sábado, 12 de marzo de 2016

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Mustang: Mujercitas

“Mustang”
Director: Deniz Gamze Ergüven
Francia / Alemania / Turquía 
2015

Sinopsis (Página Oficial):

En un remoto pueblo de Turquía, cinco hermanas crecen en una familia obsesionada con la tradición, y concretamente, con la virtud de las chicas. Su lucha por la libertad se convierte en un magnífico y conmovedor pulso entre el pasado y el presente en la Turquía actual.

Crítica Bastarda:

Olvidemos, aunque sea por un momento, el feminismo implícito en “Mustang” y el debate sobre si su denuncia acerca de los peligros de las sociedades patriarcales se queda en «regular», «light», «zero» o «life». Eludamos, hasta cierto punto, hablar del concepto calórico-fílmico, de su cantidad de azúcar o de los edulcorantes que emplea Deniz Gamze Ergüven para traspasar sus múltiples y superficiales capas. Centrémonos tanto en la mutación de su discurso respecto a la novela de Louisa May Alcott como al poder y papel represor de la propia sociedad a modo de concebir un mejor posicionamiento de la cinta. “Mustang” realmente no entabla una crítica que gire únicamente sobre conceptos manidos enlazados al feminismo (y feminidad) sino que nos remite a establecer que dentro de un mismo estado pueden existir completos y diferenciados territorios, aunque no resulta un tema novedoso en la cinematografía dedicada a diseccionar el mundo rural (o de provincia) frente a las capitales mucho más evolucionadas en todos los aspectos sociales. Del debut de Deniz Gamze Ergüven interesa que la libertad de las protagonistas quede definida en el título y el prólogo de la obra, en esa metáfora latente de unos caballos salvajes autóctonos que personifican la diversión de un grupo de chicas (pre)adolescentes antes de comenzar el verano, divirtiéndose en la playa en juegos que cualquier espectador simple atribuye a la efusividad de la amistad. Por el contrario, ese comportamiento es divisado a un concepto inmoral, descontextualizando bajo un carácter sexual y distorsionando la realidad en los márgenes del absurdo. Ya no importa la propia voz de esas jóvenes sino que la sociedad dictamina su sino y razonamiento. Ya no hay márgenes sino simples prisioneras de un destino que separa ese nuevo mundo de su infancia ya perdida.


La directora gala, nacida en Turquía, se ciñe a los elementos físicos, entablando un diálogo corporal en ese grupo de hermanas que acaban siendo sumidas al poder de esa sociedad que trata de ‘independizarlas’ para subyugarlas y separarlas de ese grupo, reiterando un ciclo impositivo sobre la mujer. Pero incluso sobre ese territorio la autoridad emerge como ese aspecto conservador de tradiciones anacrónicas, transformando lo cotidiano en una prisión, despojando a las protagonistas de la posibilidad de ‘cabalgar’ de nuevo. Esa evolución ciertamente pudiera enfocarse hacia un tono de terror aunque la autora desea decantarse por la descripción de ese espíritu de libertad indoblegable, implícita en la propia condición humana, como si su sentido fuera una fuerza natural que trata de doblegarse a esa ‘domesticación’ generacional que resulta sumamente hipócrita y finalmente condenada a la autodestrucción. Englobemos también la propuesta dentro de esas cintas donde el espectador es conducido bajo el manto de un joven narrador, que a medida que va descubriendo el mundo desarrollando una visión y contexto que también acaba siendo el nuestro. “Mustang” trata de centrarse en su discurso crítico sobre el papel de la mujer en sociedades consumidas por tradiciones cercanas a lo medieval, donde la mujer es condenada a un correccional, a perder su voz y a que simplemente pueda limitarse a gritar para ser rápidamente silenciada. A través de cinco hermanas Deniz Gamze Ergüven encuentra el espectro de sus historias para amplificar la crónica de una verdad para millones de mujeres. Evidentemente no es casualidad la elección de Turquía como escenario de un relato que bascula entre dos mundos opuestos pero posicionados en la misma entidad estatal, como si la propia directora nos hablara de su propia dicotomía y también deseara desarrollar un complicado mapa sociopolítico dividido entre múltiples tonalidades del laicismo al integrismo. No obstante, el film no trata de iniciar un debate político o religioso salvo en leves posicionamientos descriptivos y costumbristas, como si ese subtexto tuviera que establecerlo el propio espectador. Aquello que trata de contarnos la cineasta, tal vez, sea que todavía queda mucho camino por recorrer, como si todavía ese mundo que consideráramos civilizado no estuviera en absoluto asentado ya avanzado el siglo XXI y que todavía existen claras barreras en lugares donde no creíamos.


Deniz Gamze Ergüven desea envolverse de credibilidad, que esas historias sean tan reales y cercanas al espectador como la más certera denuncia. Posiblemente los clichés y los lugares comunes se entrometan en el camino de la cineasta, embarren sus zapatos y la audiencia conozca cada una de esos testimonios que allí se van amoldando entre ese retrato simbólico de la belleza. Seguramente al film le pierdan sus concesiones formales, acudir al tópico futbolístico ―amparado en un suceso real― como parte de una tan artificiosa como certera jugada que va integrando ese choque entre renovación y tradición, entre sucesos y elementos argumentales tan previsibles como creíbles desde un punto de vista afín a esa realidad que pretende articular. Interesa, por el contrario, la capacidad de sugerir un tono más alejado de la propia credibilidad y cercano al terror con dosis de suspense en su recta final. La ópera prima en ese territorio se decanta por transformarse en un film paralelo a “La noche de los muertos vivientes”, como si ese par de niñas ‘supervivientes’ trataran de defenderse de unos zombis ―con los interiores de su cabeza completamente podridos por el sistema que defienden― que tratan de arrebatarlas su cerebro, libertad y alma rebelde. Es ahí donde “Mustang” ofrece su mejor versión para posicionarnos ante una moraleja certera y necesaria: la ‘educación’ es lo único que puede salvar a la sociedad, aquello que puede redimirnos de seguir encadenados a la Edad Media. Y somos nosotros, precisamente, aquellos que debemos tender la mano, siendo ese factor externo que ayude a escapar a esas ‘mujercitas’ de la prisión donde fueron encerradas por una sociedad discordante a la civilización y claramente anacrónica.

Reseña publicada originalmente en Cinema ad Hoc

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