Cada temporada
de “Mad Men” aparece un capítulo que
desafía la lógica preestablecida e irrumpe para fortalecer el talento creativo de
los guionistas y desestabilizar a los personajes que ha creado. “The Crash”, octavo capítulo de la
sexta temporada de la serie de Matthew
Weiner, llega para dar una nueva lección sobre el uso de la música, la
banda sonora como respuesta anímica, los silencios, los cuidados y estilizados recursos
de guión y, esta vez, el primordial desenfoque de la perspectiva del tiempo
sobre los personajes que se mezclan con la panorámica de los espectadores. Posiblemente
el seriéfilo pida a “Mad Men” este
tipo de capítulos, que intentan demostrar la absoluta calidad y despliegue artístico,
para diseccionarlos convenientemente y degustarlos por el paladar del análisis.
Si en esta temporada estaba claro que Don Draper tiene que reinventarse de
nuevo, “The Crash” va a desequilibrar
y revolver a todos los personajes para que pueden sobreponerse al precio de sus
vidas.
Nos
olvidamos prácticamente de Pete Campbell y Joan Harris. El primero, entendemos,
que estará ocupado con su madre y arreglando su separación con Trudy mientras
que la segunda está prácticamente disipada en la presente temporada. En el
próximo capítulo se va a la playa, aunque, ¿no lo estaba ya? El principio de “The Crash” evoca, en mi opinión, a “Mulholland Drive” con una secuencia
introductoria-disuasoria y pesadillesca. Ken está al volante mientras un
ejecutivo de Chevy bebe en el asiento trasero blandiendo una pistola cuando otro ejecutivo cubre los ojos de Ken produciendo, en off por el sonido de
los neumáticos, un presumible accidente. Saltamos a Don que fuma delante de la
entrada de servicio de los Rosen… Sus colillas son delatoras y pasarán factura.
¿Habrá superado Don que Sylvia pasara página? Ken entrará en la sala de
conferencias con un bastón y explica que van a tener problemas con el calendario
de tres años de plazos mensuales que ha proporcionado Chevy. Don recibirá una
llamada de Arnold y la atenderá pensando en lo peor… Es Sylvia: quiere que deje
merodear en su pasillo y lo supere como ella. No teme porque su marido lo
descubra con la confianza que ha otorgado a Don… precisamente teme que sea él
que delate la situación que ya es pasado… al menos para ella. Llega la tos para
Don Draper y también para un joven Dick Whitman, que es puesto en cuarentena y
tratado como un apestado. Sí, el pasado vuelve a la vida de Draper y sobre todo
esos recuerdos que se están desarrollando en la presente temporada en relación
al burdel.
Sally y sus hermanos van a casa de Don a pasar el fin de semana. El problema es que el trabajo se complica con la muerte de Frank Gleason y con el ‘suero de la energía’ administrado por inyección por el Dr. Hecht para que tengan un enfoque creativo interrumpido durante esas 72 horas en las que tendrán que trabajar en el anuncio de Chevy. Los efectos secundarios no se van a hacer esperar con carreras entre Stan y Jim, el baile para el MEME de Ken con canción incluida y, sobre todo, en la figura de Don al que vendrá un recuerdo de su estancia en el burdel familiar cuando observa que Peggy consola a Ted. El acto, como si fuera la madalena de Proust con olor a nicotina y sufridas y sudadas bragas, hará recordar a Don a la Sra. Meretriz Swenson… que se hizo cargo de él cuando sufrió sus ataques de tos. En el salón los creativos trabajan sin parar en nuevas ideas para Chevy y Don tendrá una nueva revelación la sopa de Miss Swenson. El recuerdo proustiano hará que el tiempo cerque a Don y le ponga a prueba sobre la elipsis. El espectador pasa a su punto de vista y se desenfoca respecto a la perspectiva del personaje que establece el mismo. Saltamos al futuro junto a Don y, al igual que él, no somos conscientes de tal condición. Pocas veces se ha sugerido y estilizado en el guión sin caer en recursos pobres y baratos algo similar. Podría hacerse mención aquí a la experiencia del LSD de Roger en “Far Away Places” (5x06) aunque dicho capítulo funcionara como suero de la verdad. Aquí no somos conscientes de que ha pasado un día y que Wendy está en la oficina para dar lecturas psíquicas y que Don quiere encontrar ese recuerdo publicitario que a su vez fue la plasmación de ese instante con la sopa que le proporcionó Miss Swenson.
