Llegados al undécimo episodio de la segunda temporada de “The Strain” es momento de mirar atrás y comprobar en qué hemos avanzado y a dónde hemos llegado. “Dead End” es un perfecto título para sintetizar la sensación de que, pese a meter muchas revoluciones en esa batidora argumental, nos encontramos en el mismo callejón… sin salida. La serie que adapta la trilogía de novelas de Guillermo del Toro y Chuck Hogan sabe que tiene perdurarse en FX el mayor tiempo posible pero otra cuestión es si llegamos a algún lado que no sea seguir el lento caminar de una tortuga narrativa. Nos olvidamos de Eldritch Palmer y nos ceñimos a las novedades para esta entrega: la búsqueda de Occido Lumen y los enfrentamientos entre los Strigoi y el grupo de salvadores ‘de la humanidad’ liderados por Ephraim Goodweather y Vasiliy Fet mientras Nueva York se convulsiona socialmente para acabar con la oscura y peligrosa amenaza que se ciñe sobre su ciudad. Gracias a la llegada de Justine Feraldo y Quinlan da la impresión de que existe una oportunidad… aunque los guionistas sigan insistiendo en héroes con conflictos existenciales de parvulario y batiburrillos dignos de un vodevil. Eph trató de confeccionar un arma biológica con la ayuda de Nora (la eterna chacha cornuda) mientras lidiaba con su hijo tróspido y los niños-rata adoptados por su pesada ex esposa vampira. No llegó a ningún lado. Trato de vengarse del poderoso hombre que acabó con sus esperanzas. No llegó a ningún lado… salvo comprometer la vida de su compañera de aventuras (Dutch) y a ese triángulo que no interesa a nadie en el que ha quedado atrapado Fet. ¿Existe salvación en Abraham Setrakian o su irritante chochez y ansías para derrotar a El Maestro cada vez nos pone más cerca de la causa del enemigo? ¿La serie consiste en que nos pongamos del lado de los malos por la ineptitud y estupidez de los buenos? “Dead End”, no obstante, es un capítulo sólido y con la capacidad de construir el pasado también de un villano como Eichorst; con riesgos incluso para el género como hallar el terror de comerse un poco de piña. El episodio se somete a ciertos clichés e incluso lanza paralelismos a la cultura seriéfila como la venta de planchas de Nelson Van Alden en “Boardwalk Empire”. ¿El problema? Que una vez acabado todo llegamos al mismo punto: un callejón… sin salida. Y encima estamos en un callejón sin rata muerta que valga. ¡Una vergüenza! ¡QUEREMOS QUE VUELVA LA RATA! Repasemos “Dead End”, otra entrega de una de nuestras comedias favoritas.
Retomemos las planchas de Van Alden en la serie de culto de HBO creada por Terence Winter y las burlas de sus compañeros de trabajo… pero he aquí otra variación amparada en viejos estereotipos e imposibles romances. La diferencia es que el protagonista de este atractivo flashback es Thomas Eichorst, uno de los villanos del show. Vamos a repasar por qué se convirtió en un nazi ‘de mielda’ y cómo quedó condenado a ser un dummie al servicio del Führer y posteriormente El Maestro: el postureo. Sí, todo lo hizo por simple postureo… pero el postureo trae catastróficas consecuencias. El champú de Dutch Velders recuerda al nazi la fragancia de su amada, de aquella flor que decidió cortar tiempo atrás por su decisión de ser alguien y ‘posturear’ en esa sociedad alemana que no miraba con buenos ojos a los vendedores de radios que sonreían como Monchito tras esnifar una raya de coca. Pero antes quiere probar aguardiente a través del policía que le llevó a la peor hacker de la historia de la ficción y peor preparadora de planes de fuga de las series de televisión. ¡FIESTA! ¡UN CHUPITO POR AQUÍ Y OTRO POR ALLÁ! MMMMMMMMMMMMmmmmmmmmmmmm. ¡BIBAN los cócteles humanos! ¡BIBAN! Tras el botellón y su momento folclórica, Eichorst se sincera con Dutch y revela que esa fragancia y champú le llena de desesperación al evocar a una mujer que nunca pudo poseer… Helga Richtler pensaba que ese patético vendedor de radios llegaría lejos y estaba destinado a cosas mayores… hasta que fue lobotomizado por los nazis de ‘mielda’. Al fin y al cabo, Eichorst siempre fue un fanboy de ‘mielda’ y ser nazi era su destino. La burla es obvia: su amada Helga es judía y el oficial de las SS mintió sobre su pasado y vinculación para mantener su postureo intacto. ¿El problema? Helga fue ahorcada junto a sus padres y Eichorst tuvo que continuar con su postureo, tragándose sus lágrimas antes de que otro Führer le hiciera tragar leche y gusanos. ¿Siempre nos quedará Viena? ¿Un batido de piña colada? Eichorst quiere superar sus traumas haciendo guarrerías con Dutch en la secuencia más sexual jamás concebida en “The Strain”:
—Dime que te comerás la piña.
