«You're a mothefucker, Mr. President».
[AVISO SPOILERS PRESIDENCIALES] Siempre he considerado que “House of Cards” debería haber finalizado como un gran y notable díptico televisivo de ese par de temporadas que se cerraban con el doble golpe de anillo (¿referencia al Señor Oscuro de Mordor?) sobre la mesa del Despacho Oval. Ese elemento sigue siendo clave para que Beau Willimon plante la semilla de ciertas metareferencias que le permiten germinar su creación hacia nuevas perspectivas y horizontes. No obstante, es coherente y previsible que Netflix no iba a dejar escapar una de sus gallinas de los huevos de oro y vía para acceder a las alfombras rojas que designan los mejor de cada temporada televisiva. Si bien en su tercera temporada las aventuras de esa pareja de depredadores encontraron una vía de continuación satisfactoria, esta nueva entrega desea establecer la proyección de un drama político de largo alcance, amplificando sus tentáculos sobre múltiples capas de realidad. Puede que para entender esa cuarta colección de capítulos tengamos que remitirnos a la propia mente de su antihéroe (y gran villano), a esas alucinaciones que contienen el génesis de esa disputa con su esposa y que realmente entablan un discurso sobre una profecía acerca de su debilidad: el pasado y los fantasmas que lo componen. Ese soldado rebelde que le remata en la habitación de ese 'hotel' hospitalario representa el concepto sobre que todos sus pecados cometidos tiempo atrás pueden detonar en su cara conduciéndole a la desaparición. Al final, todo se reduce a un reflejo de un hombre y una mujer en la cima del poder global, mirándose el uno al otro a la cara como parte de un gran todo que les otorga el dominio completo sin importar los medios para ascender a esa tambaleante cumbre y castillo de naipes. Y esa mujer y hombre son Claire y Francis Underwood, nuestros protagonistas absolutos y ejes de una serie que despliega calidad e interés por los cuatro costados, aunque muchas veces su sentido de la pausa y el control hagan desesperarse a los más impacientes seriéfilos. Es posible que las críticas respecto a ese arco argumental alrededor de Rachel Posner fueran coherentes debido a su protagonismo y el desarrollo del ‘regreso’ de Doug Stamper, aunque en esta temporada la idea de volver a traer las víctimas de Francis Underwood ―estén vivas o muertas― para dar sentido al camino de Claire Underwood para reivindicar su independencia de la senda de su esposo y Presidente de los EEUU. También para centrarnos en la psique y conflicto de Francis, que conozca que el infierno es lidiar cara a cara con Peter Russo o Zoe Barnes como parte de su abismo y condena eterna. ¿Qué ha ocurrido en esta cuarta temporada de “House of Cards” para que sigamos hipnotizados con la senda de esa pareja de depredadores que habitan sobre el poder de un gran imperio?
La secuencia que pudiera definir y sintetizar parte de la temporada es el nuevo encuentro de Viktor Petrov y Claire Underwood en los márgenes de unas negociaciones fundamentales en los argumentos de esta entrega como parte de réplicas de instantáneas de las anteriores entregas. ¿Qué es Claire sin su marido y Presidente de los Estados Unidos de América? En realidad, Viktor se topara con una depredadora de poder que en absoluto está a la sombra de su esposo sino que tal y como nos avanzaba ese relato de Thomas Yates es la pieza fundamental para entender a Frank Underwood. Las versiones modernas y contemporáneas de la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont nunca se han caracterizado por el uso de su sinceridad, enmascarando sus conversaciones en textos y discursos codificados para adentrarnos en las cloacas de Washington y el triunfo del mal. La adaptación de “Castillo de naipes” siempre se ha fundamentado en la ruptura de la cuarta pared por parte de ese diablo que simplemente se va a dirigir a la audiencia en los primeros episodios para narrar un relato que se antoja discordante con la capacidad de su esposa para sobrevivir a todos a todo. Incluso a él. He aquí también la historia de la reinvención tanto de la propia serie como de sus personajes, amplificando la necesidad de que Claire Underwood tome ya el control y protagonismo de las maniobras políticas en la Casa Blanca alejándonos del anterior concepto de sus meteduras de patas. Ha madurado. Demasiado… Y tiene mucha hambre de poder.
