lunes, 1 de mayo de 2017

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Las chicas del cable: Crítica ‘escrita’ por Pablo Motos (o casi)

Serie de TV
“Las chicas del cable”
(Cable Girls)
España
2017

Sinopsis (Página Oficial):

En el Madrid de los años 20, cuatro chicas viven romances, amistades y cambios sociales en su lugar de trabajo: la recién nacida compañía de teléfonos.

Crítica Bastarda:

Hola, soy Pablo Motos. Bueno, tal vez no lo sea… o quizás sí. Esta crítica, no obstante, es el reflejo de todo machista que tiene un programa de televisión en el que invita a una señora o señoritas para tratarlas de un modo en el que se indigne todo quisqui (o quisque) o lo que usted quiera ser en un red social: un huevo, un perfil vacío de ideas que lanza memes cual shurikens a golpe de hashtag o alguien que se dedica a escupir bilis de manera aleatoria sin ofrecer soluciones/respuestas a nada. Tranquilo, está entre amigos. Yo soy un machista, no ofrezco nada más que machismo. Lo tengo claro, ¿lo tiene claro usted? Sí, así me gano la vida. Lo peor de todo este asunto es que después de recibir toda clase de insultos y maldiciones descubro, pobre de mí, que “Las chicas del cable” es una serie más machista de la que pudiera haber nacido de la pluma y glande de servidor. Sí, la nueva serie de Netflix —y la primera producida en España para tal evento cósmico— es una producción sumamente machista y casposa en la que poco o nada alguien sabe algo de feminismo y sí bastante de lo que es lo gratuito y facilón. Sí, es una serie machista… pero no tanto como yo. ¿Me repito tanto como esta ficción o no le ha parecido suficiente? Efectivamente, «hay tópicos que suenan a otra época»… y “Las chicas del cable” se engalana de lo rancio y cutre —en lo que defensa de la libertad de la mujer se refiere y la búsqueda de derechos exclusivos de los hombres— hasta decir basta. Y es que retratar la vida de varias operadoras en el Madrid de finales de los 20 para demostrar un cambio social en la época se podía haber hecho de distintas maneras. A mí se me ocurren algunas: 

a) Una serie inspirada en un filme de Pajares y Esteso con las protagonistas desnudas o en ropa interior cada dos secuencias. A golpe de sostén, felpudo y pezón consiguen invocar el espíritu de las sufragistas de la época para hallar un resquicio de libertad y poder elegir el color de su ropa interior. 

b) Una serie ideada por Jess Franco en la que todas las operadoras son lesbianas y se entregan a todo tipo de tórridas fantasías sexuales y erótico-festivas. También cometen asesinatos y beben sangre de machistas opresores. Las señoras nazis embutidas en cuero llegarán para poner un poco de orden y bondage en la tercera temporada… 

c) Una película porno-hardcore protagonizada por Nacho Vidal con Susy Gala y Rebeca Linares de protagonistas absolutas. Ambas actrices internacionales interpretan a dos ingenieras con un CI superior a 180 que llegan a Madrid revolucionar el mundo de la telefonía tal y como se conocía en la época… y Nacho Vidal es el presidente de la compañía.


No obstante, “Las chicas del cable” es más machista que cualquier de las anteriores proposiciones. ¡Y encima no hay reggaetón ni nadie perrea! ¡Ni un mísero cuplé! ¡Qué vergüenza! Con una música puti-mari-disco anacrónica que provoca vergüenza ajena ninguna de las protagonistas se plantea temas fundamentales para el feminismo como con qué actor de Hollywood se acostarían o por qué se critican y odian las mujeres las unas a las otras cuando deberían hacer piña. En esta serie faltan más orejas bonitas para rellenar de pendientes y menos clichés por segundo. Lo peor de todo es que decían que iba a ser un espectáculo sobre cómo las mujeres luchaban contra el machismo de la época (y para nada con el prefijo ‘micro’ delante’) y nos revelaban que ese tipo de odiosos comportamientos (mea culpa) seguían existiendo a día de hoy. Tal vez esa música sacada del tocadiscos de un bar de farolillo rojo sea la conexión ansiada aunque a mí me resulta tan cutre y anacrónico como todo lo que aquí se plantea. Lo más execrable de todo este asunto es ver como algunos periódicos supuestamente serios han sacado a la palestra frente a las críticas a mi machismo a las víctimas por violencia de género sin, al parecer, haber visto la serie repleta de micromachismos que defendían. Me explico, uno de los personajes de la serie hace lo que se supone nunca debería hacer una mujer que sufre malos tratos: volver con su maltratador. Es cierto que buscar ayuda en una sociedad en la que la mujer carecía prácticamente de derechos era una acción baldía… En realidad, la mujer maltratada (y cornuda, ya que los escritores se recrean en tal condición demonizando constantemente a la sufrida esposa) regresa para asesinarlo lentamente… Se suponía, no obstante, que íbamos a ver algo ‘ejemplar’ y si te dicen que la única manera legal de separarte de tu esposo era que éste muriera, ¿no es un poco drástico, previsible, rancio y moralmente despreciable el asunto? ¿Justificamos el asesinato alegando defensa propia cuando es premeditado, calculado y habían desparecido de la ecuación los malos tratos a esas alturas del guion? ¿No debería tomarse alguien de la serie la violencia de género en serio? Porque utilizarlo en una telenovela con un guion plagado de tópicos y en que reina lo empalagoso y lo más casposo, ¿no acabará siendo tomado como una broma? Y las víctimas de la violencia machista no son en absoluto una broma. Supongo que habrá defensores de que la propuesta abandera el feminismo, al colectivo LGTB y que las chicas deben apoyarse las unas a las otras. Yo lo que veo es que han retratado la homosexualidad de manera tan gratuita como los puntos a), b) o c), que muchas personas confunden machismo con feminismo o que no han visto Mad Men y cómo evolucionaron personajes como Peggy Olson, Betty Francis o Joan Harris dentro de un mundo de hombres completamente machista. En “Las chicas del cable” no hay lugar para la sutileza. Todo ha de ser, por el contrario, fulminante, rápido, sumamente efectista y precipitado… Nada se puede tomar en serio y, lamentablemente, se tocan temas muy serios.


