jueves, 7 de agosto de 2014

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Mud: Ese ‘barro’ que yace dentro de toda obra

“Mud”
Director: Jeff Nichols
EEUU
2012

Sinopsis (Página Oficial):

“Mud” es la aventura de dos chicos, Ellis y su amigo Neckbone, quienes encuentran a un hombre llamado Mud escondido en una isla del Mississippi. Mud describe situaciones fantásticas, cuenta que mató a un hombre en Texas y le persiguen cazarrecompensas. También dice que planea encontrarse y escapar con el amor de su vida, Juniper, quien le espera en la ciudad. Escépticos pero intrigados, Ellis y Neckbone deciden ayudarle. Pero no pasa mucho tiempo antes de que las visiones de Mud se hagan realidad y en su pequeño pueblo aparezcan una bonita chica y un grupo de peligrosos cazarrecompensas.

Crítica Bastarda:

Jeff Nichols sabe perfectamente manejarse sobre ciertos lugares comunes para articular una triple historia de amor, impulsada frente a elementos que ya divisamos en el desenlace de “Valor de ley”. Los tiempos han cambiado pero el amor y el peligro son constantes que ya desarrollaban en la (misma) historia que protagonizaban Jeff Bridges-John Wayne y Hailee Steinfeld-Kim Darby. Los parecidos son la marca, la mordida de la serpiente, el veneno que deja todo potente amor para transformar el sacrificio en una muda de piel que dejó atrás como huella. Es hora de cambiar y seguir adelante. “Mud” se somete a esa triple película romántica en la interactúan cadenas de padres, hijos y parejas dentro de un entorno orgánico que funciona como resorte de libertad. Jeff Nichols ha decidido jugar con la historia de dos adolescentes y versiones modernas de “Las aventuras de Huckleberry Finn” o “Tom Sawyer” y no falta isla desierta y un ‘forajido del lejano oeste’ que simpatizará con los mismos para que le ayuden a retomar el rumbo, revelado en ese alegórico barco atrapado en un árbol. Los amores más profundos de una vida son las pesadas anclas para comenzar un nuevo camino y viaje, parece decirnos Nichols. Junto ese conflicto emerge el romance nivelado por la separación entre los padres del protagonista que, en realidad, esconde las réplicas de la propia evolución emocional de ese forajido (como héroe personal y espejo) e incluso de él mismo. 


De este modo, la lectura que puede proponer “Mud” es un espectro sobre Ellis como narrador de la historia y Mud como su álter ego existencial y futuro reflejo de madurez sobre el que desea plasmar los traumas paternos como imposibilidad de enfrentar la separación. Nichols decide detenerse en todas esas relaciones para trazar un discurso sobre el fin de la inocencia y la evolución hacia el florecimiento de ese adolescente donde el río conforma la metáfora de escape y refugio para evadirse de ese polvo que representa el pasado. El director de “Take Shelterda la impresión de ser consciente de tener que rendir cuentas con un climático enfrentamiento esquematizado en un tiroteo, como si el suspense rutinario fuera el otro lodo del que debería escapar y someterse al western contemporáneo que decide trazar. Llegamos de esta manera al punto narrativo dentro de esa búsqueda de aventuras para evadirse de otras realidades emocionales. ¿Realmente no existe una idealización de Mud por parte de Ellis o habita un contraplano entre el pasado y futuro de ambos personajes?


Se hablará de la actuación de McConaughey, el actor de moda, y el misterio que le rodea, como ese pasado junto al personaje que interpreta Witherspoon. Desconozco si ese velo sobre el desarrollo del personaje femenino era intencionado o se perdió algo en la sala de montaje, pero resulta demasiado irregular y pueden que sean las intenciones del propio Nichols. No obstante, “Mud” es entrañable y su realismo y credibilidad quedan puestas a prueba por su resolución dramática en pos de la violencia por encima de ese desarrollo sentimental que da la impresión de recorrer el viaje. Se aspira esa suciedad que emana la realidad que impregna a la imagen y al detalle Nichols, como si el director quisiera ensuciar las páginas de cualquier idílico cuento y empapar de actitud una historia que entrecruza la madurez con la redención. Ese ‘barro’, en definitiva, que da nombre a la cinta y cualquier eco a Mark Twain; ese ‘barro’ que yace sobre toda tierra que pisa una obra y su narrador, esa huella que dejamos atrás.

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