jueves, 14 de noviembre de 2013

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Avatar: Yo ya estuve en Pandora

“Avatar”
Director: James Cameron
EEUU
2009

Sinopsis (Oficial):

En “Avatar”, la película del director James Cameron (“Titanic”, “Terminator”), Jake Sully es un ex marine confinado a una silla de ruedas. Es reclutado para viajar a años luz, a un puesto humano en el planeta Pandora, donde un consorcio corporativo está extrayendo un mineral que será clave en la solución de la crisis energética de la Tierra. Debido a que la atmósfera de Pandora es tóxica, han creado el Programa Avatar, en el que ‘conductores’ humanos tienen sus conciencias unidas a un avatar, un cuerpo biológico controlado de manera remota que puede sobrevivir en ese entorno. Estos avatares han sido creados genéticamente como híbridos combinando ADN humano con el de los nativos de Pandora… los Na’vi. Convertido en un avatar, Jake puede volver a caminar. Se le asigna la misión de infiltrarse entre los Na’vi, que se han convertido en un obstáculo importante para la extracción del preciado mineral. 

Crítica Bastarda:

Siempre y cada vez que emerge el nombre de “Avatar” —recientemente con la vivisección a lo Dalia Negra propiciada por ese asesino en serie llamado Telecinco— revive en mi (y en avatar) la sorpresa que tiempo atrás me llevé en el retrete de mi casa. La tradicional y ‘transparente’ agua había sido remplazada por un fluido azul muy estilizado. Consternado y extrañado alcé la voz y pregunté a qué era debido tal cambio respecto al tradicional formato acuoso. La respuesta fue simple y sencilla: «los tiempos cambian».


James Cameron decidió cambiar nuevamente la sintonía cinematográfica de los tiempos, pero ni meando fuera del tiesto ni mucho menos de esa universal taza del váter llamada cine comercial. Simplemente coloreó las nuevas épocas con una pastilla azul y más de 300 millones de dólares. La coña y MEME, que circuló irremediablemente a la velocidad de la luz en todos los correos electrónicos del mundo entero, fue la del argumento de la tradicional historia de Pocahontas donde habían tachado Disney y el nombre de la célebre indígena para poner James Cameron y Avatar. El argumento sólo sufría transformaciones respecto al año y personajes, el resto era igual… tan vergonzosamente idéntico que poco importó a los millones de espectadores que asaltamos la salas de todo el mundo para convertir a la cinta en la más taquillera de todos los tiempos.


Y es que “Avatar” es un viaje a cosmos poco más lejanos en el reciente espacio. Estamos ante un popurrí bakalaero de “Bailando con lobos” con universo ‘montable’ por puerto USB y carne azulada de parodia para dar y tomar proporcional a su recaudación también en 3D. Pese a que los diálogos de “Avatar” no están muy lejos de hobras maestras del tipo Un chihuahua en Beverly Hills o de la prosa intelectual de Transformers 2casi fue nominada al Oscar en dicha categoría. Algunas voces se alzarán y nos dirán que “Avatar” ha creado escuela desde su estreno y no se equivocan: en el 2011 se estrenó “Los Pitufos” en 3D con considerable éxito y su secuela estrenada este año ha propiciado una rentable franquicia. Lamentablemente para muchos la mastodóntica obra de Cameron fue una simple copia y evolución palomitera, en formato ficcional, de “Misterios del océano”. Sí, ese documental tan infravalorado como desconocido cuando a nivel técnico (lentes, cámara…) contiene todos los méritos de “Avatar” y del cine con que el mainstream-gafapastificado pretendió salir de su personal crisis en forma de streaming y divx


“Avatar” sigue siendo un herpes azul en 3D: calor, picor y aparición de color rosado en los testículos gafapastiles al principio… y ampollas con granos dolorosos de tanto auto-flagelarse al final. Lo peor de la obra de Cameron es que la vendieron como revolucionaria y contrapunto de los nuevos tiempo$ de Hollywood cuando era simplemente anacrónica e infantil. Pero no digan nada ni alcen su voz porque tres cuartas partes de la humanidad van al cine a entretenerse y Cameron conduce, al parecer (o al perecer de otros), hacía horizontes orgásmicos y terrenales. Recuerden, los tiempos cambian... aunque el invento revolucionario siga siendo simple agua edulcorada con colorante. Cierto es que si uno frecuenta retretes, de índole interplanetaria y con ecosistemas propios, una pastilla azul puede suponer un contrapunto a las concurrentes toxinas. Un alivio azulado, vamos. Pero para aquellos que vamos mucho, bien y lo limpiamos regularmente (todo hay que decirlo) “Avatar” es más y más (y más) de lo mismo. 

Hace ya muchos años que la pastilla azul se disolvió en la memoria familiar. El agua del retrete volvió a su transparente color habitual antes del uso. Y es que las modas, modas son y siempre pasan… de moda, hasta que el emerge el nombre para catapultarnos al azulado y pestilente recuerdo. Pero no se preocupe Sr. Cameron, aunque la taza del váter simplemente la utilizo para cagar me acordaré de su Pandora pixelizada en relieve cuando vuelva allí.

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