The End. “Game of Thrones” se ha acabado… Podemos negar tranquilamente las anteriores frases ya que la maquinaria iniciada por HBO no parece tener fin y estamos seguros que el cierre de la saga, que adapta la saga literaria de George R. R. Martin, va a ser el punto de partida de otros spin-offs. Quizás para comprender todo este polémico cierre de la mítica serie de David Benioff y D.B. Weiss basta con entender la necesidad de la decepción como parte de ese engranaje entre la audiencia y su adicción durante un largo periodo de tiempo. A veces, las rupturas son dolorosas y producciones como “Lost” o “Juego de Tronos” dan la impresión que estaban condenadas a decepcionar tras epatar a una multitud al otro lado de la pantalla. Es seguro que “The Iron Throne (El Trono de Hierro)” va a ser tratado de una forma muy injusta por los espectadores que se han sumado a esa horda que ha ido destruyendo cualquier proposición de Benioff y Weiss a partir de “The Long Night (La Larga Noche)” (8x03). Puede que sea muy pernicioso que a grandes series como “Breaking Bad” no se les haya sometido al mismo juicio popular que hemos vivido en esta última entrega de la producción de HBO pero, al mismo tiempo, se establece aquí el material que acaba pasando factura a los espectáculos que llenan de teorías la red como “Perdidos” o “Game of Thrones”. Al final, la decisión de los escritores no es la misma que aquella que residía en una gran parcela de espectadores. Y el precio a pagar es demasiado alto. En el reino televisivo, hemos vivido grandes broches finales que han sido cuestionados como el propiciado por “Twin peaks” y su retorno. Incluso la conclusión ideada para “Los Soprano” fue ampliamente polémica y figura entre los mejores cierres y los peores sin lograr un claro consenso por parte de público y crítica. En mi opinión, David Benioff y D.B. Weiss conocían la imposibilidad de contentar a la audiencia y han preferido la controversia al olvido de decepcionantes conclusiones como las vividas en “Dexter” o “True Blood (Sangre Fresca)”. Dudo que se deje de hablar en mucho tiempo de “The Iron Throne (El Trono de Hierro)” y HBO se va a encargar de ello. Es hora de repasar, por encima de los lloros y maldiciones lanzadas en la red, el series finale más esperado de los últimos años.
Considero que para explicar el final de “Juego de Tronos” basta como compararlo con aquel que ha sido designado en Imdb como el mejor de la historia tras “A dos metros bajo tierra”. Con “Felina” (5x16) Vince Gilligan supo cerrar satisfactoriamente “Breaking Bad” pero los números de la popular web hablan por sí solos: el series finale de “Game of Thrones” cuenta ya con el doble de votos en unos pocos días y casi 50 veces más el número de reseñas publicadas por sus usuarios. En cierta medida, Benioff y Weiss han diseñado un concepto de cierre en la antítesis de aquel que ideó Gilligan. Estamos seguro que el creador del icónico show de AMC fue presionado por la cadena para dejar un final abierto y, contrariamente, decidió dejar atados todos y cada uno de los cabos para que los ejecutivos solamente pudieran escarbar un concepto de precuela en “Better Call Saul”. Precisamente, muchos echamos de menos un final mucho más oscuro para Walter White tras iniciar una senda de rendición que considero un acto inteligente y, al mismo tiempo, populista por parte de Gilligan. Era un cierre por y para fans pero, sin embargo, creo que no soy el único que deseaba contemplar cómo Heisenberg sobrevivía a todos (incluida su propia familia) y a todo (su propio cáncer) sentándose en un imaginario Trono de Hierro de los más temidos criminales. Pese a sus muchas licencias y lagunas (se rumorea que habrá secuela cinematográfica sobre el destino de Jesse Pinkman), el libreto de “Felina” (5x16) era tan ejemplarizante como encorsetado en su previsibilidad al no tener ningún margen de maniobra. Todo lo contrario sucede con “The Iron Throne (El Trono de Hierro)”, siendo una hábil maniobra de HBO para dejar todas las tramas abiertas de cara a una futurible continuación si así lo consideraran oportuno y, al mismo tiempo, una búsqueda de Benioff y Weiss de cerrar círculos y formalizar reinicios en Poniente.
