Serie de TV
“El cuento de la criada (The Handmaid's Tale)”
Título original: “The Handmaid's Tale”
EEUU
2017
Sinopsis (Página Oficial):
Esta serie dramática basada en el premiado best-seller de Margaret Atwood, narra la vida distópica de Gilead, una sociedad totalitaria que antiguamente pertenecía a los Estados Unidos. Los desastres medioambientales y una baja tasa de natalidad provocan que en Gilead gobierne un régimen fundamentalista perverso que considera a las mujeres propiedad del estado. Una de las últimas mujeres fértiles es Defred (Elisabeth Moss), sirvienta de la familia del líder y una de las mujeres forzadas a la esclavitud sexual para llevar a cabo un último intento desesperado de repoblar un mundo devastado. En esta horrible sociedad en la que una palabra inadecuada podría acabar con su vida, Defred se abre camino entre jefes, sus esposas crueles, mujeres del hogar y sus compañeras sirvientas –de las que cualquiera podría ser una espía de Gilead– con un único objetivo: sobrevivir y encontrar a la hija que le arrebataron.
En un reciente debate, en tiempos de 140 caracteres, una tuitera —de claras actitudes transfóbicas— acusó a servidora de ser «misógeno» por el mero hecho de proponer y enumerar ejemplos que vulneraran los derechos humanos recogidos en la DUDH. Lo peor de todo el asunto es que semejante esperpento de persona totalitaria, que estaba a favor de la destrucción de derechos individuales fundamentales —con un odio irracional a la par de una estupidez congénita—, se hacía llamar feminista. Considero que en su obscena argumentación reflejaba parte de unos desvaríos que han hecho que se diluya o se tergiverse un movimiento que busca la igualdad y que no es lo contrario del machismo. El problema de las personas, cuyo razonamiento subraya ofenderse con todo lo que trastoque un peligroso pensamiento único, es que ha ayudado a sintetizar que el traje de Nochevieja de Cristina Pedroche sea «feminismo» cuando, irónicamente, está en la antítesis de tal noción. Entendemos que para esa transfóbica y absolutista tuitera, “El cuento de la criada (The Handmaid's Tale)” es la serie más «misógena» de la historia de la televisión. Es un ejemplo, una posibilidad… ergo es «misoginia» a la enésima potencia según un punto de vista similar a los efectos secundarios de un traumatismo craneoencefálico. ¿Hulu? ¡Cadena «misógena» por producirla y distribuirla! ¿HBO España? ¡Cadena «misógena» por distribuirla en España! ¿Bruce Miller? ¡«Misógeno» por desarrollarla para televisión! ¿Elisabeth Moss? ¡«Misógena» por protagonizarla! ¿Margaret Atwood? ¡«Misógena» por escribir la novela! ¡Y todos los espectadores que la veamos y la disfrutemos, son por supuesto (de todos los supuestos), «misógenos»! En definitiva, si usted es feminista o defiende el feminismo —y propone ejemplos de cómo el ‘heteropatriarcado’ destruye derechos individuales de la mujer— es «misógena», según el infecto pensamiento de una tuitera radicalizada en su propia estupidez. Tenga cuidado con semejantes esperpentos de personas porque, al más mínimo momento, pueden descargar su furia con un arma eléctrica (o lo que tenga a mano), como si ejercieran de Tía Lydia en esta esa historia tan desagradable que nos toca vivir por desgracia día a día en redes sociales.