×Sí, me la comeré.
—¡No!, Di, «Sí, me comeré la piña».
×Sí, me comeré la piña.
—Buena chica.
¡COME PIÑA, HIJA DE FRUTA! |
Pornográfico total… Ya nunca veremos una piña igual en nuestra vida.
Mientras Gus y Aanya echan 859 polvos y se dan 5.598 millones de besos antes de sacar de la ciudad a los Gupta, llegamos a la formalización de ese nuevo grupo de acción y choque compuesto por Angel Guzman Hurtado, el propio Gus, Quinlan y la afroamericana cartera-taxista con cara de sorprendida al ver a un cojo y copia de El Santo. Corramos un estúpido velo y vayamos a esa crónica que representa estos malos tiempos para el chocheo. El viejo chocho de Abraham Setrakian descubre quién le arrebató su amado Occido Lumen antes de que pudiera hacerse una pajilla. ¡Rudyard Fonescu! ¡HIJO DE FRUTA! ¡PEDAZO GIRO DE GUIÓN! ¡NO NOS LO ESPERÁBAMOS! ¡NO! Rudyard se quedó tróspido perdido desde que su padre le quemó la oreja contra una estufa. No levantó cabeza… ni neuronas porque se quemó las pocas que tenia de pequeño… pero tiene el Occido Lumen. En las manos correctas el libro maldito puede salvar a la humanidad, pero si lo tiene un tróspido codicioso el mundo está apañado… por no decir jodido. Setrakian se revuelve en su tumba unas 8.859 millones de veces pensando en que el libro acabará en manos de Eldritch Palmer y no pudo hacerse una pajilla y eyacular sobre sus páginas antes. ¡MIERDA! ¡A LA MIERDA! Del chocheo y rabia, Setrakian logra escapar de la mierda de ataduras que le retenían pero que nadie se asuste: el libro lo tiene Alonso Creem… para algo contrataron a Jamie Hector. O sea, que me entere: ¿después de tantos pollos por el Occido Lumen al final acaba en manos de Alonso Creem? WTF!?
POSTUREO, THE NAZI MOVIE |
Los buenos —Eph, Fet y la chacha mexicana cornuda y gran víctima de esta serie después de la rata muerta— se dirigen a Hotel Mayfield para salvar a la doncella secuestrada… pero se dan cuenta de que el lugar está detrás del cuartel de la Guardia Nacional. Fet tiene un plan de acceso gracias a unas líneas de Metro que se utilizaban como entrada privada para el presidente Roosevelt cuando visitaba a Nueva York. Dutch se encuentra en un hotel sellado y a merced de un nazi salido de ‘mielda’ que quiere que se pinte los morros, se quite los pantalones y se agache para penetrarla (?) con esa lengua de dos metros y hacerla un ‘crempie’ con leche y gusanos asesinos. AGGGGGGGGGGH! ¡Qué vuelva la piña, POR FAVOR! Los guionistas nos evitan el trauma gracias a ese cadáver del policía y que Dutch consiga un espray anti-Strigoi-violadores para escapar del lugar descalza, clavarse un clavo en el pie y darse cuenta de que está atrapada con un monstruo que la quiere comer… la piña y lo que no es piña. No hay nada como la dinamita y una granada de plata de Tous para hacer que Fet se reencuentre con Dutch y que Nora mire a Eph y piense: tú por mí no harías ESTO, HIJO DE FRUTA. ¡ASESINO DE RATAS MUERTAS SOBRE CALVAS! ¡ASESINO! En definitiva, una sólida (y cómica) pesadilla repleta de tensión (y piñas) que nos transporta al mismo callejón… sin salida. Comamos piña, pues. O ya, mejor no.
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Capitulazo, la persecución por el laberinto me puso cardíaco. Terror puro, agobio, claustrofobia. The Strain tiene fallos, pero me da igual, me lo paso pipa. Por cierto, que vuelvan los títulos de crédito del principio del capítulo 9!
ResponderEliminarQue capitulo por Dios, genial, Eichorst le dijo a Dutch que la piña era un buen condimento, joder, lastima que no paso de ahi, no por el morbo, sino por ver hasta donde llegan los guinistas.
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