Una de las más habituales críticas es señalar que el espectáculo de HBO perdió calidad desde que el material literario de George R. R. Martin se evaporó de las tramas. En cierta medida, “The Iron Throne (El Trono de Hierro)” —como la presente temporada— es una oda creativa sobre la libertad autoral y la posibilidad de reescribir una serie al completo cambiando el guion de sus últimos episodios. ¿El futuro serán series interactivas con finales a la carta para los televidentes? La opción elegida por Benioff y Weiss ha sido una de las más radicales vistas en mucho tiempo. ¿O no es acaso extremo convertir a los dos principales protagonistas en objetos completamente contrarios a la propia historia? Ya vimos cómo Daenerys se transformó en Darth Nerys y el mayor peligro para Poniente (y cualquier confín del mundo) después del Rey de la Noche. Asimismo, la ‘inutilidad’ de Jon Nieve en esta definitoria entrega ha sido uno de los contrapuntos más irritantes para una gran parcela de la audiencia. ¿Cuál era su objetivo dentro del arco argumental de la serie? Sus enfrenamientos con el Rey de la Noche eran réplicas de una eterna derrota. ¿Cuál era el propósito de su regreso al reino de los vivos? ¿Volver a fracasar? ¿Y qué sentido tenía el gran (y esperado) giro sobre su verdadera identidad como el legítimo heredero al Trono de Hierro? ¿Un resorte para que Daenerys revelara que sus aspiraciones al poder eran mayores y oscuras que la justicia de la sangre que había vendido tras la muerte de su padre a manos del Matarreyes y el posterior exilio tanto de ella como de su hermano? Sea como fuera, la historia ha llevado a ambos protagonistas a una historia de amor condenada a tragedia. Da lo mismo que el amor sea más poderoso que la razón o que el amor sea el deber de la muerte. El destino ha sido sumamente caprichoso con Daenerys y Aegon Targaryen y entrelazar sus destinos pero, al mismo tiempo, ambos han sido objeto de profecías y réplicas que se han proyectado desde el comienzo de la serie. Ya en el arranque del espectáculo presenciamos unas palabras de Aemon Targaryen a Jon Snow (su propio familiar) para revelar su dedicación ‘sagrada’ a la Guardia de la Noche y aquel «el deber es la muerte del amor», que tomará presencia en boca de Tyrion Lannister en el series finale. Al fin y al cabo —y pese a su cuestionamiento—, la propuesta ha ido plantando las semillas que germinaron en la conclusión. Puede que no guste a los fans de Daenerys ver convertido su personaje en una versión femenina de Hitler legitimando el genocidio para romper esa rueda en la que se basa su mundo perfecto. Puede que no guste a los fans de Jon Nieve que su destino sea cumplir con ese deber y ‘matar’ al amor una y otra vez… (Ygritte / Daenerys). Puede que el destino sea tan cruel como caprichoso y a muchos espectadores les parece tan injusto como esquivo. Pero, en realidad, la historia estaba ya contada en esos pequeños huevos de pascua que fueron diseminados por el escritores…
“The Iron Throne (El Trono de Hierro)” también supone otro interesante giro en el tono de la serie. Si bien el anterior episodio tenía claros tintes apocalípticos, “Juego de Tronos” tiene la capacidad de convertirse en el conato de distopia cuando vemos Desembarco del Rey reducida a cenizas a sus protagonistas deambular por el horror que allí se ha desatado. Las piezas se van a mover rápidamente tras el discurso hitleriano de Daenerys ante su gran armada. ¿Se han reproducido los Inmaculados o todo fue un truco visual a lo Leni Riefenstahl? Tyrion Lannister se revela como el héroe de la historia para conducir a los escasos supervivientes aliados a una victoria agridulce tras el holocausto. Jon Nieve se erige como un héroe contrario a la historia. Ha de ejercer como el nuevo Matarreyes para acabar con la mujer a la que ama y los escritores han justificado tal giro en sus encuentros con Arya y Tyrion. Presenciamos cómo el Lannister revela sin miedo ni pudor a Daenerys que deja de ser su Mano y acepta el mismo destino que Lord Varys. La vista de Jon Nieve a su celda supone que un golpe de realidad para ese supuesto héroe cuyo papel tiene que ser defender a los suyos (los Stark) ante una futurible muerte por no regirse por el totalitarismo que pretende desplegar su Reina. Asimismo, Arya deja ver a su hermano que Daenerys es una asesina y que ella es toda una experta detectando a aquellos que comparten su ‘profesión’. De este modo, el (re)encuentro de Jon/Daenerys está marcado por la tragedia en una combinación de secuencia romántica y funesta. Previamente, la Rompedora de Cadenas tocó ese Trono de Hierro cubierto de residuos y marcaba el ritmo de la visión que la convertía en la Reina de Cenizas. Ya en la anterior temporada, Daenerys declinaba de una condición que ahora ya es todo. Como si fuera víctima de su propio destino/maldición, Jon traicionará a su amada para clavarla un puñal en el corazón y acabar con aquella que suponía la mayor amenaza de Poniente. Jon Nieve también tendrá que enfrentarse a la ira Drogon tras acabar con la vida de Daenerys. El dragón dejó entrar a Jon a reencontrarse con su amada, ya que por su sangre Targaryen o, simplemente, porque no le consideraba una amenaza. Sea como fuere, Drogon no cederá al impulso de acabar con Jon Nieve sino que fundirá con su aliento ardiente y letal el Trono de Hierro. Al fin y al cabo, la codicia de su madre por tocar el mismo fue su sentencia de muerte. Incluso, sobre este giro de guion, los escritores dejan una puerta abierta al recoger el dragón el cuerpo sin vida de su madre e irse lejos de allí.