Corramos un «estúpido» velo. En esta sobresaliente propuesta y una de las mejores —y más premiadas— series del 2017, subyace una historia sobre los derechos de la mujer y que todo lo que ha costado una lucha —que todavía no ha concluido— se puede evaporar en cuestión de días. “El cuento de la criada (The Handmaid's Tale)” nos habla de situaciones que actualmente —y de manera vergonzosa— se suceden parcialmente en países que viven sus propias distopías religiosas. ¿Por qué nos olvidamos de los países en los que la desigualdad es insultante cuando tratamos de hablar de aquello que si significa el «feminismo»? Podemos dirigirnos a la propia ficción amparada en hechos reales como “Ángeles de hierro” de Katja von Garnier. En el reconocido telefilme de HBO, las sufragistas estadounidenses tenían la dicotomía de integrar a las mujeres afroamericanas en su lucha —y alejarse de sus oportunidades reales en aquel momento— o, por el contrario, ir consiguiendo poco a poco esos derechos que les eran negados. La serie de Hulu nos advierte que todo aquello que se considera todavía insuficiente —pero seguro— puede desaparecer… en un suspiro y chasquido religioso y/o totalitario de dedos. La jugada argumental de la historia viene determinada por el propio origen del destino de esas mujeres apresadas, violadas y privadas de cualquier mínimo derecho. Irónicamente es Serena Joy Waterford (Yvonne Strahovski) aquella persona que originó con sus tesis un modelo para que una sociedad pudiera justificar el aumento de una nimia tasa de natalidad con abominables pérdidas de derechos para sus ciudadanas. Aquí subyace también parte de la esencia de “Hijos de los hombres”, dentro de una fantasía en la que la posibilidad de infertilidad humana a nivel global engendre un debate que plantee la destrucción de derechos. El fin no justifica los medios y estamos observando cómo parte de la sociedad da por bueno teorías colectivistas —y generalmente totalitarias— que no hacen más que engendrar la aniquilación de derechos individuales fundamentales recogidos en la DUDH por un fin mayor impuesto por otro grupo de personajes. Y se hacen llamar feministas en Twitter… Cuidado, la distopía está cerca ya al tener a personajes como el que interpreta Strahovski pululando y tratando de imponer sus ideas en la red. Cuidado, el fundamentalismo ya está aquí.
«Nos rellenan como a un pavo con semen de viejo metido por el coño para que con suerte le demos un bebé a la madre patria». La frase anterior define el leitmotiv argumental de una propuesta amparada en seguir los pasos de June Osborne (Elisabeth Moss) y aportar esa dosis de melodrama necesario a una historia que parece, generalmente, un relato de terror. «Si escribes te cortan la mano». Las torturas —y la degradación de la mujer hasta lo más absoluto— articulan esa posibilidad en la que unos fascistas teocráticos pueda tomar el poder y control de un país como EEUU. La idea es instaurar ese sentimiento de prisión para todas esas doncellas secuestradas para una finalidad mayor y revelar, en el proceso, la posibilidad de lo que los seres humanos —en este caso, las mujeres— se conviertan en meros objetos cuyo valor reside en su capacidad de reproducción. “El cuento de la criada (The Handmaid's Tale)” nos demuestra que la novela de Margaret Atwood sigue siendo actual y que la fecha de su publicación (1984) remarca esa constancia distópica y profética del futuro que nos puede aguardar. La serie de Hulu es miedo en estado puro en gran parte de sus proposiciones formales y señala al colectivismo como un gran mal contra el que hay que luchar. Ese concepto queda remarcado en la visita diplomática de otro país y en la necesidad de sacrificar y violar derechos por una finalidad que se considera mayor para la propia subsistencia de la raza humana. El germen del fascismo sigue todavía presente y la propuesta de Bruce Miller propone revisar los ecos en la historia de June Osborne para reflejar ese contraste de un mundo que puede irse a la deriva. Es evidente que la parte troncal necesita otro tipo de narración y los intentos por sobrevivir de la heroína, como reencontrarse con sus seres queridos, supone un idóneo material para trasladar esa farsa y prisión que tiene que representar cada día. La cuestión es que el conjunto nos revuelva el estómago e incluso sintamos absoluta grima por amputaciones quirúrgicas o ejecuciones sin perder ese ápice de humanidad implícita en el interior de las doncellas. ¿Siempre nos quedará Canadá? ¿Es la propia violencia el catalizador de esas mujeres apresadas para expulsar sus demonios interiores en lapidaciones como nuevos actos sociales? Pensemos en toda la ironía del relato no hace más que alertar de esos peligros que todavía residen en las entrañas de nuestra sociedad. Todo, repito, todo puede venirse abajo… Que la propia primera temporada finalice trasladando todo ese sentimiento de incertidumbre, es parte de los encantos de ese suspense que se mezcla con el terror ante la hipocresía de un mundo de hombres que desean construir diferentes prisiones para las mujeres. Y tenga cuidado con las Waterfords y Tías Lydias que abundan en este presente ya distópico que comenzamos a vivir… Gilead ya está aquí.
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