“Black Museum”, sexto y último episodio de la cuarta temporada de “Black Mirror”, ha sido el broche final para una entrega tan variada como variopinta —y desigual de cara a algunos espectadores—. Charlie Brooker decidió el año pasado finalizar con una entrega que pareciera un largometraje y, en esta ocasión, se ha confeccionado un recopilatorio que aúne prácticamente a todo el espectáculo de Netflix. Vayamos a esta conclusión que pasa por la visita de Nish a un ‘Museo Negro’ que no es para débiles de corazón. Regentado por Rolo Haynes y plagado de objetos de fetichismo dentro del universo de “Black Mirror”, el capítulo basa sus encantos en un recital de ‘huevos de pascua’ e historias encadenadas que recuerden a “Dimensión Desconocida” o “Historias de la cripta”. El interés del capítulo pasa por comprobar una antología dentro de una antología para integrar en ese museo tecnológico del horror un montón de piezas en las que comprobemos el lado oscuro de esos artilugios que han ido recorriendo toda la serie. Esos huevos de pascua van desde la bañera de “Cocodrile” o la tableta de “Arkangel”. Las vitrinas han de estar completadas por todo el horror que hemos ido asimilando a lo largo de los años y la suma de historias diferentes van complementado un gran todo antes de un giro final. No es que sea una novedad en el universo de “Black Mirror” porque “White Christmas” trató de hacer algo parecido utilizando su formato de ‘especial’. “Black Museum” desea ordenar la línea cronológica de la serie e incluso dejarnos dudas sobre si estamos ante el final del camino. Podemos pensar que Nish ha acabado en la típica trampa para turistas pero, sin embargo, ese solitario lugar esconde una cadena de secretos que oculta Rolo Haynes. El personaje que interpreta Douglas Hodge da la impresión de ser un ‘diablo’ que estuvo detrás de algunos de los objetos macabros que allí se encuentra. ¿La memorabilia de “Black Mirror” para todos los públicos?
La primera historia nos cuenta un crimen tecnológico utilizado el Hospital de San Junípero como centro de operaciones de Rolo Haynes y los inventos que allí se van desarrollando. Vamos a seguir a Dawson (Daniel Lapaine), un médico que fue seducido por el avance que le presentó ese diablo para poder revolucionar la medicina moderna. El artefacto que va a utilizar Dawson provoca que pueda sentir el diagnóstico de sus pacientes y darles un tratamiento rápidamente. Todo parece ir bien hasta que ese médico se topa con un político envenenado sin que pueda determinar aquello que le ocurre hasta que es demasiado tarde. Dawson va a probar el sabor de la muerte y, en ese momento, surge una adición que lo cambia todo. El dolor y se convierte en placer… “Black Museum” podría haberse convertido en una montaña rusa de depravación y secuencias enfermizas pero, por el contrario, se somete a un thriller bajo un planteamiento moral que irá narrando Rolo Haynes. Sabemos que el masoquismo dará pie al asesinato y a la automutilación y que toda esa excitación bien pudiera ser tan retorcida como la mente del narrador… Erecciones sardónicas aparte, claro.