La vida de Francis siempre giró alrededor de su padre. Le vimos mear en la tumba de su progenitor y una foto comprometida de Calvin T. Underwood, utilizada por Claire en su inicial disputa de poder, va despertar algunos sentimientos en el protagonista. Puede que los giros de guion de “House of Cards” sean tan impactantes como efectistas, pero realmente aportan la necesidad de dotar de cierta mitología la posibilidad de ceder a la propia historia de Estados Unidos y los presidentes que pasaron por la Casa Blanca. Francis se queda rápidamente sin aliados tras el sacrificio de Edward Meechum para acabar con Lucas Goodwin, enloquecido por su venganza para acabar con el asesino de aquella mujer a la que amó. La reelección parece incluso un macguffin para que los escritores puedan proporcionar al cierre de “Chapter 45” (4x06) la soñada comunión de ese matrimonio y la mirada directa de Francis a la audiencia. Ya no hacen faltan palabras ni discursos para puntualizar algo que es obvio y evidente: Claire ya es una igual y el intento de asesinato de Francis, así como su recuperación, abren una vía a la Primera Dama para reivindicarse y ocupar el rol al que estaba destinada. Esta cuarta temporada desea ser mucho más sólida que su anterior entrega, reutilizando viejos personajes y tramas para cerrar un acto que nos va a presentar en “Chapter 46” (4x07) al libidinoso y joven nuevo aspirante a la presidencia en contraste de ese otro baño en la Casa Blanca articulado sobre la soledad y distanciamiento. En ese episodio también regresa nuestro antihéroe hablándonos e introduciéndonos como cómplices de sus maquinaciones. Pero en cierto modo, la idea es mostrar a una Claire mucho más dura e inquebrantable, respaldada por ese nuevo personaje que interpreta Neve Campbell.
La gracia de “House of Cards” han sido sus reflejos sobre la realidad sociopolítica internacional eludiendo el terrorismo, como si ya “Homeland” hubiera aportado ya las cuotas y variaciones a tal fin. Tal vez sea el motivo por el que Beau Willimon se centre en temas económicos y diplomáticos mientras que el drama político apuntala esa idea de campañas y problemas internos con los que la Casa Blanca ha de lidiar. Puede incluso resultar curioso que los escritores hayan utilizado un escándalo Ku Klux Klan con Donald Trump seguramente en mente. No obstante, las amenazas terroristas ocupan una parcela de la pre-campaña electoral entre esos dos candidatos y allí aparece esa organización ICO que es el ISIS del universo del show al servicio de los Underwood. Con la introducción de Will Conway, también observamos cómo Francis integra a la mecánica de preparar sus intervenciones a Claire ya divisadas al comienzo de la temporada. Y, entonces, volvemos al show de Netflix en su versión clásica dejándonos claro que cuando el matrimonio trabaja juntos son implacables y capaces de derrotar a cualquier rival. Ya no hay imperfecciones, son una engrasada máquina de confabular y engendrar todo tipo de complots, cuyo punto de giro lo establece su capacidad de destruir todo a su paso. Volvemos a 2013 para trazar la línea y origen de todo, para revelar que el destino de Francis Underwood estaba ligado al de Will Conway antes de que empezara la propia serie… No es que la irrupción de los Conway revele paralelismos y opuestos frente a los Underwood, con esa familia que éstos se negaron a formar, pero elabora ese reflejo en el que las redes sociales y la imagen marcan los tiempos de la política actual. “House of Cards” es un certero dardo envenenado sobre los medios del poder y su supervivencia, sobre su precio y dobleces morales entre un entramado ficcional repleto de efectistas giros de guion donde el crimen no suele ser una opción. Esta cuarta temporada, en realidad, es un recopilatorio de todas las anteriores, una especie de recapitulación para sentar las bases de un drama que quiere seguir creciendo aunque manteniendo a su pasado cerca, como si todavía esas capas periodísticas y ‘conspiranóicas’ alrededor de la muerte de Zoe Barnes (Kate Mara). No es que el club de supervivientes de Francis Underwood sea similar al de Hannibal Lecter pero hay una estrategia argumental de unirlos para propulsar el espectáculo a través de esa sensación de compendio. También seremos testigos de esa extraña mecánica de Doug para acercarse a las víctimas de las acciones para salvar a su amo o su difusa relación con Seth Grayson para otorgar a sus personajes algunos satisfactorios matices. Es posible que ver la imagen de Thomas Yates ‘deleteando’ ese THE END represente que la serie de Netflix quiere seguir escribiendo su historia, prologando ese final y despedida que cada vemos más lejos ya que, tal y como revela Claire, van a ganar todo el tiempo posible para perpetuarse en la Casa Blanca.
«We are at war».
