jueves, 3 de noviembre de 2016

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American Horror Story. My Roanoke Nightmare (6x08) Chapter 8: La televisión como eje


Existen varios discursos centralizados en el poder de la televisión que se han dado cita durante estos primeros ocho episodios de “American Horror Story: My Roanoke Nightmare”. Todo ese juego de realidades, réplicas y doppelgangers desean llegar más lejos de una carcasa cercana a “El Proyecto de la Bruja de Blair”[•REC]” con elementos de un reality show sino que, por el contrario, sus intenciones desea ser mucho más certeras y sibilinas. En “Chapter 8”, octavo episodio de la sexta temporada de la antología creada por Ryan Murphy y Brad Falchuk aparecen por fin muchos conceptos que dan sentido a la proposición para esta entrega combinando ficción dramatizada, tono documental y found footage. En cierto modo, los personajes han quedado atrapados en esa farsa que algunos de ellos interpretaron y otros, de nuevo, están volviendo a sufrir en sus propias carnes detonando los mecanismos que definen la supervivencia elemental. Si Matt y Shelby sobrevivieron a esa casa maldita y a los espectros que les acosaron durante la Luna de la Hierba Moribunda fue en cierto modo debido a que ambos consumieron su matrimonio en el proceso como combustible. Una vez agotado todo, su reencuentro simplemente ha servido en bandeja esa metáfora trágica alrededor de un survival horror: el auténtico monstruo puede ser uno mismo y la confesión de adhesión de Matt por esa salvaje bruja del bosque fue su sentencia de muerte. La realidad para Shelby (el enfrentamiento directo al conocer que aquel que fue su esposo y el amor de su vida daba por concluidos sus sentimientos sobre ella) provocó un estallido de violencia con la que Matt fue brutalmente asesinado a lo Negan. En “Return to Roanoke: Three Days in Hell” veremos que Shelby no será víctima tampoco de los espectros sino que fue Agnes Mary Winstead aquella que la dejó malherida mientras ella misma decidirá acabar con su vida delante de ese Matt ficticio que representa Dominic Banks. No hay escapatoria, palabras mágicas para salir del paso… Queda enfrentarse con los actos que ha cometido. La historia de amor trágica ha encontrado su reverso y fin… Curiosamente el actor que interpreta Cuba Gooding Jr. también destapa otro de los discursos de la propuesta: la televisión y su fama como eje y respuesta existencial. Él simplemente buscaba su propio programa… y el precio va a ser demasiado alto… ¿O quién dijo que triunfar en esa jungla de criaturas salvajes que es la fama mediática fuera sencillo? “Chapter 8”

Que la televisión pueda ser la gran verdad lo saben a la perfección Ryan Murphy y Brad Falchuk y en “Chapter 8” veremos esa contraposición entre la ‘mentira’ que suponía “My Roanoke Nightmare” frente a la ‘realidad’ de “Return to Roanoke: Three Days in Hell”. Ya no hay palabras mágicas ni posibilidad de escape ante esos silenciosos espectros con los que el espectáculo pretende atemorizarnos tanto a nosotros como a los protagonistas. En ese juego de réplicas destaca esa capacidad de no hacer demasiados aspavientos de esos fantasmas sino sumergirnos en ese enfrentamiento dentro del juego de réplicas de las vivencias dramatizadas y ese supuesto plano real, que está haciendo que personas ‘reales’ y actores y personal técnico estén emborrachando con su sangre ese suelo maldito y sediento. La idea de que falsa ficción sea superada por la falsa realidad nos lleva a un argumento un tanto diáfano en esos dos frentes alrededor de la supervivencia de Matt y Shelby en la mansión asediada desde el interior por las víctimas de La Carnicera, y, por otro lado, las penurias de Audrey, Monet y Lee con los Polk. El canibalismo de estos últimos sobre el ya maltrecho cuerpo de Lee y su necesidad de torturar a Audrey y Monet extrayendo sus dientes para conectar con esa lluvia aterradora con la que prácticamente comenzaba la temporada. En “Chapter 8” también se desea conectar a los Polk con el Hombre Cerdo para establecer una extraña metáfora de personajes atrapados dentro de un horror…


