EEUU
Director: Shane
Black
2013
Sinopsis (Página
Oficial):
En “Iron Man 3” de Marvel, Tony Stark/Iron Man el industrial brillante, millonario y playboy se enfrenta a un nuevo enemigo que no conoce límite alguno.
Cuando Stark descubre que su gran adversario ha destruido su mundo decide embarcarse en una espeluznante aventura en busca de los culpables y verá cómo cada paso que da en este viaje pondrá a prueba su valor. Stark deberá sobrevivir por sus propios medios, confiando en su ingenio y su instinto para proteger a sus seres más queridos. En su lucha por regresar Stark descubrirá la respuesta a la pregunta que llevaba tiempo haciéndose: ¿El hombre hace la armadura, o la armadura hace al hombre?
Crítica Bastarda:
Crítica Bastarda:
En la primera parte la batalla se ganaba por el carisma del general, no por la potencia de
las armas.
En la segunda, el general tuvo la regla… y comenzaron los dolores…
Y, ¿para
terminar? y en la tercera, el general tendrá ataques de ansiedad y se comerá
todas las palomitas compulsivamente mientras no para de rajar en el diván… ¡Y tiene la poco vergüenza de no PAGAR un reloj roto de Dora la Exploradora! ¿¡No era multimillonario!?
¿Y el
alcoholismo… qué? En teoría iba a ser una adaptación de ‘Demon in a Bottle’ pero Marvel (y por extensión Disney)
decidieron que Iron Man ya no sería la
Massiel de los superhéroes sino una Lady Gaga con decenas de trajes para
lucir en el escenario, montones de ‘bailarines y bailarinas’ que le hicieran
las pegadizas coreografías y espectaculares fuegos artificiales para cerrar el
show. Todo superhéroe debe tener un punto y débil y aquí, al parecer, ha sido…
¿ser el protagonista de la tercera película más taquillera de la historia del
cine? El cine comercial no quiere a alcohólicos con resacas, terribles dolores
de cabeza matutinos y arcadas espantando a los más pequeños de las salas. No se
trata de ser purista sino consecuente. ¿Se imaginan a un Superman sin
kriptonita porque el verde no está de moda? ¿A un Batman y Spider-Man siendo
inmortales porque así les facilita el trabajo a los guionistas? ¿O a un Hulk
que odia la violencia y resuelve sus combates con una partida de ajedrez? Esto
NO es Iron Man sino El Show de Robert
Downey Jr. porque aquí se aplaude más la gracia y carisma del actor que el abucheo por el poco respeto al superhéroe impuesto. Además, el resto de la adaptación (como tal y de
los villanos) deja muchísimo que desear. ¿Cómo han podido defenestrar de esta
manera al Mandarín? ¿Por qué ningún productor se fija en el Ra’s Al Ghul de las
viñetas por una vez? Está claro que el subgénero de superhéroes necesita supervillanos
y no un coro rociero que dé las palmas y el cante a la vedette afónica (y esta
vez para nada borracha) de turno.
El cine de
superhéroes alcanzó sus dos cimas diferenciadas con “El caballero oscuro” y “Los vengadores”. Uno puede guiarse por las sombras o por los recovecos
luminosos del entretenimiento… pero siempre llegará al mismo lugar. Shane Black ha optado, por imposiciones
de producción, con el piloto automático del plan de vuelo de Joss Whedon, despuntando como la
arista sarcástica e incluso cínica a lo
Tom Clancy sobre la cultura norteamericana del envoltorio de los superhéroes
en un mundo de maníacos y visionarios. Nos conocemos los trucos: romanticismo,
pólvora, revelaciones, anticlímax y explosivo regreso de un millonario desahuciado a golpe de
misiles. “Iron Man 3” resulta tan
acertada como superficial, tan explosiva como escasamente predecible y poco
sorprendente. La psicología, el thriller político, la burla y la inquietud
hacen que el héroe resurja (y rebuja) de sus cenizas… otra nueva vez. El libreto de “Iron Man 3” podría ser perfectamente
el de “Arma Letal” con los añadidos
de gadgets, armaduras voladoras y kilotones de CGI. ¿Tan poco ha cambiado estructuralmente el cine de entretenimiento desde finales de los ochenta? No hay nada nuevo porque lo
nuevo ya no es necesario sino el balanceo de lo estridente, el entreteniendo
acaba mecanizado y enlatado, sin atisbo para la sorpresiva descarga o la chispa
definitiva.
Aplaudamos
sus tres ‘grandes’ secuencias de acción, devoremos nuestras palomitas mientras
nos divertimos y evadimos de un rato que ya pasó tiempo atrás y emborrachémonos
de blockbuster para olvidar nuestros
problemas... porque, recordemos, que aquí vamos de botellón con Champín. En realidad, nosotros creamos nuestros propios demonios… y la propia
cinta parece hablarnos al respeto. «¿El hombre hace el traje o el traje hace al
hombre?», nos preguntaremos. ¿No es acaso este filme una crisálida de otro
filme escondido mayor arrebatado por ese miedo escénico de no mezclar alcohol
con las palomitas y ser infiel al personaje? ¿No da la impresión de que todo al final es un anuncio
sofisticado de la PAH protagonizado por un egocéntrico y multimillonario hipócrita? En 1999 “Iron Man 3” sería una gran película, pero en 2013 un pasajero entretenimiento que se evapora al mismo ritmo que
suben sus efervescentes burbujas. ¿Un hype a palo seco? No, con gas y ‘alcohol-free’.
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