lunes, 20 de abril de 2015

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Mad Men (7x10) The Forecast: El futuro


Queramos o no, el futuro de “Mad Men” está a la vuelta de la esquina. Su esencia y legado vivirán en ese tiempo posterior a otro más inmediato. Posiblemente Matthew Weiner ha sido consciente en toda la escritura del desenlace de su creación y de que tenía que comprimir toda la vida y milagros de Don Draper en apenas siete capítulos. La intención es dar forma a ese futuro de su icónico personaje. “The Forecast”, décimo capítulo de la séptima y última temporada de “Mad Men”, llega para continuar con esa fórmula presente en este calculado desenlace. Don Draper ha perdido prácticamente todo pero queda él mismo como esa constante de la que siempre ha dependido el destino del show de AMC. Le queda su trabajo, la publicidad, esa farsa sin futuro donde el enfrentamiento con el idealismo de Peggy le llevarán de nuevo a replantearse qué significa esa vida venidera que se le lleva escapando tantas veces. Don perdió a su esposa (Megan), su ex suegra le hizo perder todos los muebles de su fastuoso ático y ‘penthouse’ y, ahora, queda él mismo atrapado en ese inabarcable vacío donde una mancha de vino en una alfombra sigue marcando sus pecados y excesos pasados. Don se ha reinventado siempre para sobrevivir y “The Forecast” nos lleva a ese territorio. Es momento de repasarlo.

“The Forecast” va a utilizar un discurso que tiene que escribir Don para Roger sobre el futuro de SC&P, ante los nuevos ‘amos’ de McCann, como completo macguffin para plantear esos pensamientos sobre un tiempo venidero alrededor de los personajes de la serie… y, evidentemente, de su protagonista. De hecho, Don quiere empezar de nuevo y desea vender su ático. Es despertado por Melanie, su agente de bienes. El problema es que Melanie deja caer en su fracaso el propio e implícito revés de Don. Planteemos que el capítulo va a tratar este asunto tanto en esta trama como en una laboral para que veamos la respuesta de Don a los éxitos o reveses de esas terceras personas que le utilizan como responsable de los mismos. Para Melanie los problemas de vender el ático vienen derivados del propio Don, un ser solitario que no se preocupaba por nada ni nadie lo suficiente como para reemplazar esa mancillada alfombra… Don al vacío… condenado a él mismo. Puede que ante tanto drama existencial —y ese recuerdo de las vidas no vividas— los guionistas hayan pensado en que Don se plante ante el futuro y surja la idea de que mirar allí resulte incluso desolador. Como bien indica Don, él fue capaz de vender cosas más horribles que su ‘penthouse’. Para empezar, siempre supo venderse a sí mismo. Es su mérito y comodín. Un comodín que le recordará Mathis tras su fracaso con la campaña de la galleta de ‘Peter Pan’, ya que decidió seguir el consejo (textual y erróneamente) de Don respecto a su éxito en la campaña de Lucky Strike. El humor tiene que adaptarse a la situación… y si un creativo no puede ser creativo acabará como el pobre Mathis. Solamente hay un Don Draper y sus frases salen de un icono, son inimitables. Desconozco si Matthew Weiner deseaba inclinarse sobre esa lectura o simplemente dejar claro aquello que ya reconocía sarcásticamente Tina Fey en30 Rockaprovechándose de los cameos de Jon Hamm. La gente guapa consigue todo en la vida… por su atractivo y el deseo sexual que despiertan en otras personas. La gente menos agraciada como Mathis es despedida cuando mea fuera del tiesto o en el momento en el que desea tomar un rol de autoridad sin cuerpo ni presencia que valga. Al menos Mathis tuvo algo claro: no disculparse ante Don. Homeless en 3, 2, 1…


Joan está en California y su pequeño Kevin siempre permanecerá presente en su vida… en llamadas a cobro revertido inclusive. En ese ‘SC&P West’ nos van a sorprender con el responsable de la agencia allí: ¡Lou Avery! Lou fue el personaje más antipático de la primera parte de esta temporada final y le faltó mirar a cámara para soltarnos un «Surprise, motherfucker!». Lou está de mejor humor (y es menos gilipollas integral que de costumbre) desde que está trabajando en su cómic con Hanna-Barbera. O eso dice su secretaria… aunque no sepamos si es un chiste o finalmente Gomer Pyle se hizo mono. Volvemos al recurso del mcguffin porque Joan no está allí solamente para trabajar y ser la mejor profesional sino para que los guionistas nos muestren ese posible futuro y solución emocional a su vida. Joan va a conocer a su peculiar Warren Beatty en la figura de Richard Burghoff al confundirlo con el cliente que esperaban. “Mad Men” aquí cede a una estilizada historia de amor fulminante entre esa pareja un tanto atípica en lo que diferencia de edad se refiere. Al fin y al cabo el hombre de la vida de Joan fue Roger y se siente a Richard (Bruce Greenwood) como una réplica a tal efecto. A Richard, que debe estar forrado y que ha pasado por un divorcio y ahora es un hombre libre, le van a ir quedando cosas claras respecto a Joan tras una noche de sexo y pasión. Amén de su también fugaz paso por Nueva York para cenar con ese amor en ‘sopinstant’:

1.- Para Joan su trabajo es lo que siempre ha soñado y no lo va a cambiar por un hombre.

