martes, 14 de marzo de 2017

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Guilt: ¿Quién mató a Molly Ryan?

Serie de TV
“Guilt”
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

Definición de «culpable»: ser responsable de una maldad o un crimen. En el asesinato de Molly Ryan, muchos son culpables de diferentes maneras, pero sólo uno es el verdadero culpable de su muerte. La hermana de Natalie, Grace, se convierte en la principal sospechosa del asesinato de su compañera de habitación Molly, siendo el objetivo de la prensa y los medios de comunicación, por lo que su hermana abandona su vida en Boston para viajar a Londres a defenderla. Con ayuda de Stan Gutterie, un abogado expatriado de dudosa ética, Natalie empieza a cuestionar cómo de inocente puede ser su hermana en realidad a medida que las horrendas verdades empiezan a emerger. En este drama de una hora, el misterio se torcerá por todas las capas de la sociedad de Londres: desde un lujoso pero depravado club de sexo hasta llegar incluso a la propia familia real. Con rostros conocidos como Billy Zane (Titanic) o Emily Tremaine (Vinyl), la serie con una trama llena de misterio y secretos está compuesta de 10 episodios.

Crítica Bastarda:

Sofisticadamente cutre y ridículamente estúpida, “Guilt” ha sido una las cancelaciones de la temporada televisiva en la que únicamente podíamos destacar el formato de una serie de diseño en la que el espectador se sienta delante de la pantalla para ver a quién se fornicaría en ese deambular de producción cárnica a tutiplén. Nichole Millard y Kathryn Price, a través de diez episodios, nos remiten a una réplica y modulación de la historia de Amanda Knox en la perspectiva de Grace Atwood. El personaje que interpreta Daisy Head se convierte en la principal sospechosa del brutal asesinato de su compañera de piso y los dramas y secretos comienzan a florecer junto a las carcajadas al otro lado de la pantalla. Pese a que “What Did You Do?” (1x10) dejó ciertos frentes abiertos, la propuesta contaba con escaso (por no decir nulo) potencial que tampoco se desarrolló en un concepto positivo. En tiempos de policíacos y casos criminales que se han encontrado entre la excelencia catódica (The Night Of) el aterrizaje de “Guilt”, como el de Marseille, suponen un bastión para la comedia involuntaria televisiva, aprovechándose en sus constantes exageraciones y giros de guion de su capacidad para atraer a una parcela de espectadores. Dudo que estemos ante una versión más adulta de “Pretty Little Liars” sino ante un cúmulo de tópicos encadenados por tramas de usar y tirar. No hay más, tampoco hagamos un drama de una comedia involuntaria.


“Guilt” mete en el menú a la realeza, venganzas terroristas y una red de prostitución de lujo en plan versión tróspida de “Eyes Wide Shut” y, evidentemente, oscuros secretos de la víctima para ir presentando a diversos posibles sospechosos mientras toda la culpa se dirige a Grace Atwood. Su pasado tampoco ayuda. De hecho, todos los personajes tienen un oscuro pasado como remarca la tradición del subgénero. Tanto su hermana (Emily Tremaine) como el excéntrico abogado contratado por su padre (Billy Zane) van a tratar de ayudar a resolver el misterio y exonerar a la protagonista de un oscuro destino que parece impuesto tanto por la fiscal como los medios. La serie trata de aferrarse a su pulpa de culebrón conjugando sangre y lágrimas como parte de su material dramático en el que poco o nada importe la autenticidad o credibilidad sino confeccionar giros de guion y cliffhangers profusamente sin importar en demasía el orden natural del universo. Podemos comprender que la propuesta trata también de elaborar una sátira sobre los circos mediáticos que montan los medios de comunicación cada vez que la sangre y un caso sensacionalista hace acto de presencia. Quizás todo sea tan unidimensional y prototípico que “Guilt” no alcance nunca una versión efectiva y eficiente de su fórmula repleta de vicios y depravaciones humanas entre vulgaridad y bajos instintos. ¿Quién mató a Molly Ryan? ¿De verdad importa? Pensemos en que Grace Atwood fue traicionada por todas las personas que vivían sobre su mismo techo y al final queda más sola que la una… asesinando a la asesina que quería que el mundo pensara que ella, la protagonista, fuera la asesina (valga la ‘rebuznancia’). El cierre del espectáculo, además, es tan sumamente ridículo destapando que toda persona puede convertirse en un asesino que descubrir quién era el culpable no deja de marcar esos tiempos impuestos de vergüenza ajena habitual en el producto. No le dé más vueltas: el culpable es realmente usted por haber visto esta serie.

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