“The Table Polarization” nos trae de vuelta a “The Big Bang Theory” después de su parón, junto al resto de las series, para acercarnos a los últimos coletazos de su séptima temporada sin que realmente nos hayan contando nada nuevo. Se ha hecho viral uno de los grandes misterios de la serie: ¿Cómo puede pagar su apartamento Penny con su sueldo de camarera y que tengan que compartir piso un par de científicos? Realmente la pregunta es, ¿cómo puede pagar Penny ahora el alquiler si no tiene trabajo y antes donde caerse muerta? Sabemos que se prostituye pero no nos lo cuentan. Sabemos que es una escort que va a otro tipo de audiciones que la dejan sus rodillas despellejadas. Lo sabemos todo, no te preocupes Penny. Es momento de repasar “The Table Polarization”, decimosexto capítulo de la séptima temporada de “Big Bang”.
Es momento de ser breve con una serie tan breve a nivel intelectual y tan extensa en sus datos de audiencia. Después del beso en San Valentín de Amy y Sheldon llegan ahora las curvas con algo tan poliédrico como una mesa. Sheldon deberá enfrentarse a Leonard y Penny ya que una proposición altera el orden y equilibro del comedor de su apartamento. La idea es colocar una mesa para sus comidas y cenas habituales pero todos conocemos que sería manipular también esos créditos del grupo reunido alrededor de esa diminuta mesa y sofá. Mostachos aparte, Sheldon no quiere cambios que conduzcan al caos y sus lloros e imitación de bebé por parte de Leonard deja claro que el enfrentamiento entre adultos y evil-babys va a ser la parte troncal de “The Table Polarization”, un juego de manipulación naif.
La otra parte que forma la estructura del capítulo la protagoniza Howard y su posibilidad de volver a la Estación Espacial que no será tomada nada bien por sus seres queridos. Nadie recordará esta trama por la nueva aparición de Michael J. Massimino, el astronauta que trolleó a “Gravity” de Alfonso Cuarón, ni por volver el padre de Bernadette ni mucho menos por los chillidos de la madre de Howard que éste utilizará para no pasar el reconocimiento médico de la NASA porque todo el universo menos él sabía que no tenía madera de astronauta y que aquello de que en el espacio nadie puede oír tus gritos fue antes de enviar a Wolowitz allí precisamente. En definitiva, sólo recordaremos esta trama episódica por esa varita mágica que sirve como mando a distancia universal y de chiste pajillero para (y por) Raj. ¡Yo quiero una! ¡Una que no sea de carne india, claro!
El desarrollo del argumento de la compra de la mesa nos muestra la manipulación que existe dentro del grupo por hacerse por el poder. Si Amy consigue modificar el comportamiento de simios, cómo no va a poder conseguirlo con ese bebé de gran cerebro llamado Sheldon Cooper. No es la primera vez que asistimos a ese juego en el que Penny manipula a su antojo a Leonard, ya manipulado por su compañero de piso y éste, a su vez, trata de enfrentarse a Sheldon con consecuencias ¿caóticas? La supuesta ruptura de Sheldon con Amy para poner pin (y fin) a su evolución hacia la humanidad se salda con una inteligente manipulación de la neurobióloga para volver su arma en su propia contra. ¿O era al revés? Que nadie se asuste porque tendremos mesa nueva y rincón pero el caos interno volverá todo a la normalidad, a esa pequeña mesa de salón y sofá que cierra los créditos finales y que ya se ha convertido en algo tan normal y asimilado como el IKEA o los generosos salarios del Cheesecake Factory. Nada nuevo, ¿Windows 98 o una mesa estéril y de un sólo uso? Entendemos el chiste que resume el capítulo y la gracia pero nos quedamos con el bebé diabólico y sus futuros planes por hacerse con el control mental de su compañero de piso. Un filón que una serie con la memoria de bebé (y pez) presumiblemente olvide en el próximo capítulo.
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