sábado, 21 de mayo de 2016

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X-Men. Apocalipsis: ¿Solo los fuertes sobrevivirán?

“X-Men: Apocalipsis”
Título original: “X-Men: Apocalypse”
Director: Bryan Singer
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

Siguiendo el éxito mundial de X-Men: Días del Futuro Pasado, el director Bryan Singer vuelve con “X-Men: Apocalipsis”. Desde los orígenes de la civilización, él fue venerado como un dios. Apocalipsis, el primero y más poderoso de los mutantes del Universo X-Men de Marvel, se hizo con los poderes de otros muchos mutantes, convirtiéndose en inmortal e invencible. Tras su debilitamiento después de miles de años, su desilusión hacia el mundo le obliga a reclutar a un grupo de poderosos mutantes, incluyendo al descorazonado Magneto (Michael Fassbender), para purificar la humanidad y crear un nuevo orden mundial, del cual estará al frente. Mientras el destino de la Tierra pende de un hilo, Raven (Jennifer Lawrence) con la ayuda del Profesor X (James McAvoy) tendrá que liderar un equipo de jóvenes X-Men para detener a su mayor enemigo y salvar a la humanidad de la destrucción total.

Crítica Bastarda:

Analicemos la premisa comercial de “X-Men: Apocalipsis” para tratar de comprender los méritos y deficiencias de un film que trata de funcionar a distintos y conceptuados niveles dentro del subgénero donde trata de hacerse hueco. Es obvio que para amoldarse a un leitmotv ―con el que Charles Darwin estaría en absoluto desacuerdo― hemos recorrido una primigenia trilogía que concluyó en caída libre y bajo la rendición de los ecos de la difícilmente defendible X-Men: La decisión final, siendo incluso irónico el sentido del actual paralelismo, consideración y protagonismo de Jean Grey (Fénix). Brian Synger decidió ‘ignorar’ previamente al film de Brett Ratner pero, por el contrario, da la impresión de esclavizarse a su esencia al cierre de esta nueva trilogía que abría ese satisfactorio artefacto, entre el reboot y la precuela, confeccionado por Matthew Vaughn en X-Men: Primera generación. Evidentemente, en el film habita tanto un sentimiento de inferioridad e indefinición respecto a las anteriores entregas como de disposición a un acto final que aporte cierta perspectiva de futuro bajo un relevo generacional que, contrariamente, desconocemos hasta qué punto quedará olvidado dentro de la venidera “Fuerza-X”. ¿Recordaremos, por lo tanto, únicamente esa escena de post-créditos que hace referencia a Mr. Siniestro y que bien pudiera interpretar Bryan Cranston? En cierto modo, la síntesis a todos los anteriores contrastes la podría ejecutar Mística, constantemente renegando de su condición de heroína e icono, abrazando su lado ‘carnal’ revelando su vulnerabilidad y desquitándose del maquillaje y predisposición al álter ego propiciado por la transformación digital. En los márgenes de esa lectura, entendemos que Jennifer Lawrence desea someterse a la comunión entre personaje e intérprete, siendo la inspiración para esas nuevas caras de Hollywood y ejerciendo como una maestra que mantenga vivo su legado aunque tenga que ejercer como la ‘George Patton’ de los mutantes. Recordemos, (en Hollywood) solo los fuertes sobrevivirán. ¿Y sobre la citada alocución entendemos que Sophie Turner será la portadora del gen de divinidad tanto en la pequeña como gran pantalla o, simplemente, parte de ese esquemático y fogoso apunte que se perderá en el tiempo como el personaje que llevó a la vida (y muerte) Famke Janssen? Tal vez la mejor secuencia para recapitular la propuesta sea la propiciada por Rondador Nocturno santificándose al verse rodeado de cadáveres, transformando la tragedia que envuelve de muerte su camino en simple y caricaturesca comedia involuntaria. “X-Men: Apocalipsis”, en realidad, se ciñe a representaciones previas condenadas a la pose y el olvido, como Magneto extendiendo sus brazos mientras se eleva en los cielos o Mística revelándose tras engañar a los espectadores con un inesperado camuflaje. Incluso el poso que deja el funesto arco argumental alrededor de Erik Lehnsherr es una réplica de lo ofrecido previamente, cayendo incluso en esa doblez, tan humorística como apocalíptica (?), al ejecutar su paso al lado oscuro en una expedición a Auschwitz para explorar su conflicto. ¿O no es irónico moverse por el drama alrededor del trágico ombligo de Magneto cuando se está planificando y replicando un genocidio sobre el asiento moral y personal de un campo de exterminio?