Es cierto que Netflix no ha contratado a Bambú Producciones para innovar sino para hacer una nuevaVelvetcon la que atraer a una parcela de la audiencia que todavía no había caído en sus redes. Las marujas ya son las nuevas ‘cuñadas’ del firmamento social y nuevo target deseado por cualquier cadena. ¿Es usted una cuñada? ¿Cómo tiene las orejas de grandes y cuántos pendientes le caben ahí? Tal vez lo sea y no se haya dado cuenta… El cebo en “Las chicas del cable” lo pone un culebrón estilizado en el que Iván, Julia y Marcos de “El internado” se reencuentran con toda clase de tópicos como el manido triángulo romántico, monólogos en voz en off de nuestra heroína (y prototípica-tópica bad girl en apuros) para cortarse las venas y chascarrillos del manual que todo machista nos hemos requeteleído. De acuerdo, son los tópicos que nos ha contado toda la vida y que todavía viven en el recuerdo de algunas generaciones. De acuerdo, son situaciones que no son del todo anacrónicas y deberíamos plantearnos en qué países las mujeres ni siquiera llegan a tener los mismos derechos (ya inexistentes) de las protagonistas de la serie. ¿Hay países con casi un siglo de retraso? Sí, señora cuñada, hay países en las que muchas mujeres matarían por disfrutar de lo que tenía una señora de la España de los años 20. Otra cuestión es que “Las chicas del cable” vaya a lo suyo introduciendo tríos sexuales sacados del imaginario machista o frases como «Ten cuidado. Siempre hay un joven desalmado esperando para aprovecharse de una jovencita inocente. Ya sabes, mente abierta, piernas cerradas». Lo peor de todo es que entre tanta sofisticación y envoltura se pierde el asunto. Luego roban a dicha protagonista el bolso y un caballero lo recupera gentilmente... para que ésta salgo corriendo al grito de [¡OPRESOR MACHISTA!]. La sumisión, efectivamente, es el enemigo de las mujeres y se siente que esta serie es completamente sumisa y no la salva ni Concha Velasco hablando como si tuviera dos copas de más. Yo, desde luego, ponía a todas estas operadoras en el 1004 cogiendo llamadas sin parar y soportando cómo hombres y mujeres las ponen de (hijas de) puta para arriba y todo tipo de indigencias y abusos de sus jefes (generalmente mujeres). Y ESO, para ganar una miseria, no es machismo sino un trabajo supuestamente digno del siglo XXI. ESO, es la realidad y no ese maravilloso lugar machista en el que puedes hacer lo que quieras y como quieras sin, al parecer, dar cuentas a nada o nadie. Y si ya te pones a robar patentes a iniciar una revolución en contra de la tecnología para mantener un puesto de trabajo que sería todo un chollo en el actual mercado laboral...


“Las chicas del cable” es una mala serie como lo era Marseille”. Me da lo mismo que sea española o no. El problema no es que solamente sea mala sino que es machista y lo digo con conocimiento pleno de causa. Recuerde, soy un machista, sé de lo que hablo. El feminismo no es igual al machismo pero dudo que alguien de la serie de “Las chicas del cable” sepa lo que es. No lo saben ni sus actrices (a juzgar por sus declaraciones) ni los propios guionistas (a juzgar por sus diálogos). Por eso digo que “Las chicas del cable” es una serie machista dentro y fuera de la pantalla. ¡Un despropósito! ¡Y sin perreo ni reggaetón! ¡Una vergüenza! Pero Netflix quería esa vergüenza a su parrilla… 

DING! DING! DING! SHAME! SHAME! SHAME!

DING! DING! DING! SHAME! SHAME! SHAME!

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1 comentario:

  1. Otra serie políticamente correcta, con los temas y tópicos que generan polémica pero tratados frivolamente y disfrazando la falta de profundidad con una envoltura bonita.. Shame! Shame!

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