viernes, 30 de abril de 2010

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6 – 3

Levanté la vista y observé un déjà vu que envuelve mi vida actual:
«COLMENAR 6 – CHAMARTÍN 3»
No era el marcador de un partido de fútbol aunque estaba en un marcador, mejor dicho, en dos separados marcadores. Ya se habló en este mismo blog de las inclemencias gatunas (también existe la modalidad del suicidio ‘cuántico’ y ‘cuantificado’, algo que se plantean muchos de los viajeros del transporte público a veces) de estar encerrado en una caja al vacío y estar vivo y muerto a la vez. Otra vez hay huelga encubierta o mejor dicho pre-huelga en los trenes de cercanías y nos toca asistir impertérritos a realidades alternativas, a trenes con mismos destinos en sentidos contrarios y a jugar al arte del despiste. Renfe Cercanías convoca, eso sí, un concurso de micro-relatos de 99 palabras sobre el viaje y el movimiento: se podría contar las peripecias espacio-temporales y dejando 79 palabras para insultar (sin faltar el respeto) pero obviamente la ocurrencia narrativa quedaría encerrada en un cajón y sin posible premio salvo un gato muerto o una pistola 'cuántica'.


Para colmo el Metro de Madrid pone y saca a becarios y no aciertan con las paradas. Encima sin concurso de talentos como premio de desfogue al usuario. Lo normal es que se vayan a 50 metros o que no atinen a meter todos los vagones dentro de un ‘pequeño’ andén. Esta vez la mirada de los viajantes que intentaban ser liberados de su encierro era de órdago. Aunque con paciencia y buena letra todo llega a su sitio.
Recuerdo que una vez en Atocha parte del tren se quedó en el interior del túnel y no hubo lugar para la rectificación. Las puertas se abrieron y quién quería salir tenía que andar cincuenta metros hasta la ‘salida’ más cercana del interior del propio tren.
Esas sensaciones de encierro son, como describimos anteriormente, idénticas a las del gato de la paradoja de Schrödinger: puteado y en manos de científicos locos.


También esta mañana me contaban que ayer un autobús quedó averiado en la rampa de salida del intercambiador de Avenida de América y que ‘tuvimos suerte’ ya que el encierro de esos viajeros y de todo autobús que intentase entrar allí rozaba lo surrealista y la ironía: tan cerca y tan lejos.

Otra persona me contó hace varios años que quedó encerrada junto más usuarios en un tren que se fue a las cocheras al fallar las puertas del vagón. Yo no me lo creía pero en estos tiempos de poca cordura cualquier cosa es posible.


Cambio de rollo: y con tanto rollo del cambio climático ya no ha estaciones intermedias. Es invierno y tienes que ir vestido por la calle como una cebolla o despelotarte en plena calle si es verano. Otra cosa es madrugar con frío y asarte a la salida vespertina. Las primaveras volaron. Hoy nieva y mañana te torras. No tengo más tiempo así que tengo que cerrar el ‘chiringuito’ de las lamentaciones a doscientas pulsaciones por minuto. Haré caja inmediatamente, mejor dicho, mañana en el primer resumen mensual del blog. Pero cerrando con otro tipo de caja: posiblemente el mundo en el que vivimos sea una caja en la que sólo nos abren la tapadera desde la siete y cuarto de la mañana hasta las ocho y media de la tarde. Eso claro, si es verano y si no te dejan encerrado en un tren, metro y autobús. “La cabina” de Antonio Mercero, al parecer, sigue vigente.

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