impulsivos caracteres puedan convivir y relacionarse, dejándonos en su interacción muchas perlas y momentos para la posteridad. La serie de FX ha sabido moverse perfectamente por la obscenidad y el histrionismo sin dejar a nadie indiferente y también revelarnos ese lado oscuro que ya nos proponía un alcohólico narcisista en potencia como James Bond. Que nadie espere una banalización de los delirios drogodependencia y desvaríos sexuales de sus personajes porque en la mayoría de las ocasiones tienen un motivo integrado en la propia historia y los arcos argumentales que plantea el espectáculo. Ambientada principalmente en Nueva York, en una no tan secreta agencia de espionaje llamada ISIS (Servicio Secreto de Inteligencia Internacional), Malory Archer trata de mantener a flote su organización tal vez para retener bajo su ala a su egocéntrico hijo Sterling. Tras su presentación en la primera temporada, la segunda entrega trató de profundizar en el pasado de los protagonistas y que entendiéramos que toda esa hipérbole que les rodea pudiera ser un escudo para protegerse de sus interiores y vacíos emocionales. Recuerden, no todo es tan intranscendente o superficial entre enfermedades venéreas, desfases y adicciones. Es posible que el nombre y su vinculación obvia con el ‘otro’ ISIS (Islamic State of Iraq and Syria) provocara que, con el paso del tiempo, los propios escritores del espectáculo y creador decidieran buscar en otros espacios creativos para tratar de no encasillarse en un modelo que conseguirán exprimir hasta límites insospechados sus cuatro primeras temporadas. De este modo, vimos como los ex empleados de la agencia, tras su cierre, trabajaron para el gobierno de los Estados Unidos traficando con cocaína en un arco argumental y temporada con nombre propio: Archer Vice.
Entre anacronismos y mezcolanzas históricas, reciclando toda la cultura popular tanto presente como pasada, dejando cierto halo de que estuviéramos posicionados contrariamente en la Guerra Fría con cuantiosas incongruencias tecnológicas incluidas a propósito. Tal vez sea la síntesis de que “Archer” es caos y locura, un amasijo de personajes neuróticos donde el más estable aparentemente (Cyril) tampoco está libre de pecado. El roce hace el cariño y, mientras que los personajes se convierten en compañeros de aventuras inseparables, el espectador también se suma a toda esa excentricidad manifiesta y vicios degenerados donde puedan convivir cíborgs como todo el imaginario del subgénero reutilizado a los intereses de los escritores. La serie de FX se ampara en su elegancia visual para asimilar al mismo tiempo el tono inteligente de sus diálogos despuntando en ese exhibicionismo cuando el delirio y lo políticamente incorrecto toma el control y se recrea en sus referencias pop. Ese choque y contraposiciones de elementos también alternan con ciertas ráfagas de acción aunque “Archer” funciona más y mejor cuando se transforma en una extraña variación sitcom casi completamente hablada capaz de atravesar sin despeinarse cualquier tema intocable y tabú. En realidad, esta estupenda serie plantea que sus personajes se encuentran completamente a la deriva hallando en el reino del espionaje (y aledaños) la forma de compensar su nihilismo y vida vacía absorbida por sus innumerables excesos, enfermedades psicosexuales y adiciones. Entre la irreverencia y el ingenio, el espectáculo también tiene un espacio para el corazón y el plano emocional, dotando incluso de sentido su pasado y aquello que les llevo a reivindicar esa peculiaridad que les hace incomparables y generalmente geniales. “Archer” es un show de gran proyección y, aparte de ceñirse a los conflictos de paternidad/maternidad propios de su argumento, su renovación por tres temporadas adicionales (hasta una décima) es una simple seña de identidad para una constante reinvención. Y he aquí una interesante lectura respecto a la propuesta, en la que tanto serie como personajes tratan de proyectarse temporada a temporada pero acaban sumergidos en bucles, patrones y una espiral que les envía a las profundidades de sus infiernos personales. Hay un camino para crecer como esa carcasa visual que define la propia serie y que ha ido integrando nuevos conceptos técnicos a su animación. ¿Existe, por el contrario, una evolución marcada en los protagonistas o “Archer” siempre ha tratado sobre la fidelidad personal y los cambios en ese mundo exterior que los rodea? ¿Sterling Archer ha conseguido progresar emocionalmente ante todo esos terremotos que han sacudido su vida o, por el contrario, la única posibilidad de escapar de allí (como Woodhouse) es ‘desaparecer’?
Una de las grandes cualidades de “Archer” es que es capaz de atravesar por todo tipo de referencias y posibilidades, saliendo airosa en cada nuevo paso y salto que gestiona y procesa. De este modo, cada temporada ha conseguido reivindicar su espacio respecto al resto de las emitidas, como si finalmente el espectáculo hubiera acabado siendo un proceso temático para los escritores en el que pudieran dar giros de 360 grados sin fragmentar o distorsionar el conjunto. Dentro de ese universo temático las propias temporadas muchas veces se construyen sobre capítulos también centrados en ideas o temas independientes. Nuestro camino nos lleva a una séptima entrega, la última emitida hasta el momento, en el que el cine negro y el subgénero centrado en el mundo de los detectives toma el control para que conozcamos la última reinvención del equipo creando una agencia de detectives en Hollywood. “El crepúsculo de los dioses” se transforma en un eje y premisa para que en el transcurso de la temporada tengamos toda clase de ofrecimientos dentro de esa capacidad de generar pequeñas originales ‘películas’ y destellos de género, como un secuestro con rehenes perpetrados por unos payasos que acaban siendo replicados por nuestros protagonistas. Esa idea de replicantes también es una pieza fundamental para entender la última entrega y season finale, donde los experimentos del Doctor Krieger nos presentan a los dobles robóticos de los miembros de La Agencia Figgis faltándoles a las máquinas esa vuelta de tuerca emocional que definen a sus personajes. Creo que si algo nos quiere contar “Archer” es que la propia historia, sus modulaciones y referencias, han engullido a los personajes. Precisamente su carcasa fantástica y fantasiosa nos llevó a conocer a los cíborgs como la nueva carne y vida en sus primeras temporadas, a viajar al espacio e incluso al interior del cuerpo humano. En realidad, la respuesta al gran enigma que planteó “Deadly Velvet: Part 2” (6x10) —y que ya estaba presente en el arranque de “The Figgis Agency” (6x01)— pudiera estar en ese juego de muertes, réplicas y conexiones con giros delirantes de guion. ¿Está Sterling Archer vivo o muerto? ¿Volverá como un cíborg o bajo el mandato de un descacharrante planteamiento argumental? Aquí lo que importa es el cómo sobre el porqué y “Archer” parece decirnos que ni siquiera su personaje principal es el indiscutible héroe y protagonista de la historia que nos están contando. Todo es posible: un flashback, un universo paralelo, un sueño o incluso una temporada fantasmal. Porque, en realidad, la identidad de la serie es que sus propias referencias y encaje en el actual cosmos televisivo plantean las respuestas a las propias preguntas. Vivimos en una era en que los espectáculos suelen manipular las emociones de la audiencia siguiendo la filosofía del cliffhanger y el final en ‘alto y abierto’, depurando sus responsabilidades en la propia controversia que generan respecto a sus contradictorias decisiones. Sterling Archer da la impresión de proponernos que su estilo de vida ha acabado por imponerse en la esencia del guion. Ya nada importa… salvo nuestra diversión, hedonismo, risas y aplausos, claro.
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