jueves, 10 de marzo de 2016

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Love: Adicciones, amor y tragicomedia

Serie de TV
“Love”
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

La rebelde Mickey y el dulce Gus navegan por las aguas turbulentas de las relaciones modernas, en esta nueva comedia cocreada por Judd Apatow.

Crítica Bastarda:

“Love” es la crónica de un retrato borroso, la acción de ‘deletear’ palabras escritas y, sobre todo, la idea de plasmar el amor como concepto teórico alejado de la realidad. La historia romántica de Gus y Mickey pasa por distintas fases crónicas, como si los lugares comunes del subgénero (chico conoce a chica, la primera cita, el anticlímax, etc.) establecieran el marco y fondo de un lienzo sobre el que Judd Apatow, Lesley Arfin y Paul Rust desean revelar la ironía de esos claroscuros de toda relación. Posiblemente hay una intención de querer seguir la fórmula televisiva de la nueva dramedia romántica de la televisión por cable, apuntalando ciertos conceptos donde la falta de censura del formato ha permitido crecer a las propuestas en distintas y satisfactorias tonalidades. No merece recordarlas todas de nuevo pero en el caso de “Love” su articulación desea establecerse desde distintos frentes diseccionando a los personajes en escenarios que les dividan entre su vida laboral y personal. Existe un concepto psicológico, como si el personaje que interpreta Brett Gelman quisiera revelar los interiores de Mickey (Gillian Jacobs), esa adicción y autodestrucción ligadas la una a la otra. En cierto modo, los trabajos (y ecosistemas) de los protagonistas suelen asegurar sus conflictos, detonando y despuntando sus frustraciones. En el caso de Gus (Paul Rust) esa serie ficticia y sus aspiraciones artísticas articulan la historia de ese maestro al que le queda mucho por aprender y que va a recibir constantes lecciones vitales de una preadolescente actriz. Aunque “Love” nos introduce en esa burbuja que conforma el universo ‘Wichita’, la idea es plantar las semillas de las metareferencias, que esa ficción de género amparada en corrientes actuales formen uno de los muchos microuniversos que componen “Love”


Esa mencionada ‘microirrealidad’ sirve, junto a diferentes parcelas, para que los personajes diferencien y se distancien de esa fantasía que simboliza el amor para que traten de integrar cierta credibilidad a su discurso. En la serie de Netflix se sienten viejos temas, asuntos y personajes del universo Apatow, como si esa reiteración de protagonistas inmaduros cobrara otro tipo de matices y conexiones. Interesa más la modulación de esa fotografía de Mickey, ligeramente desenfocada, como alegoría de una mujer cubierta de barreras que impiden divisar su auténtico rostro y esencia. Hasta que Gus no se desprenda de ese retrato será incapaz de acercarse al verdadero amor, como si “Love” planteara la posibilidad de reboot y regreso al principio de todo para marcar tanto el fin como el resucitar de un romance. En ese aspecto, el corazón dramático de la propuesta es capaz de latir de nuevo, reinventarse más allá de etiquetas como una versión adulta de “Kids” de Larry Clark, una serie bajo la capa cinematográfica de Apatow o un simple sketck ácido a golpe de tatuajes con referencias a un sarcoma. “Love”, por el contrario, quiere articularse sobre esa recomendación radiofónica que no le sienta en absoluto bien a Mickey, al desnudar su conflicto: «cuidado, si conviertes tu sobriedad en un chiste, es tu vida la que se convierte en una tragicomedia».


Precisamente, la historia de amor de Mickey y Gus parte de relaciones previas que rompieron sus respectivos corazones, que les posibilita que el destino (o azar) les haga conectar el uno con el otro. Puede que “Love” no aporte demasiado a ese subgénero de opuestos encontrados que alcanzan la complementación necesaria y que la batuta creativa de Paul Rust reste protagonismo a ese fructífero germen de la propuesta: el retrato de una mujer perdida en la autodestrucción que la rodea y en continuada crisis que ejemplifica el personaje que interpreta Gillian Jacobs. Es cierto que la nueva serie de Netflix está a años luz de la magnífica Catastrophe y de esa terna de episodios románticos que formaban un brillante arco argumental en la primera temporada de Master of None. No obstante, “Love” desea reivindicar sus espacios en los márgenes de ese hedonismo al que se suelen abrazar sus personajes, como si las drogas fueran sustitutos de esa otra heroína que acaba siendo el amor. Y es ahí donde la nueva serie de Netflix ejecuta un discurso anti-romántico que acaba culminado como un macguffin en prácticamente toda su primera temporada de cara a servir como una simple y fallida introducción al comienzo de una nueva relación; como si “Love” nos hubiera engañado ejecutando una presentación y truco de magia de lo que, en realidad, desea ser la serie a partir de su nueva entrega. Al fin y al cabo, la dramedia consiste en plantearse y valorar las fallidas relaciones anteriores de sus protagonistas como espectros recurrentes en la ficción; viejas pulsaciones que ya son pasado siendo la ironía latente de ese corazón que forma el núcleo de una serie repleta de microuniversos, posibilidades y, por supuesto (des)amores. 

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