En ese punto, ya no hay más giros narrativos posibles. Solamente queda conjurar aquello que es el ciclo que da sentido al cierre y legado de los Stark. Así pues, siempre fue la familia protagonista que ha movido los hilos de la historia y todo se trataba de un cuento en el que supervivencia sobre personas horribles y monstruos temibles —y la muerte de sus seres queridos— aportó su crecimiento junto a sus viajes personales. Ahora ya no quedan villanos y ellos han permanecido para guiar a los Siete Reinos a un nuevo futuro. Puede que sea discutible la forma y la precipitación final para contar toda esta historia de círculos y reinicios en el que podríamos revelar paralelismos con “The Wire” pero, sin embargo, quitando de la ecuación un sistema pernicioso y a los mecanismos malvados que lo componen. Queda una halo de ironía y sátira en el planteamiento: el rey es aquel que no quiere reinar y no puede tener descendencia, la Mano de Rey reniega de su trabajo tras fracasar previamente en varias ocasiones en el cargo, la Guardia del Rey está liderada por una mujer, el Maestre es un miembro de la Guardia de la Noche, un ‘putero y asesino’ acaba siendo Consejero de la Moneda con un título mobiliario… Pensemos en una resolución tan placentera tiene un ligero precio moral o agridulce. Gusano Gris y los Inmaculados (paquetes y nuevos gazapos aparte) demuestran ser un simple brazo ejecutor de un gran poder o tirano/a de turno. De este modo, tras la muerte de Daenerys, quedan incapacitados al no poder tomar el control por sí mismos del reino conquistado. Su propio era servir y ni siquiera pueden acabar con la vida de aquellos que destruyeron y asesinaron a su Reina. Es posible que toda la complejidad y caos inicial, en el que traiciones y conspiraciones se sucedían, haya desembocado en un desenlace ‘buenista’ sacado de un cuento de hadas. Los villanos y conspiradores, al fin y al cabo, han ido cayendo temporada a temporada. Una simple reunión y concilio de las Casas que todavía sostienen los Siete Reinos basta con determinar el futuro de Poniente. Invernalia será ese bastión independiente que simulará una Escocia y los Siete Reinos pasarán a ser Seis. Cada Stark tendrá su destino después de ese nuevo encuentro familiar y nueva separación. He aquí nuevamente el sentido de esa réplica y ciclo que se va reproduciendo desde el comienzo de la serie. Es hora de que Jon Nieve sea sentenciado a cadena perpetua retornando a la Guardia de la Noche. Es hora de que Arya inicie nuevas aventuras cruzando el océano en las tierras en las que no hay mapas. Es hora de que Sansa quede coronada como la Señora de Invernalia y la Reina del Norte. Es hora de que Bran ejerza como el gran Rey de Poniente que llevará a la prosperidad a los Seis Reinos. ¿Es hora de que todos los ‘haters’ hayan conseguido que “The Iron Throne (El Trono de Hierro)” sea considerado el peor episodio de “Juego de Tronos”? Tal vez tengamos que parafrasear a Tyrion y esperar diez años para valorarlo adecuadamente y pensar en el que no era necesario añadir más condimentos argumentales que los ya expuestos. O todo sea cuestión de idear ese libro que escribieron emulando las hazañas vividas en las que el propio Tyrion ni siquiera era nombrado. O todo se reduzca a que los vivos cuenten las bondades sobre los muertos (Brianne sobre Jaime). O quizás el destino del espectáculo sea reescribirse nuevamente en ese juego de círculos y reinicios.
Posdata: Lo siento. He tardado horrores para poder sacar tiempo y escribir este post al mismo ritmo que George R.R. Martin con las últimas novelas de “Canción de Hielo y Fuego”.
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