sábado, 26 de noviembre de 2016

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Prisioneros: El laberinto

“Prisioneros”
Título original: “Prisoners”
Director: Denis Villeneuve
EEUU
2013

Sinopsis (Oficial):

¿Hasta dónde llegarías por proteger a tu familia? Keller Dover (Hugh Jackman) se enfrenta a la peor pesadilla de un padre. Anna, su hija de seis años, ha desaparecido, junto a su amiga Joy, y a medida que los minutos se convierten en horas, le va invadiendo el pánico. La única pista: una destartalada autocaravana que estuvo aparcada anteriormente en su calle. Encabeza la investigación, el detective Loki (Jake Gyllenhaal), quién detiene a su conductor, Alex Jones (Paul Dano), pero la falta de pruebas le obliga a devolverle la libertad.

Crítica Bastarda:

No es en absoluto una novedad que un caso que asola a una comunidad sea el motor para que los secretos que albergan los habitantes de la misma comiencen a salir a flote, floreciendo oscuras revelaciones que permitan la desconfianza de los unos en los otros. No obstante, en el caso de “Prisioneros” la desaparición de dos niñas sirve a Denis Villeneuve para explorar la naturaleza humana cuando explota por los aires esa invisible protección que gobernaba las convivencia de esa sociedad que ahora será puesta a prueba. A partir de ese punto, en el que todas las convicciones estallan, la violencia encuentra el poder para presidir un mundo repleto de impotencia y dolor. Y es ahí donde el sufrimiento provoca que las personas cometan actos abominables y se transformen en demonios, arrastrando a otros seres que se acercan a ese virus que propagan engendrando una enfermedad sin fin. Sobre ese leitmotiv aparece un tratamiento religioso respecto a dios y los propios sucesos que rodean al ser humano, como si una entidad invisible fuera una excusa por unos y otros para hallar tanto una supuesta y fingida salvación como una autoimpuesta perdición. Evidentemente nos encontramos ante un lacónico thriller, con algunas cuestionables lagunas y consecuentes y caprichosos giros de guion, que destaca por su notable reparto y sobre todo por la atmósfera desasosegante, plagada de incomodidad, junto al savoir faire que imprime en la obra su director. Pensemos en que si “Prisioneros” es considerada una de las 100 mejores películas del siglo XXI por parte del público no es fruto de casualidad sino de la accesibilidad del argumento así como de la excelencia artística de la carcasa que envuelve al film. 


El arco argumental del relato se articula sobre las decisiones que toma el padre de unas niñas en paradero desconocido, interpretado por Hugh Jackman, al secuestrar al inicial sospechoso del rapto puesto en libertad debido tanto a su condición mental como a la falta de pruebas. “Prisioneros” está marcada tanto por las desapariciones, que se van encadenando en su argumento, como en esa capacidad de convertir a supuestos buenos hombres en demonios una vez que la desesperación ha hecho acto de presencia y se ha apoderado de sus almas. Esa completa devastación humana encuentra un contraplano en la investigación del agente de policía interpretado por Jake Gyllenhaal, que también trata desesperadamente de encontrar la solución a un laberinto que se planeta desde diferentes frentes, haciendo que de nuevo la violencia se persone en sus acciones. Un debate interesante sobre la propuesta se establece en las propias torturas realizadas sobre Alex Jones (Paul Dano). ¿Tuvieron alguna clase de sentido final? ¿El fin justifica esos medios tan poco éticos y claramente ilegales? ¿O el otro frente policial no hizo más que cometer errores y halló respuestas por un golpe de suerte? Tal vez todos esos actos abominables que describe el film alrededor de esos monstruos, hombres y demonios, sirvan a Villeneuve para entablar un discurso sobre la hipocresía y permisividad de la sociedad respecto a esos otros presos y torturas que establecen sus gobiernos en pos de su seguridad. Sobre tal territorio, también el film permite una lectura sobre personajes atrapados en sus propias celdas existenciales, siendo prisioneros de ese laberinto sin solución que enmarca ese icónico colgante del gran villano ausente salvo como un putrefacto cadáver, pero cuya huella reside aún en la obra que dejó en aquellos otros que siguen torturados en vida. Ese encadenado de secuestros y encierros en la crónica del largometraje nos lleva a ese planteamiento en el que las víctimas se convierten en verdugos para esa sociedad que recurre a la violencia por su propia mano si es necesario. Desconocemos si las maquinaciones de Keller Dover (Jackman) sirvieron al detective Loki (Gyllenhaal) a resolver el caso o si, por el contrario, el destino reserva una cruel respuesta a cada acción que éste tomó. Posiblemente “Prisioneros” también plantee que la búsqueda de respuestas no es un camino sencillo sino plagado de víctimas colaterales y perturbadoras consecuencias. Todos necesitamos ayuda y ser socorridos en esa espiral de perdición que conforma el laberinto que rodea a nuestras vidas, parece decirnos la película. Al fin y al cabo, la propia sociedad vive prisionera de sus propios demonios, plasmados en el film en esas serpientes y metafóricas marañas sin solución que designan una manifiesta enfermedad mental tan contagiosa como consecuentemente violenta y autodestructiva.

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