viernes, 27 de mayo de 2016

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Lady Dynamite: «¿Quién decide qué es real?»

Serie de TV
“Lady Dynamite”
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

La humorista Maria Bamford protagoniza esta serie inspirada en su vida. Es la historia real de una mujer que se perdió, se perdió… y se reencontró.

Crítica Bastarda:
Eres una caja cerrada llena de defectos personales indescifrables.
Bienvenidos al surreal universo y desordenada psique de Maria Bamford, viajando así a «la lucha contra los estigmas de las enfermedades mentales» y dotar de sentido sus esfuerzos para reivindicar tanto su talento como encajar en ese mundo al que trata de hacer de reír con su baja autoestima y sus descacharrantes ocurrencias/vivencias. Lo mejor que se puede decir de la nueva serie de Netflix es precisamente que no se puede definir fácilmente, estableciendo un entramado argumental a través de un mockumentary para construir una comedia de situación para nada al uso. “Lady Dynamite” arranca con un inenarrable y excéntrico anunció de productos capilares de Latrisse DuVois de Gary utilizando dobles masculinos, humor absurdo (y paródico) y ciertas fantasías para, de este modo, trasladarnos a un momento que únicamente sucede en la mente de la protagonista. Bamford recibe una bofetada para volver a su propio ‘programa’, nuestro programa y, así, establecer un punto de comienzo que nos sirva incluso como guía. Desde sus créditos y título, homenaje al blaxploitation, la comedia trata de aferrarse al pasado estableciendo dos capas temporales respecto al presente que representa esa simbiosis sobre el falso documental alrededor de las nuevas peripecias de Bamford. La idea es que la heroína sea consciente de su trastorno bipolar tipo II desde un prisma actual e inspeccione tanto en esa vida anterior ―que llevó al personaje a un psiquiátrico― como su estancia en dicho lugar, así como sus relaciones familiares y personales, para establecer una moraleja dentro de una fábula sobre la superación personal a través de la madurez por tropiezos previos. Ese toque propio oculta un gran trauma que llevó a la protagonista a una crisis psicótica y romper con ese mundo que conformaba su pasado, dejándonos en ese desopilante anuncio de Latrisse DuVois de Gary la presencia de dos perritos que resultan fundamentales para establecer el conflicto de Bamford.


Tal vez ese regreso a los 70 que remarcan sus créditos sinteticen los anhelos de la protagonista por volver a comenzar de nuevo a modo de trasladarse a su propio nacimiento, mientras que también ese tránsito existencial desde su pasado conformara todo un vasto mundo hacia el presente en el que tiene que reinventarse. “Lady Dynamite”, en realidad, trata sobre el regreso de Maria Bamford a un mundo en el que trata de encajar tras pasar seis meses de rehabilitación, siendo la comedia las aventuras de una mujer que trata de encontrar su sitio tras perderse por partida doble… si su trastorno bipolar y depresión de lo permiten. Esa mezcolanza de tiempos también esconde cierta evolución en la perturbada protagonista pero nos posiciona al mismo rasero caótico de la mente de la humorista, invitándonos a tratar de comprender su mundo muchas veces surreal y otras tantas triste y oscuro. Al mismo tiempo, el show de Netflix trata también de encajar en el universo de las comedias televisivas, estableciendo en la cuarta pared su discurso para analizar aquello que sucede a ambos lados de la pantalla. Patton Oswalt, por ejemplo, aparece como elemento censor para que la protagonista no utilice la ‘stand-up comedy’ como un recurso sobre el que Louie, Seinfeld, Chappelle o Amy Schumer ya han despuntado y sobre el que tanto Netflix como el fracaso personal de Oswalt ―en lo que pilotos fallidos se refiere― han exprimido cualquier posibilidad de originalidad futura. Esa circunvalación entre realidad y ficción trata de establecer una parcela de la narrativa de la propuesta, utilizando metareferencias y conexiones como el fichaje de dos actores que interpretaron a Superman (Dean Cain, Brandon Routh) entre multitud de cameos que muchas veces actúan como versiones paródicas de ellos mismos o tratan de servirse del material para analizar su propia obra (John Ridley, Judd Apatow). Y precisamente allí surge Mira Sorvino en el genial “White Trash” (1x03) donde Bamford trata de resolver el problema del racismo y todos los clichés dentro de la pequeña (y gran) pantalla mientras que la actriz que conquistó el Oscar por “Poderosa Afrodita” suelta una frase que compendia el discurso emocional de la propuesta (antes de montarse en un coche que resulta ser volador despegando hacia el infinito): «¿Quién decide qué es real?». Creada por Pam Brady y Mitchell Hurwitz, la comedia de Netflix trata de aferrarse a temas serios sin caer en la banalización como el maltrato animal, la utilización de niños en conflictos bélicos, el racismo, la muerte, las relaciones románticas con adolescentes o la evidente inclusión de las enfermedades mentales. Por otro lado y simultáneamente, habita ese sentimiento de simbiosis entre realidad y ficción donde las líneas acaban completamente difuminadas. «No sé lo que hago. Más de la mitad de las veces.», confiesa Bamford para revelarnos sus neuras, trastornos obsesivo-compulsivos, ‘vaginididades’ y, en definitiva, sus variopintos interiores. 