En cierto modo, las debilidades del film comienzan por asentar ciertas controvertidas cuestiones de ese cambio generacional y juego de rostros como verdades absolutas, siendo la mejor y más satisfactoria lectura aquella que propicia el villano de la cinta. Apocalipsis se considera una deidad que se declara enemigo de la debilidad pero que, por el contrario, necesita una corte de adoradores que abrillanten el trono sobre el que asentarse. Esa devoción pública delimita la soledad de todo archivillano que se precie, condenado a establecer un patrón en la traición de aquellos que dicen alabarlo. ¿No es acaso la mejor vía para describir al otro lado de la pantalla ese tránsito que va del ‘hype’, en tiempos del teaser tráiler, al ‘bluff’ del estreno mastodóntico o al olvido implícito tras la deglución por parte de los seguidores de las sagas de la superhéroica cinematográfica? Ese discurso sobre falsos dioses que se han apoderado del mundo en su ausencia, en realidad, nos remite a la propia condición destructiva de la humanidad sobre un mismo modelo armamentístico. Tal vez ese sentido de la autoreafirmación del principal antagonista y asimilación de sus poderes por parte de los personajes, nos conduzca a la revelación de una industria que, como Apocalipsis, desea mantenerse eternamente en la supremacía haciéndose con cuerpos frescos con relevantes dones, condenando cualquier debilidad (en lo que taquilla se refiere) y reclutando a los más poderosos (intérpretes) para hacer temblar al mundo y, así, apodarse de la totalidad de las mentes y subyugarlas y moldearlas a sus intereses. Interesa, pues, que Apocalipsis defina esa representación de las superproducciones del séptimo arte desde su interesante prólogo, remitiéndonos a la espectacularidad de ese cine histórico ‘borrado’ por el pasado y las arenas digitales de nuevos desiertos y horizontes en el reino del mainstream donde los ‘superpoderosos’ ya dominan en supremacía ese nuevo ecosistema. Apocalipsis ha acabado siendo también un falso dios de mutantes, una abominación que ha disipado y mutado incluso a su propia y terrenal carnalidad (Oscar Isaac), cuya maldición es quedar expiado a la consunción de permanecer por toda la eternidad sobre su trono de poder, reclutando a los más poderosos jinetes (y sangre fresca hollywoodiense) y generando hecatombes (digitales) como única vía de ser y existir de un ciclo condenado a repetirse. Tal vez la moraleja es que los tiempos (y nuevos poderes del subgénero) han cambiado, como sus reglas tras el éxito internacional, por ejemplo, de films como Deadpool. “X-Men: Apocalipsis” pudiera ser el epítome de la trayectoria cinematográfica de Bryan Singer dedicada a la superhéroica, siendo el padre del género tal y como lo conocemos (X-Men, X-Men 2) y también aquel que surcó los márgenes de la decepción en proyectos como “Superman Returns: El regreso” como al incondicional aplauso que generó X-Men: Días del futuro pasado, pasando por cintas de culto eterno a blockbusters funcionales o fracasos monumentales de la industria. Incluso nos concierne enlazar ese viaje en el tiempo hacia los años 80 donde también aparece otra lectura evidente en la propia metareferencia cinematográfica, como si esa secuencia en la que Jean Grey y Scott Summers discuten a la salida de un cine, que proyectaba “El retorno del Jedi”, fuera la síntesis al sentido estricto de la maldición de las terceras partes que se ratifica al otro lado de la pantalla.