Es curioso que la actriz (Audrey) sea incapaz de haber entendido al personaje que encarnó. El suicido de Shelby, tras asesinar a su esposo, incluso parece una idea descabellada para la hermana de la víctima. Audrey, que conoce a Shelby mejor que ella misma, la ve como un personaje demasiado egocéntrico para suicidarse… pero la realidad es otra. Y es que Shelby carecía de un sentido para seguir adelante… salvo las mentiras de Dominic Banks. De nuevo, la realidad se enfrenta la ficción y decirse sacrificarse en pos de seguir viviendo con la esperanza de una mentira. Las frases de Audrey y su fijación respecto a esa audiencia, que entiende verá y disfrutará el espectáculo sangriento que ella misma protagoniza, nos transporta a esa relación idílica entre telespectadores y la propia mentira/verdad que allí se da cinta. Esas citas de Audrey bien pudieran ser los comentarios de su pista de DVD, su epitafio antes de una despedida que cada vez parece más cerca. Grosso modo, el episodio es directo y sencillo en sus líneas argumentales. Shelby, tras tratar de escapar junto a Dominic y ser asediados por los espectros y quedar encerrados en el baño de la habitación, se suicida cortándose su garganta. El actor, que esperaba encontrar su propio programa haciendo de villano en esta edición de Gran Hermano Roanoke, quedará destrozado hasta el regreso de Lee y Audrey, que le acusan de un crimen que no ha cometido. ¿Un guiño socarrón a American Crime Story: The People v. O.J. Simpson”? Dominic será víctima de Mr. Piggy aka el Hombre Cerdo en el exterior de la habitación… 


Por parte de las aventuras de Lee, Audrey y Monet con los Polk veremos cómo todas ellas escapan manchándose las manos de sangre (tanto suya como ajena). Antes de que Lee sea loncheada e incluso el hueso de su hombro parte de un sopa caníbal, trata de ganarse a ese Polk interpretado por un irreconocible Finn Wittrock para acabar con él y escapar salvando a una desdentada (?) Audrey. De nuevo aquí somos testigos de todo ese entramado del discurso televisivo de la propuesta ya que da la impresión de que los Polk desean reivindicar la fama que no tuvieron por parte de ese programa que fue un éxito en Estados Unidos. Y en ese país (como en el mundo entero) toda la población se ve sometida por los designios de la televisión… Por otra parte, Lee utilizará la cámara por verdad para soltar una confesión delante de su hija Flora que no es otra que su declaración de culpabilidad en el asesinato de su ex marido. Desconocemos si probar de nuevo la cocaína provocó esa subida de euforia y energía para luchar por su vida e incluso encontrar una vía de sentido a su dolorosa y alargada tortura y fin. Sabemos que en ese lugar una nueva cámara aporta otro punto de vista y un testigo con el que seguramente no cuente Lee… Antes, Monet consiguió escapar siendo perseguida por esos garrulos lisérgicos que van de matanza caníbal… Centrándonos en Lee y Audrey, ambas mujeres reducirán a Mama Polk y la actriz que interpretó a Shelby cometerá un asesinato a sangre fría con sus propias manos. Una vez que ambas están a ‘salvo’ en la mansión, Lee convence a Audrey para volver a la (otra) casa de los horrores debido a que esas grabaciones contarán una historia con las que ambas serán condenadas por el pueblo estadounidense. Lee sabe de lo que habla aunque ahora hay una prueba de que cometió un asesinato dentro de esa irónica cruzada por la superviviencia. ¿O matar a rednecks caníbales que tienen en el bolsillo a la policía no cuenta? Nuevamente, la televisión es el eje… En su salida por la mañana de la mansión el Hombre Cerdo espera a la puerta pero, sorprendentemente se trata de Dylan (Wes Bentley) disfrazado, el actor que interpretó al hijo de la Carnicera. Sabemos que se trataba de otro de los trucos que tenía preparados Sidney pero su llegada puede suponer un interesante giro de cara a la salvación de ese par de mujeres que ahora focalizan toda nuestra atención. Puede que el día les dé a todos un respiro antes de los sacrificios finales. Ya solamente quedan tres y una nueva incorporación.

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