Aparte de presenciar cómo trata de establecer lazos afectivos y emocionales con las personas que le rodean, Bamford busca exorcizar sus conflictos rebuscando en su propio traumático pasado, conceptuando tanto en ese descolorido ingreso en un psiquiátrico ―y su posterior convivencia con sus padres― como en los excesos que cometió cuando trataba de escalar en el competitivo mundo hollywoodiense. En ese territorio también va surgiendo una línea de suspense respecto a los actos que llevaron a la protagonista a una caída libre en Los Ángeles, a ese momento que definiría su anticlímax vital descubriendo en el proceso su enfermedad mental. “Lady Dynamite” incluso en tal instante unifica a esas tres Karen Grisham (Ana Gasteyer, June Diane Raphael y Jenny Slate) para lanzarse definitivamente al delirio que ocupa un gran espectro de la psique de la protagonista, articulando una metáfora del precio del éxito y ese mundo loco que compone la maquinaria de la industria ―ya sea del entretenimiento o un gran corporación comercial― capaz de devorar y devastar todo a su paso. Da la impresión muchas veces de que la comedia trata de bascularse sobre su propia locura impuesta, dejando caer esa sensación de encontrarse ante uno de los sketches de series de televisión ficticias y paródicas de Rockefeller Plaza (30 Rock), hallando un eslabón perdido entre Kimmy Schmidt y una serie soñada por Abed Nadir de Community tras meterse un maratón de Arrested Development”. Esa dinamita humorística tan surrealista es tremendamente autoconsciente, entablando un extraño diálogo con el mockumentary a tal efecto. Considero que “Lady Dynamite” es demasiado personal para el gran público, incluso dentro de los márgenes de sus habituales recursos de inmiscuirse en la cultura popular. Posiblemente nos encontremos ante uno de los fetiches del año tanto para la crítica como muchos seriéfilos, que hemos quedados complacidos con el inclasificable cosmos emocional y cerebral de Maria Bamford, e incluso la propia actriz y comediante desea alejarse de un final abierto o que invite a la continuación de su exploración personal tal y como sucedía en el season finale de Master of None. En “Lady Dynamite”, en definitiva, la protagonista necesita un acto conclusivo que sirva de moraleja tanto su retrato como a la lucha personal sobre su enfermedad y el mundo que le rodea y, tal vez, la locura esté condenada a encontrarse con la demencia de ese mundo en el que los perros hablan e incluso tu mascota (y mejor amigo) puede ser la pieza fundamental (y deus ex machina) para sobrevivir. Y de sobrevivir ante la imperfección trata esta serie imperfecta y brillante serie porque, al fin y al cabo, quién decide qué es real.

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