En “Chapter 49” (4x10) aparece la jugada de los escritores respecto a la introducción de la madre de Claire Underwood, interpretada por Ellen Burstyn, y de su enfermedad terminal. En los márgenes de esa humanidad ―de ver cómo una hija administra esas gotas necesarias para que su progenitora tenga una muerte digna― también yace la estrategia política, el sacrificio final. Pero también en la conversación en el Despacho Oval entre Catherine Durant y Francis Underwood yace la esencia amenazadora del protagonista y su capacidad de inspirar el más absoluto terror a sus oponentes cuando el Vizconde de Valmont revela sus auténticos y perversos pensamientos. También ese discurso emotivo de Claire que despide el episodio en cierto modo disecciona esa verdad que esconde el poder de las palabras en mundo dominado por el arte del engaño y la manipulación mediática. En “Chapter 50” (4x11) el affaire entre Claire y Thomas y la investigación de Tom Hammerschmidt ocupan algunas de las parcelas en esa batalla política por la presidencia con los Conway. Pero aquí también aparece la noción de honestidad frente a esa política de cartón piedra tan superficial como hueca respecto a las redes sociales o, lo que es lo mismo, la forma que ve Thomas de que Claire puede hallar la diferencia. Y en este espacio podemos hallarnos hacia esa tonalidad del espectáculo más interesado en las emociones de sus personajes, como si ese material fuera la calma de una cercana tempestad a punto de estallar. Volvemos a esa imagen de la cocina de la Casa Blanca y un nuevo integrante en esa extraña familia que parece haber encontrado un nuevo orden. De este modo, “Chapter 51” (4x12) establece ya el enfrentamiento directo de los Underwood a Conway y al General Brockhart pero al mismo tiempo conjuga esos elementos cibernéticos sobre lo previsible que somos los seres humanos con esos datos del ciberespacio que dictaminan el resultado final incluso de una campaña política. Puede incluso que esas más de ochenta mil llamadas lanzadas sean un homenaje a “El cortador de césped”, como si la distopía ya hubiera llegado. El previo antes del season 4 finale utiliza ciertos mecanismos de tensión gracias al secuestro de unos rehenes por ese grupo terrorista que representa a ISIS en “House of Cards”. Will Conway va a trabajar junto a Francis Underwood y esto va llevar a toda su familia a la Casa Blanca reiterando ese juego de reflejos. Resulta interesante tanto el recordatorio a Guantánamo como esa proyección final de la democracia y libertad para manipular a los ciudadanos tal y como gestiona Estado Islámico captando radicales y soldados, sin realmente importarle creer en la misma religión que utiliza como eje de su discurso. Que la política se ha convertido en la nueva religión y que el estatismo ha condicionado a la sociedad es parte de la jugada final de Beau Willimon, donde únicamente el quinto poder puede desestabilizar ese castillo de naipes que Francis Underwood ha puesto sobre sus pies. ¿Y realmente aquí nos podemos plantear un periodismo honesto o el propio Tom Hammerschmidt no se mueve por una vendetta personal por las víctimas cercanas que dejaron las acciones de aquel ‘dictador’ que pretende atacar con su artículo y derrocar? ¿O no habita en todo ese discurso cierto sentimiento de fatalidad al comprobar que su posible relevo republicano es simple fachada y parte de un estrategia de marketing de diseño? Y en este territorio yace la pirueta de revelar el precio del poder y ese enfrentamiento con sus excesos a través de la prensa. De nuevo, los personajes secundarios toman bando y Remy y Jackie Sharp se alejan de ese sociópata que destruye todo a su paso. Freddy se aleja del influjo del veneno de esa víbora pero no es un soplón. Catherine Durant está en la mirilla tras su intento de traición fallido. El crescendo de “Chapter 52” (4x13) y la crisis terrorista con esos rehenes da la impresión de iniciar los primeros compases del principio del fin junto al artículo que amenaza con destruir la carrera de Francis Underwood y revelar su conspiración junto a Durant para hacerse con la presidencia. Todo comienza a caer, todo aquello que con tanto tesón construyeron… y este jugoso material aparece de nuevo la creación del caos, la guerra y el miedo como elementos para poder manipular a las masas en los márgenes de una cortina de humo. Es coherente que el cierre de la temporada lo ejerzan Claire y Francis viendo la ejecución de ese inocente que realmente es el mártir de su nueva causa. La barbarie queda ya en un contraplano y seguimos el rostro de los protagonistas que parecen encajar en el póster promocional de la temporada. Ambos nos miran… Son uno y están listos para una cruenta batalla que no veremos hasta el 2017. El final sigue sin estar escrito.
«We don’t submit the terror
We make the terror»…
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