“Arma fatal”
Título original: “Hot Fuzz”
Director: Edgar
Wright
Reino Unido
2007
Sinopsis (Oficial):
Cuando el agente Nicholas Angel (Simon
Pegg), destacado policía londinense, es destinado a la tranquila ciudad de
Sandford, tiene que vérselas con un mundo aparentemente sin delitos y con su
zafio y torpe compañero, Danny (Nick
Frost).
El segundo
lametón a nuestro Cornetto era de envoltura original y representada bajo el
azul policial y en que Edgar Wright quería
volver a apretar el gatillo de la parodia más inteligente como hizo
anteriormente en “Zombies Party”. En
aquel momento apuntaba directamente a George
A. Romero pero su estilo de dirección y montaje se encaminaba claramente a los
vítores funcionales de Guy Ritchie. “Arma fatal” fue la confirmación de Wright, tanto de crítica y público
estadounidense, como hábil parodiador de géneros, sintetizando en esta ocasión buddie movies de acción y policías y dejando
intactas sus señas autorales: un montaje ágil y endiablo con Simon Pegg, Nick Frost y Bill Nighy como
constantes y demostrando que la copia cómica se realiza sobre el homenaje
evitando la senda de David Zucker o Keenen Ivory Wayans.
Buscar todas
sus referencias es fácil si has visto (o padecido) “Le llaman Bodhi”, “Arma letal”, “Dos policías rebeldes” y un
sinfín de películas que crearon escuela con aroma a videoclub. Divertirse con
una propuesta tan planificada y estilizada fue más sencillo porque resultaba
imposible no reírse y disfrutar con una cinta que llevó el género de parodias a
otro terreno y estandarte al convertirse en lo que debería ser una película de
acción: atractiva, dinámica, sorprendente, adictiva, entretenida y siempre divertida.
El tándem Wright/Pegg, además, se reservaba para
el final un desenlace friki, inteligente y espectacular, desempolvando un
western moderno inédito, que provocó que desde entonces fuera imposible tomarse
en serio cualquier película de acción. Posiblemente sus chasquidos provocaron
desde aquel entonces que la caricatura asomase como nuevo instrumento de fuego
en los nuevos chascarrillos del cine de la hipérbole, dejando la sonrisa del espectador
como arma más fatal y, por supuesto, letal.
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