jueves, 25 de enero de 2018

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The End Of The F***ing World: Bonnie & Clyde por y para millennials

Serie de TV
“The End Of The F***ing World”
Reino Unido
2017

Sinopsis (Página Oficial):

Un psicópata adolescente y una chica rebelde con sed de aventura emprenden un accidentado viaje por carretera en esta serie de humor negro basada en una novela gráfica

Crítica Bastarda:

No sabía dónde íbamos y cuándo iba a matarla… pero le di un puñetazo en toda la cara a mi padre, le robé el coche y eso me pareció un buen comienzo.

En la lista de las mejores nuevas series del segundo semestre de 2017 aparecía “The End Of The F***ing World”. No dejaba de ser un título llamativo que no era más que una adaptación homónima de la novela gráfica —hilvanada de una serie de cómics— de Charles S. Forsman. Quizás esa autocensura de su título remarque el carácter de trasladar esas viñetas a un formato audiovisual, que ya comenzó a explorar Jonathan Entwistle en el cortometraje “TEOTFW” en 2014. La propuesta de Channel 4, que Netflix ha distribuido internacionalmente, pudiera también estar incluida entre los mejores espectáculos del año pasado… que llegaron en el presente. La calidad de los libretos de Charlie Covell, bajo la dirección de Jonathan Entwistle y Lucy Tcherniak, nos transportan a una variación más nítida y luminosa del material original; como si estuviéramos en un cruce de “Bonnie & Clyde” con “Ghost World” de Terry Zwigoff. Quizás la generación Y también merezca su propia “Rebelde con causa” y “The End Of The F***ing World” aterriza gracias a la inmediatez de su formato (8 episodios de apenas 20 minutos cada uno estrenados en todo el mundo en ‘streaming’) como parte de un santo y seña de un viaje actual de autodescubrimiento de dos adolescentes que no encajan con el mundo que les rodea. No se dejen engañar por las apariencias ni por la premisa de «joven psicópata conoce a chica». Como en toda ‘road-movie’ de huida a lo “Thelma & Louise”, vamos a tener cambio de roles y giros argumentales en un viaje repleto de oscuridad y errores fatales. En realidad, la serie trata de explorar la crónica de una tragedia anunciada desde los planes de James (Alex Lawther) por asesinar a Alyssa (Jessica Barden) e iniciar ambos, contrariamente, una relación ante un mundo plagado de personas detestables o monstruosas. Contrariamente —y para ese mundo que dejaron atrás—, nuestra pareja se va convertir en unos forajidos peligrosos al margen de la ley, perseguidos por la policía… mientras se meten en nuevos problemas.


Los conflictos de James y Alyssa sintetizan los problemas de una nihilista y crédula generación de conectar con el mundo que los rodea. James, por ejemplo, había determinado erróneamente que su insensibilidad era el síntoma de su psicopatía (a lo Norman Bates o los comienzos de Dexter Morgan con un trauma por la muerte de su madre en la recámara) pero, sin embargo, todo ese viaje de crecimiento le propicia tanto una reconexión como un claro peligro emocional. Sentir es una necesidad humana pero, también, un claro riesgo si uno se arriesga a sentir hasta el mayor de los límites. Alyssa, por su parte, había declinado en su apatía vital sentir algo por su madre, centrando sus anhelos emocionales ante un padre ausente y la repudia de tener que interpretar un personaje como modelo social. Alyssa va a descubrir que las personas son tan complicadas como el mundo que habitan y que sus intentos de reinventarse tienen fecha de caducidad; toda una fantasía irreal, una «película» que tanto ella como James están protagonizado hasta un fundido a negro. La serie se beneficia de todos sus anacrónicas referencias audiovisuales para articular una historia universal, como si de Nicholas Ray a Hal Hartley existieran vías con las que pudiéramos entender esos relevos generacionales. James y Alyssa pueden ser tanto el principio del fin como el fin del principio y la vocación de la ficción es aportar un relato tan cerrado como el del material original. Más allá de una road movie, aquí habita un reflejo existencial alrededor de impulsos y sentimientos. “The End Of The F***ing World” es todo una serie ganadora desde su estética, sus planteamientos —con dosis inteligentes de comedia negra— o su banda sonora, recordando esa esencia que dejó a finales de los 80 y principios de los 90 el director de “Trust”. Dentro de esas contradicciones, los personajes también se respaldan en la dicotomía de enfrentar su fragilidad interior con ese caparazón de bichos raros. En realidad, la idea de alternar sus puntos de vista nos lleva a introducirnos en su psique y amar la desoladora verdad en la que respaldan sus existencias. Y el destino no es más que un duro golpe de realidad ante una huida hacia delante sin retorno. ¿Es la perfecta idónea alegoría de la perdición de los millennials ante sus problemas por no aceptar su crisis existencial y afrontar la realidad y sus problemas? Solamente queda ese disparo que nos manda a un tal vez negro eterno. ¿El fin de ese jodido mundo?

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2 comentarios:

  1. Hola, viste Your Name? Y si es así, que te pareció?

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    Respuestas
    1. Hola!

      Sí y me ha gustado. Cuando pueda -y mi falta de tiempo me lo permita-, la crítica bastarda.

      Saludos bastardos.

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