Los créditos iniciales de este capítulo de “Louie” han quedado disminuidos, acortados, limitados como reflejo de un acto premonitorio. En este episodio sin título —y quinto de su quinta temporada— hemos llegado a la representación de las pesadillas del personaje que interpreta y monopoliza Louis C.K. e incluso pudiéramos imaginar que toda la entrega —o, al menos, desde que el personaje se queda dormido en el taxi— es un largo y lynchano sueño en el que encuentra el infierno para hallar el cielo. Normalmente el show de FX ha servido para plasmar la psique del comediante y revelar sus exaltaciones, miedos y frustraciones, pero en “Untitled” nos va a someter a ese mundo vital y existencial que ha quedado limitado en un escenario, su edad y sus propias hijas. Repasemos esa pesadilla sin título, repasemos “Untitled”.
Podríamos aventurarnos a revelar que la secuencia final con Louie durmiendo, por fin, feliz sintetiza el contraste con un macabro poema hecho canción repleta de diarrea:
Sueño con un pequeño monstruo,
arrastrándose por mi pierna.
Me temo que van a venir de nuevo,
si me voy a la cama.
Ojalá que otra cosa,
estuviera en mis sueños.
Aquí vienen esos pequeños monstruos,
arrastrándose por mi pierna.
Sueño con bebés muertos,
¿y por qué sonríen?
Odio a esos bebés moribundos,
¿por qué no acaban de morir?
Sus caras sonrientes,
dame diarrea.
Por favor, mueran,
muéranse bebés,
en mi diarrea.
Mis sueños,
mis sueños,
mis sueños…
Esa banda sonora discordante, aunque repleta de ironía, despide ese recital de caos, descontextualización de la psique del humorista y, por supuesto, una locura donde no falta trauma y un catálogo de terrores personales. Como concluía John Waters en su capítulo de ‘Majareta’ titulado «RELATO CORTANTE (100 cosas que odio)»: ODIO a la gente que dice: «Anoche tuve un sueño rarísimo…» (101). Louis C.K. nos lo va a contar para que el odio se transforme en amor… rarísimo. “Untitled” representa los miedos de todo comediante: que alguien no sólo robe tus chistes sino que los transforme en algo mucho más divertido y mejor interpretado, que te acabe robando tu personalidad e incluso tu abrigo, que sea una mejor versión que ti, en definitiva. Ese discurso nos conduce también a los problemas de comunicación con sus hijas y a la falta de empatía con un mundo oscuro que bien pudiera representar ese hombre prácticamente desnudo y sin ojos que le acecha en sus pesadillas constantemente. No falta el componente sexual y el horror de todo pajillero: que su sexo quede transformado en un amorfo e inservible trozo de carne o tener fantasías sexuales con su propio hermano de un modo ‘bizarro’, absurdo e incluso asfixiante.
En cierto modo, “Untitled” se resume en el trauma que causa la pesadilla y no es otro que el egoísmo de Louie por los sentimientos y problemas ajenos de esa gente que conoce (y se niega a conocer), habitualmente utilizados en sus monólogos sobre el escenario. Esa madre ¿divorciada o viuda? completamente mortificada por la soledad —y su incapacidad de reubicar un acuario en su casa— provoca un cataclismo y remordimiento en el propio protagonista. Posiblemente Louie sea incapaz de entender una simple deshidratación de su imaginativa hija pequeña y los males y malestares del mundo que rodea. No es capaz de comunicarse satisfactoriamente con el mismo, balbucea, se pierde en sus laberintos. Planteemos que este capítulo es su redención personal y como siempre lo hace a su modo, sudores y referencias. Vivimos ya en un mundo en el que “La naranja mecánica” está completamente asimilada por nuestra presente sociedad y nuevas generaciones. Incluso un adolescente ve en la cinta de Stanley Kubrick su componente artístico por encima de esa etiqueta de «la película más horrible y violenta de la historia», que se ha diluido como la diarrea al tirar de la cadena y es pasado… Puede que “Untitled” se resuma desde otra perspectiva más satisfactoria que no es otra que el rol perdido de Louie y lucha vital desde su divorcio: volver a ser ‘el hombre de la casa’, esa animal doméstico que ayude a una mujer a ser más feliz y reciba un polvo en la encimera como recompensa a su esfuerzo. O lo que es lo mismo: un trauma desemboca en una de sus fantasías sexuales. ¿Con haber comprado “El fontanero, su mujer, y otras cosas de meter” no le hubiera servido a Louie para conciliar mejor el sueño? Quinto capítulo y nueva joya independiente de las anteriores, como si el genio quisiera ofrecer un compendio de grandes historias alejadas y distantes que dividan su alma para recomponerla a modo de temporada.
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