domingo, 3 de mayo de 2015

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Nightcrawler: Jóvenes emprendedores

“Nightcrawler”
Director: Dan Gilroy
EEUU
2014

Sinopsis (Página Oficial):

Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) es un joven sin empleo ni escrúpulos que decide adentrarse en el mundo del periodismo sensacionalista tras ser testigo de un brutal accidente.

Crítica Bastarda (SPOILERS):

Considero que es un error enfocar el film de Dan Gilroy hacia una sátira sobre el mundo del periodismo y la búsqueda del sensacionalismo para atraer a la audiencia. “Nightcrawler” utiliza la carroña de los medios de comunicación televisivos durante cada noche en la que Los Ángeles sangra y una pantalla se lo cuenta a primera hora del día siguiente. Pasamos del thriller a la comedia negra protagonizada por una extraña pareja de vampiros interpretados por Jake Gyllenhaal y Rene Russo, pero muchas veces se olvida el objeto de su diálogo y relación: los negocios. Y es que para diseccionar la cinta protagonizada por un sensacional Gyllenhaal pudiéramos entablar la conexión que establece entre “Network (Un mundo implacable)” y “El fotógrafo del pánico”. No obstante, únicamente retrataríamos la superficie, esos flujos de sangre fría sobre el sarcasmo de la ética televisiva y el terror plasmado en un encuadre. Es más jugoso acometer un análisis del material del guionista de “The Fall. El sueño de Alexandria” como un retrato del capitalismo, como ese sueño americano que también puede ser una pesadilla gracias a un material onírico e intangible. 


Louis Bloom no respeta la propiedad privada, no acata mínimamente las reglas básicas del capitalismo, pero sí desea mantenerse a la expectativa del sueño americano logrando sus objetivos y progresando en la vida con su esfuerzo y determinación. Le vemos robar por la noche en un lugar donde, al parecer, están haciendo una obra y dejan los materiales. No duda tampoco en atacar al guardia de seguridad que le pilla in fraganti. Le gusta su reloj, se lo roba como una urraca atraída por algo brillante. Es un animal, retratado muchas veces como una hiena y un depredador. Es un sociópata y precisamente se dará cuenta —al negociar por el precio de esas mercancías robadas— que nunca podrá pedir un trabajo. ¿Qué patrón confiaría en tener a un empleado que no es de confianza? Lou sabe que es un perro condenado a morder a su amo… y salvo que no tenga uno no podrá acercarse a ese sistema que gobierna la selva en la que habita: el capitalismo. ¿Adiós sueño americano o es precisamente el comienzo de su pesadilla?


Y, entonces, llega la epifanía. Al ver un periodista freelance grabar un accidente de automóvil se interesa por ese trabajo y actividad. Habla con ese hombre llamado Joe Loder (Bill Paxton) que filmaba allí, descubre que existe un mercado, queda seducido por ese poder. Necesita, no obstante, una inversión inicial utilizando un nuevo robo de una bicicleta de carreras, consiguiendo así la inyección de capital para comprar los medios necesarios: una cámara de vídeo y una radio para captar la frecuencia de la policía. Hace un estudio de mercado, observa las cadenas a las que puede vender su material y decide acercarse más a la víctima de su primera grabación para ofrecer algo distinto a la competencia. No se trata de la ética ni del límite moral porque todo lo que filma es un simple producto desde el momento en el que da al botón de grabación. Se trata de encuadrar el terror como hacía Mark Lewis pero su objeto no es un trauma psicológico sino simple y mero marketing. Nina Romina (Russo) entiende su lenguaje. Es un animal como él, un vampiro al que únicamente le interesan los negocios. La oferta y la demanda ya trabajan mano con mano. Lou se encuentra con la competencia y decide utilizar los mecanismos de cualquier actividad económica, pero estamos hablando de un sociópata como encargado de articular el capitalismo. Si no tiene moral con el producto menos con sus empleados. Lou tampoco es un hijo del american-way-of-life ni decide redimirse al capitalismo para satisfacer sus intereses personales. Si compra un deportivo no es para lucir un gran y brillante coche ante la sociedad, como reflejo de su éxito, sino que su intención es ir más rápido y llegar antes a los accidentes o crímenes. Sabe crear la oferta que necesita la demanda y es conocedor de que el producto soñado es un crimen en un barrio de ricos. Esperará pacientemente, como esa planta que crece en su pequeño apartamento. 


Lou altera la escena de un crimen para condicionar su producto, va mejorando sus medios y seguramente consiga mejores ingresos que nunca compartirá con su, de momento, empleado y sufrido becario. Exprime las reglas pero se encuentra con que la competencia puede ser más y mejor. Decide, por lo tanto, acabar con la misma e incluso someterla a una especie de castigo convirtiéndola en producto como marca de una absorción corporativa. Y, entonces, llega un gran crimen en una lujosa mansión en un barrio de ricos. La planta ya ha crecido y dejó de ser semilla. Lou decide diseccionar y manipular su producto, construyendo él la propia historia para generar que todas esas cadenas que observaba cada mañana emitan su material. Recordemos, “Nightcrawler” es un retrato sobre el capitalismo exento de ética y moral: no hay víctimas sino marketing, la imagen y la sangre son sinónimo y comunión del consumismo. Lou sabe cómo eludir a la ley y ha mantenido la identidad de los asesinos únicamente para él. Su becario se pone nervioso, quiebra su pacto y le amenaza con acudir a la policía inspección de trabajo. Lou decide despedirlo a su manera. Es decir, convirtiéndole también en parte del producto e historia sobre un tiroteo entre la policía y los sospechosos del crimen con una gran persecución final como gran clímax. Recordemos, la imagen es un producto, el mundo se convierte en un negocio, la comunicación es una vía de contagio y medio libre de explotación. Lou ha ido tanto aprendiendo sobre los mecanismos de la venta empresarial como finalmente desea gestionar completamente su producto, revelando su propia presencia y persona como marca autoral del mismo. Finalmente ha conseguido que esas imágenes ya puedan articular la más perfecta historia que vender. El becario tiene que morir bajo el mismo lema que ese jefe que rechazó su petición de trabajo. ¿Qué patrón confiaría en tener a un empleado que no es de confianza? La policía sabe la verdad pero no tiene pruebas. Lou construyó su propia historia bajo las leyes de la imagen y su producto es sólido e inquebrantable en los márgenes de esa noticia impactante matinal, que esconde otra menos agradable a ese público voraz que no escuchará al día siguiente. El crimen está allí y siempre existirá un vacío legal. Lou culmina su crecimiento profesional robando las ideas a la competencia, construyendo el inicio de un imperio con el que soñaba Joe Loder. Sentimos la arcada y el terror, así funciona el capitalismo más carroñero y salvaje cuando un sociópata lo utiliza para sus intereses. Así se reproduce el cinismo y la carencia de ética en esas antenas que propagan ese nuevo virus por todo el mundo. Fin. 

P.D.: Si Jordan Belfort le diera un bolígrafo a Louis Bloom para vendérselo éste se lo clavaría en el ojo y, después, lo filmaría.

Licencia de Creative Commons
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1 comentario:

  1. Rafael Gutiérrez7 de mayo de 2015, 9:23

    Ni el personaje de Kevin Rahm parece que tenga un ápice de ética.

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