Saltamos de nuevo a la oficina pero Wendy está en su interior como recurso humano de guión que marca una nueva elipsis de la que hemos sido conscientes al mismo tiempo que su ‘drogado’ protagonista. El equilibrio lo rompe Megan, que se va al teatro y deja a Sally como niñera. El acto traerá consecuencias y no hablo por el lanzamiento de cuchillos sobre Stan a lo Guillermo Tell que le provocarán una herida en el brazo y de la que Peggy se encargará. Stan quiere tener algo más que un beso con Peggy, pero ésta indica que tiene ‘novio’. Descubrimos que Stan está hecho polvo por la muerte de un primo en el ejército y Peggy le desaconseja no lidiar con dolor mediante el uso de drogas y el sexo. Le hará poco caso porque acabará teniendo sexo con Wendy en uno de los despachos.
Don parece que encontrará la revelación a su vida y la explicación aunque no sea para resolver la campaña de Chevy. Llama a la puerta del servicio de los Rosen suavemente pero será respondido por la letra de ‘Goin' Out of My Head’. Volverá a la sala de archivos de SCDP (pendiente de confirmar el nuevo nombre ¿de SCDPCGC?) para buscar ese anuncio que necesita… Allí hallará todas las respuestas: una mujer parecida a Sylvia y el lema «Porque usted sabe lo que necesita». En un flashback, Miss Swenson seducirá a un recuperado Dick. El problema es que mientras accede a sus recuerdos y respuestas no pasa por casa donde Sally lidia con una extraña (afroamericana para más señas raciales) que afirma ser la ‘abuela’ de Don. Sabemos que miente… y sus intenciones no parecen violentas… pero todo servirá para mostrar que Sally no conoce realmente a su padre. El robo será denunciado pero Don se encontrará con la situación cuando llega a casa y en el salón a Megan, Harry, Betty y la policía. Don se desmaya y encontraremos que Miss Swenson es despedida y Abigail golpea a Don con una cuchara por acostarse con la prostituta. Don se recupera de los golpes pasados y presentes mientras Mega admite también su responsabilidad por dejar a Sally a cargo. Con la lección aprendida y todo resuelto sin resolver nada, Don y Sylvia coinciden en el ascensor… Simplemente tendremos silencio… Silencio que será roto cuando Ted achaque a Don su mala calidad y responsabilidad del trabajo de Chevy. Don sentencia: «Llámame en 1970 cuando estén listos para hacer un anuncio. Lo siento, Ted, pero cada vez que tenemos un coche, este lugar se convierte en una casa de putas». Y ya sabemos que Don/Dick sabe mucho de burdeles… Posiblemente veamos que Don desea escarbar más en su pasado para comprender su presente. Un presente que realmente es una mentira que ha quedado atorada por las vivencias de su infancia, adolescencia y post-adolescencia. Es seguro que Don dejará los viajes introspectivos por un pasea físico hacia su pasado mientras tendrá que delegar su trabajo y rol. ¿Adivinan a quién?
Me parece buenisimo que hagas esto. En referencia al capítulo, creo que los que dejaron de creer en la serie la temporada pasada (que fue de transición, quizás), se están perdiendo una GRAN temporada. Creo que este capítulo es el mejor en bastante tiempo. El manejo del guión es impecable. Es realmente una aventura. El humor es excelentemente manejado, porque es un capítulo excesivamente cruel, pero en el que uno no para de sonreír.
ResponderEliminarY cuando parece que llegó a su punto máximo, a medida que avanza, vemos más y más las miserias de los personajes. En capítulos anteriores se destripó a Pete, si lo ponian ahora era para terminar de aniquilarlo. Ahora se muestra a Don, que cada vez me da más pena. Es increíble cómo se pasa de la admiración a la pena con este personaje. Cuando parece alcanzar la "felicidad", él mismo se la destruye. Creo que se aplica a sí mismo ese "principio básico de la publicidad", que dice.
En fin, esperemos que sigan teniendo coches. Un saludo!
Robert
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