Acusada de ser un producto intrascendente y sin alma, la cinta sí funciona en su prólogo y sumiéndose a esa dependencia ―ya habitual en la saga― respecto a la figura de Magneto, ya sea interpretado por Ian McKellen o Michael Fassbender. El libreto de Simon Kinberg permite una conexión de piezas previas, remitiéndonos a distintos y variopintos elementos del universo para revelar esa gran barrera que suponen un gran número acumulado de divergencias dentro de una cronología que ha pasado por viajes en el tiempo y universos alternativos pero que, al mismo tiempo, trata de hallar cierta coherencia interna para generar un círculo que se cierre sobre su comienzo (X-Men) sin dejar las correctas huellas salvo un obligado cameo de Lobezno como parte de la continuación de la saga. Posiblemente el guion de Kinberg trata también de sacar beneficio y exprimir la presencia de Lawrence y Fassbender pero se quede demasiada parca en conflictos auténticamente relevantes para sus estrellas, como si esa esencia compendiada de la obra acabara por delimitar cualquier acercamiento dramático ante toneladas de maquillaje de delirios destructivos y/o digitales. Synger se sumió en la autoconsciencia de esas discrepancias en un la estupenda X-Men: Días del futuro pasado, donde el pasado, presente y futuro conformaban un circo de tres pistas. En esta ocasión, el montaje trata de consensuar el pasado de la trilogía a modo de epítome, cediendo a la relación de amistad entre Charles Xavier y Erik Lehnsherr como ese germen dramático capaz de unificar la emoción y la sensibilidad de uno de los pilares fundamentales y recurrentes en la trilogía. Se trata, no obstante, de un imperceptible discurso emocional engullido en un film prototípico del subgénero y que preocupa por no aportar nada relevante salvo en sus acercamientos a deferencias a pasadas entregas. Y es ahí donde nos topamos con aquel único personaje que sigue en forma. Mercurio, que protagoniza a ritmo de Eurythmics y ‘Sweet Dreams (Are Made Of This)’, es lo más remarcable y rememorarle de una olvidable y prescindible cinta que no resulta mediocre pero a la que le falta hondura para completar ese sentido de la continuidad y trazo firme para unificar y cerrar el círculo que conforman ambas trilogías. Synger manosea discretamente el homenaje pero sigue atrapado en su sentido de la corrección de las primeras cintas, queriendo honrar a Jean Grey pero cayendo en esa maldición del lado oscuro de las terceras partes y en la que Apocalipsis acaba ejerciendo como ese emperador del mal que habla demasiado y revela muy poco, como si su leitmotiv quedará arruinado por el sentido darwinista del asunto: «las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio». Y “X-Men: Apocalipsis” sigue anclada en una preocupante esencia anacrónica en tiempos de revoluciones y permutaciones en el mainstream, ratificando una supervivencia tan mínima y escasamente prolongada como su paso por la cartelera internacional hasta la llegada de “Escuadrón suicida”.


Apunte bastardo: Me gustaría entender que esta nueva trilogía se resume y sintetiza en los mofletes de Jennifer Lawrence a través de los films de 2011, 2014 y 2016. Lawrence ha pasado de ser una Muñeca Pepona Pitufa a una estilizada Mística que explicaría al personaje que encarnó Rebecca Romijn allá por el año 2000. 

Reseña redux de la publicada originalmente en Cinema Ad Hoc.

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2 comentarios:

  1. Synger la arruinado otra vez por su afán de continuidad, por que no dejar en paz una saga que nos dio una estupenda película en Dias del Futuro y una buena continuación en su secuela? Que despropósito ha sido esta tercer parte! Desde el protagonismo exagerado de la Lawrence hasta el villano ridículo

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  2. Me ha resultado pasable, dejando claro que para mi ese termino es sinónimo de no dormirme en el cine. Un cinquillo raspao, mejor no me extiendo para que alguien me lea. Cuando Singer se entere de que lo que mola es ver a los héroes dándose de hostias con unos trajes lo mas parecidos a los originales posibles el cine superheroico habrá pasado de moda. Lo de la Lawrence da vergüenza ajena ya y todo.. Recemos para que de una forma u otra Marvel Studios meta los hocicos en los mutantes porque las películas de la Fox se han convertido en una especie de impuesto para frikis.

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