martes, 9 de enero de 2018

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Antiviral: La fama como virus de diseño

“Antiviral”
Director: Brandon Cronenberg
EEUU
2012

Sinopsis (Oficial):

Con un fuerte gusto por el género, “Antiviral” parece salir del universo, tan propenso a la nueva carne, de David Cronenberg. El joven Brandon no ha dudado en mirarse en los ojos de su padre y, en su película de debut, ha planteado un mundo de tintes futuristas y tonos blancos-hospital. Syd trabaja como dependiente para una clínica que vende virus cultivados en la piel de celebridades. Decidido a hacerse con un sobresueldo, el chico, que se dedica también a la venda ilegal, terminará por adentrarse en un entramado de conspiraciones. Piel, sangre y mucha carne, en una película de poso crítico. De tal palo, tal astilla.

Crítica Bastarda:

El camino de la nueva carne pasa una sociedad adicta a las celebridades. Los nuevos dioses del futuro nos llevan ese alimento y enfermedad hasta la vida y la muerte como comunión del adorador y el icono adorado. Los elementos metafóricos que maneja de Brandon Cronenberg abarcan el paralelismo con nuestra sociedad recargada de mitos y celebridades que marcan a generaciones y estigmatizan a sus seguidores. Nos interesa que “Antiviral” compare a los paparazzis con mercantes de virus y acuerdos velados para formalizar una sátira de nuestro mundo actual repleto de parásitos y devoradores de famosos. No hay demasiados grises dentro de la enfermedad que plantea Brandon Cronenberg, como si el poso distópico marcará tanto al espectador como a los protagonistas. 


El futuro es tan pálido como una piel traslucida que marcan los tintes de rojo carmín y sangre. Llega el fetichismo elevado a virus, a una aproximación parasitaria, biológica donde el fanatismo se convierte en mercado y consumo, sometido a sus propias leyes, virulentas y sardónicas. El juego y jugo está servido y posiblemente la propia “Antiviral” quede vinculada a su enfermizo tono, a su frialdad y distancia. La sustancia, por el contrario de la cinta de Brandon Cronenberg esconde otros tentáculos más mortíferos como su posicionamiento sobre la fama. ¿Qué es la notoriedad en ese mundo distópico? ¿Por qué son famosos los famosos? ¿Qué han hecho para conseguir su gloria, reputación y popularidad? Observamos las imágenes de esa gente famosa pero el cosmos de “Antiviral” declina conectar nuestra realidad: no hay música, cine, televisión… salvo aquella que enmarca a la propia celebridad. El icono ha quedado definido como icono, no hay adorno sino deshumanización. ¿Por qué una sociedad aparentemente humana llora ante una entidad que es un simple objeto? ¿No habita en su propio discurso una terrible hipocresía? 


Realmente la cinta de Brandon Cronenberg establece en sus propios códigos la inquietud que produce una cultura basada en la obsesión del pueblo sobre los famosos. Los tonos son asépticos y la estilización aleja el concepto de lo fascinante, como si el propio espectador fuera parte del contagio sobre esos fulgores estériles que yacen en toda la obra. La enfermedad de una sociedad de marionetas y vampiros, de consumidores y opulentos que convierten cualquier objeto en negocio. Y las personas son objetos. Muere joven y deja un eterno cadáver, carne y sangre que alimenta a ese nueva religión de iconos y adoradores.

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