Como el buen vino de reserva, un trago y capítulo de “Mad Men” tiene que dejarse en el paladar cierto tiempo para digerir sus maravillosos efluvios y duraderos efectos. “Severance” marca el comienzo del fin y el inicio de ese ya largo adiós de Don Draper de nuestras pantallas. AMC, al igual que ya gestionó y articuló la conclusión de la mítica “Breaking Bad”, va a dilatar ese proceso y desenlace en dos partes… aunque ya la consumación sea inevitable. “Mad Men” se acaba y tenemos que confirmar si Don Draper salta o no, si finalmente regresa a ese sillón y resucita para saborear su bourbon en un sofá impecablemente vestido con la niebla de un cigarrillo a su alrededor. No es casualidad —ni debería serlo— que Don Draper haya regresado a nuestro televisores el Domingo de Resurrección. El octavo capítulo de la segunda parte de la séptima temporada de “Mad Men” va a posicionar los planteamientos de Matthew Weiner para dotar de un sentido de pasado y presente a esos personajes a los que hemos acompañado desde 2007 y, que siempre, serán futuro. La leyenda de la serie puntera en esa nueva ‘edad de oro’ de la televisión seguirá causando sensaciones en los paladares de las futuras generaciones que la quieran saborear y disfrutar. Ya es reserva. Es hora de repasar “Severance”.
Don Draper recupera su nombre (y oficina) pero también mira hacia atrás y busca respuestas de todo aquello que lo condenó a la soledad. La muerte planea sobre “Mad Men” pero, como siempre, la concepción no es tremendista o artificial sino anímica respecto a los conflictos de esos personajes que dan la impresión de ser conscientes de esa doble vida que decidieron sacrificar. El diálogo entre Ken y Don es fundamental a tal efecto:
Ken: Eso no es una coincidencia. Esa es una señal.
Don: ¿De qué?
Ken: De la vida no vivida.
Puede que aquí tengamos un futuro spoiler lanzando en ese elemento de guión habitual de Matthew Weiner como creación y apunte sobre el contexto histórico: la televisión. Vemos a Nixon anunciado de retirar a 150.000 estadounidenses de Vietnam durante el próximo año. ¿Y si Draper abandonara finalmente su esencia y volviera allí, a ese campo de batalla que le vio morir y resucitar? El problema es que la guerra ya ha muerto o… perece al mismo tiempo que el show y su serie. ¿Significará eso que Don Draper tendrá que abrazar de nuevo a Don Draper? El sueño de esa posible doble vida de Don va a tener otro duro revés y es que Mister Draper se planteará por algunos instantes en “Severance” esa vida no vivida… como Peggy, como Pete, como Joan, como el propio Ken. Da la impresión de que todos quedaron atrapados en el universo y cosmos publicitario como marca y alegoría de la mentira. Hemos llegado a los 70 y S&P está completamente integrada con McCann. Los sueños de Hollywood llegaron a su fin y vemos pulular por las oficinas tanto a Ted Chaough como a Pete Campbell pero el sexo (¿y el machismo?) siguen como constantes de poder y dominación. El capítulo decide abrir precisamente con una secuencia que bien pudiera tratarse de la intimidad de Don Draper pero ya todo quedó expuesto respecto a sus compañeros. Es un casting, unas modelos ardientes sobre carísimos abrigos de piel, es erotismo… es publicidad. Don quedó desnudo completamente y no hay nada que rascar en su alma… salvo el recuerdo del pasado. El resto, como esas chicas y acompañantes en restaurantes, son meros objetos. Don sigue siendo esa constante del show mientras que Roger ahora luce bigote. ¿Se habrá asentado o ahora es adicto a los tríos?
A Don siempre le quedará su pasado, sus viejas historias con su madre y su tío, ese vivo recuerdo de las mujeres que va conociendo con una referencia del pasado. Elizabeth Reaser interpreta a esa camarera (Diana) que a Don le resulta familiar aunque Roger se ría incluso de un libro que luce visiblemente en el bolsillo de su delantal. John Dos Passos pudiera remitirnos a los problemas de Roger con ese idealismo con el que tuvo que lidiar con los problemas respecto a su hija. El dinero, por el contrario, lo paga todo y 100 dólares son suficientes… aunque sepamos que Don volverá allí pese a que, antes, nos revele que su lista de ligues es infinita. Lamentablemente nada es capaz de saciarlo. Don sigue atrapado en su pasado y sueña con Rachel Menken/Katz (Maggie Siff) dentro de ese costoso abrigo de piel… ¿Qué habrá sido de ella? “Mad Men”, por lo tanto, se lanza al propio material de la narración del show y presumiblemente una línea de interés pudiera ser el trazado de esas vidas no vividas por Don Draper. Meredith, la secretaria de Don, le informa que Rachel murió la semana pasada y nuestro protagonista queda completamente conmocionado. Don escapa, como siempre, mediante el alcohol o el sexo, mediante el placer y hedonismo que le haga olvidar. Esta vez escoge lo segundo en esa camarera (y remanente freudiano de su madre) que le lleva al callejón del local en su descanso para mantener relaciones sexuales. Todo es demasiado extraño y no queda claro quién utiliza a quién. En la ‘shivá’ de Rachel, Don se encuentra con su hermana y repasa tanto los fracasos matrimoniales de su vida como aquella esa posibilidad de vida pasada y no hallada junto a una mujer que dejó un par de hijos y murió de leucemia. Rachel fue feliz… sin Don Draper. ¿Lo será alguna vez nuestro antihéroe o está condenado a no poder llenar ese vacío asfixiante que le arrastra a la caída y perdición? ¿Podrá reinventarse o ya no queda nada que reinventar?