En la segunda historia veremos a un matrimonio que ha encontrado la felicidad con la llegada de su hijo pero, no obstante, un accidente destruye sus esperanzas de futuro. Rolo Haynes puede sacar del coma a la esposa de Jack y transferirla a su cerebro. Ese planteamiento podría dar pie a una nueva película de Charlie Kaufman y la idea es aportar una nueva dosis de originalidad a los monólogos internos de las personas. ¿Sería capaz de sobrevivir si en su cerebro tuviera a otra persona cuestionando sus actos y hablándole todo el rato? Jack va a cavar pidiendo ayuda a Rolo debido a los problemas de ‘convivencia’ con Carrie y todo se complica con la llegada de una nueva mujer a la vida del viudo (?). Ni siquiera un descanso de Carrie salvará la relación y el punto de giro se realiza sobre la posibilidad de una transferencia a ese osito de peluche que observaba Nish. Ahí dentro acabará Carrie y solamente tendrá dos opciones de comunicación con el mundo. ¿Una nueva forma de tortura? No esperen una revisión de “El muñeco diabólico” sino un cuestionamiento sobre el amor de una madre destruido por la inutilidad de los juguetes para los niños en el mundo actual. Mención aparte todo ese humor negro de ver amenazando a ese osito de peluche que puede alterar el nuevo orden familiar. El crimen fue precisamente ese oso ya que supuso el fin de la carrera de Rolo, al ser ya ilegal ese tipo de respuestas emocionales tan limitadas. Rolo decidió crear ese museo negro de los horrores pero le faltaba una pieza estrella que encontró con un condenado a muerte por un crimen mediático. Aunque Clayton defendió su inocencia, una prueba de ADN fue concluyente y podemos dar otro rumbo a lo rebelado en “Cocodrille” sobre una perfecta policía de la verdad. No todo es perfecto y el caso de Clayton fue prueba de ello. Convertido en un holograma para salvar a su familia de la ruina económica, Rolo se transformó en ese diablo que no para de corromper y engañar a las personas. No solamente utilizó a Clayton como atracción de feria en su museo sino recreó su electrocución con suvenir macabro incluido al final del tour. Todos esos nuevos avances tecnológicos no hacen más que dar forma a otros elementos que hemos ido viendo. Tanto el fallo en el aire acondicionado como la llegada de Nish obedecen a un previsible giro de guion. Esa chica es la hija de Clayton en busca de venganza tras ver su padre acabó siendo un vegetal por la codicia de Rolo y sus intentos de llegar a esos 15 segundos letales de electrocución a golpe de talonario. Olvide las lagunas de guion y todo ese juego de posibilidad porque la venganza se sirve a golpe de sentencia de muerte pasada por electricidad y ese concepto de suma de flashbacks.
No solamente vamos a descubrir que Nish deseaba liberar a su padre sino que la idea era introducir a Rolo en su cuerpo espectral para darle de su misma medicina y dejar inmortalizado su fin como ese suvenir de recuerdo del sabor de la venganza. Nos revelarán, además, que la madre de la protagonista (que trató de suicidarse tras ver a su esposo en el Museo Negro) se encontraba dentro de la cabeza de su hija. “Black Miror” siempre ha jugado con esos márgenes morales y legales sobre los avances tecnológicos y la idea es que nuestra protagonista destruya todo ese museo, quedándose únicamente con ese osito de peluche, pudiera ser otro tipo de pista respecto a la humanidad tras los problemas y deslices éticos de los avances tecnológicos. También podría abrir ciertas cuestiones en “Metalhead”. ¿Los osos de peluche con el que se cerraba el episodio escondían a alguien más en su interior? ¿O, por el contrario, la mejor teoría es que no es el final del camino sino una nueva vía para torturar a los condenados a muerte? Pensemos en que todas esas ideas inquietantes dan forma al sentido de un universo completamente conectado. ¿Significa todo lo anterior que, en realidad, “Black Museum” es la culminación de esa ordenación de la línea temporada de la serie? Veremos aquello que nos depara en ese generador de huevos de pascua infinitos que es ya el espectáculo de Netflix aunque, quizás, debamos digerir todo este conjunto de brillantes ideas pasado un tiempo. ¿En aquel instante en el que sepamos que estamos atrapados en un futuro distópico?
Historias Bastardas Extraordinarias by Maldito Bastardo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Un episodio que intenta recrear aquel estupendo "White Christmas" ; la mejor parte es , a mi parecer , el episodio de "la esposa encerrada" , con todo ese humor negro y esa visión crítica y descarnada de la naturaleza humana ... Black Mirror en estado puro .
ResponderEliminarMe encantó también el personaje de Rollo Haynes , ese "guardián de la cripta" capitalista y depravado ...
Que calor hace aquí !!
Será que estamos en el infierno ??