2.- El hijo de Joan también lo es todo para ella… y es de Roger…

3.- Easter egg: ¿Joan se casó con Bob Benson al reconocer un segundo divorcio?


Tras la decepción amorosa y represalias contra la niñera, finalmente Richard concluye esta mini-historia romántica en sus tres actos con una visita al trabajo de Joan. Lleva un ramo de flores y quiere que Kevin sea también parte de su vida. ¡Incluso se muda a Nueva York! ¿Y todavía hay gente que dice que “Man Men” es lenta? ¿Alguien apuesta algo a que acaba tirándose a la niñera (Maureen)? Prueba de fuego en el próximo capítulo en 3, 2, 1…


Como estamos viendo en esta despedida, las mujeres de Don Draper también son importantes y retomamos esa conversación repletas de cuchillos afilados entre Sally y Betty. Sally se va de gira adolescente con sus amigas, por idea de mamá, pero el tema ‘chicos’ llega demasiado tarde entre tanto navajazo verbal. El viaje (de 12 ciudades en 12 días) es otro macguffin para revelar tanto a la audiencia como a Betty qué pasó con Glen Bishop. Ha adelgazado y va de tronista setentero por la vida. Tiene novia y dieciocho años… Sally no puede soportar tanto la tensión sexual con su madre como que el hombre de su vida se haya alistado en el ejército. Sally aquí se pone como su actriz (Kiernan Shipka) en “Unbreakable Kimmy Schmidt”. Insoportable y gritona, sí. Ciertamente aquí nos plantean el futuro de Sally o aquel futuro que ella nunca tuvo claro y si lo tenía (con Glen) ya se quedó en agua de borrajas. Aquí subyace, además, el propio futuro de Betty respecto a ese joven y esa relación de amor/odio y, ahora, de un cierto sentimiento libidinoso. Sabíamos que Glen deseaba a Betty aunque ésta decline devolverle el beso. Betty se asusta al pensar que puede que ella sea la responsable de su alistamiento pero la historia es incluso más triste: suspendió en la escuela y la única manera para que su padrastro no le echara de casa fue precisamente esa. Betty le consuela… y no sean mal pensados que esta relación es mucho más profunda que la de un estilizado melodrama cocinado a fuego lento. De momento, todas las armas de juguete de la casa de los Francis a la basura. Pray for Glen. Pray. Sally también llora el otro adiós telefónico a Glen (sin Glen). Tampoco va a poder soportar que una de sus amigas flirtee con su padre y que éste sea consciente de que ella tenga 17. La cuestión es que el inconformismo de Sally y sus intentos de apartarse del mismo futuro que su padre y madre le llevan a ese viaje donde tendrá que reinventarse bajo el consejo y choque con la realidad que propicia Don: «Soy tu padre. Y es posible que no quieras escuchar esto, pero eres como tu madre y yo. Vas a descubrirlo. Eres una chica muy hermosa. Todo depende de que quieras ser más que eso». ¿Alguien apuesta algo a que esta niña regresa preñada? Embarazo no deseado en el próximo capítulo en 3, 2, 1…


Don busca la inspiración para ese discurso y escarba en el pasado, en un comunicado de prensa de la agencia en 1963, busca a Ted y encuentra su deseo de conseguir mejores y más grandes clientes y, finalmente, en Peggy se topa con el arañazo. El futuro de cada uno es como un sueño privado y a nadie le gusta que otra persona le devuelva a la dura y jodida realidad. Peggy desea ser la primera directora creativa de la agencia… Don lee esos sueños porque fueron los suyos y, en cierto modo, ya los consiguió: fama, dinero, ego… Y no le ha llevado a nada salvo a la soledad. Peggy es tajante y arisca («¿Por qué no acabas de escribir todos tus sueños para que así me pueda cagar en ellos?»), pero realmente Don posiblemente halle la respuesta al final de “The Forecast”, cuando llega a su ático y descubre a Melanie firmando los papeles con la pareja que lo ha comprado. Él ya está fuera, en ese pasillo que avanza ante nuestros ojos mientras Don permanece todavía inmóvil, sorprendido y asimilando que otra puerta en su vida se ha cerrado sin que haya podido abrir la siguiente. He ahí la mejor definición alegórica del futuro y de esta propia serie. Puede que nosotros, incluso, seamos esa puerta que Don espera que se abra ante sus ojos.

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1 comentario:

  1. Me encanta que Don esté totalmente solo y sin futuro y la pareja que firma el piso está esperando un hijo. Una bendita ironía.

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