Peggy y Joan (con Mister Potato AKA Harry de fondo) discuten con un cliente (Topaz) sobre los nuevos productos de Hanes (L'eggs). Todo ese material va a llevarnos, por idea de Don, a un enfrentamiento entre ambas mujeres cuando se reúnen con los chicos de McCann y su repulsivo sexismo e insinuaciones van directas hacia Joan… y sus pechos. Ambas mujeres mantienen la compostura al mantener una reunión profesional aunque Joan explote en el ascensor y revele una ruptura entre ambas. Peggy considera en cierto modo a Joan responsable de alardear de su sexo y generar, por lo tanto, sexismo… mientras que para Joan ella está molesta y tiene envidia porque no es lo suficiente atractiva para vestir así. El duelo de gatas se pone en modo pausa porque el guión va directo a esa doble vida perdida por sendas mujeres y sus sacrificios personales para evolucionar y escalar en el terreno laboral. Peggy finalmente accede la oferta de Mathis para quedar con su cuñado Stevie y seguir el instinto de esa celestina que es la mujer de su compañero. Joan, por otra parte, ignora las llamadas del machista Dennis de McCann y se va hacer unas compras para que una venderá le recuerde y pregunte si trabajó allí… Los tiempos han cambiado y ahora es asquerosamente rica, ¿verdad Joan? De nuevo, el reflejo del pasado frente a frente. Y por parte de Peggy tenemos ese sentimiento residual que queda con todos los personajes. La antigua secretaria de Don sacrificó todo por seguir creciendo en su vida profesional y su cita con Stevie ofrece una línea de avance que incluso hace soñar a la protagonista de “Mad Men” con un viaje sorpresa a París… La realidad es otra… porque ella no tiene el pasaporte en su hogar sino en su oficina. ¿A alguien le sigue sin quedar clara la metáfora?
El suegro de Ken se retira de Dow Chemical y su mujer quiere que deje su trabajo en S&P. En realidad, aquí aparece ese juego de coincidencias, posibilidades y vidas perdidas y no vividas de sus protagonistas. ¿Qué pasará si…? ¿Qué hubiera pasado si…? La esposa de Ken considera que ya dio suficiente (un ojo) a esa empresa que quita y succiona la vida de sus empleados. Curiosamente un ejecutivo de McCann tiene un interés personal para hundir a Ken por su paso puntal en el pasado por la agencia y Roger muestra un 0,00% de lealtad. Ken es despedido y su encuentro con Pete, para poner al día sus cuentas, revela los sueños de ambos… y los sueños, sueños son. Así que Ken acaba siendo el nuevo jefe de publicidad de Dow Chemical y ahora se convierte en el cliente (más difícil de complacer) por aquellos que pegaron una patada como a un perro. La venganza se sirve con parche y veneno de serpiente… y no, no es “Kill Bill”. Después de los efluvios y sueños llega la resaca y la dura (y puta e imperfecta) realidad. ¿El agua y Alka-Seltzer curará todo? Considero que todos los personajes siempre han sido víctimas de sus propias circunstancias y han basculado el conflicto de la vida personal y laboral hacia la segunda. Don utiliza a esa camarera a modo oyente y diván ante sus sueños sobre vida, amor y muerte. Cuando la gente muere todo se mezcla… y “Mad Men” y su corazón palpita ante nuestros ojos, ante sus últimos latidos. Nada, en realidad, tiene sentido y parece que Diana es tan sabia como la propia e imperfecta vida que escogió. O tal vez nunca lo hizo y tuvo esa posibilidad. ¿Volverá Don o se quedará sentado viendo pasar las vidas de otros ante la suya ya inmóvil e incapaz de avanzar? ¿Siempre nos quedará Peggy Lee? ¿Es eso todo lo que hay? ¿Así es la vida?
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Grandioso capitulo, creo que la interrogante que guía a los personajes y la serie en general es siempre la misma: ¿Que hace falta para que seamos felices? creo que en este capitulo, se refuerza aun mas esa interrogante mediante la muerte de Rachel, de los constantes diálogos entre los personajes etc. Los problemas de Don en realidad se extrapolan a los demás personajes de Madison Avenue, y acá se empiezan a plantear un montón de cosas que alcanzan a nuestros tiempos y a nosotros mismos: ¿somos realmente felices con lo que hacemos? ¿nuestras vidas tienen algún sentido? El capitulo plantea una incertidumbre existencial abismal, ¿acaso los personajes persiguen algo que no existe (felicidad) y si eso fuese así, ¿como sentirse satisfecho? Eso son el tipo de cosas que hacen de Mad Men una obra maestra
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ResponderEliminarPor fin una buena serie ante Tanta mediocridad. Boardwalk empire y mad men son lo mejor que he visto en esta temporada de series. Voy a extrañar esta serie cuando acabe al igual que tus reviews.
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