“El pan debajo del brazo”
Director: Mariano Ozores
España
1984
Sinopsis (Oficial):
Es la historia de tres parejas que van a tener un hijo. Una sucesión de anécdotas sobre la identidad de los futuros padres y los problemas que plantea la llegada de esos hijos.
Resumamos el engendro, considerado uno de los 100 peores largometrajes españoles de la historia, en que si usted es hombre y no siente ganas de someterse a un cambio de sexo, para no ser acusado de violencia de género por estrangular a Fedra Lorente, no es una persona. Lo mejor sería utilizar las perlas que aparecen en el libreto de Mariano Ozores para describir todo el infecto talento que subyace en “El pan debajo del brazo”. O, lo que es lo mismo, un intento de hacer un film de tintes serios y alegóricos mientras la caspa se mete hasta en el orto y los pliegues del potorro. Pensemos que se trata de un retrato de un país, como si ese nacimiento para el que se preparan todos los personajes fuera el de una nación sumida a las libertades de una falsa democracia. La película da la impresión de decirnos: ¡con Franco se vivía mejor y te robaban menos…! Esa inseguridad y entramado cómico/dramático es desarrollado en pequeños insertos argumentales, muchas veces cercanos a sketches, que nunca acaban de encontrar un tono propicio o funcionar. Esa desidia se refleja en el trabajo de los actores que o bien vive de rentas pasadas y réplicas de su único registro o simplemente se enfundan en el patetismo o descontrol para tratar de sobrellevar sus generalmente ridículos personajes. Vayamos al repaso del engendro en diálogos con algunos comentarios añadidos al respecto:
—Voy a cometer un yernicidio.
•Pues yo voy a comprarme un matasuegras.
Cuando la comedia española trata de ir de moderna sale caspa por los cuatros costados. Y más si Mariano Ozores quiere ir Ingmar Bergman o de Woody Allen…
—Es mi marido aunque me doble la edad, como la canción. Además, voy a tener un hijo suyo. No será tan viejo…
La película plantea un debate sobre el aborto aplicando la legalidad vigente en aquel entonces y, sobre todo, quién tiene la responsabilidad sobre el cuerpo (y el derecho a hacer lo que quiera la madre).
—Un tío va a una máquina de tabaco. Echa una moneda, aprieta un botón y sale una cajetilla. ¿De quién es la cajetilla? ¿De la máquina o del tío que ha echado la moneda, eh?
La película se centra principalmente en robos y delincuencia por doquier en un país sumido en una reconstrucción y la llegada de libertades.
—Con decirles que esta puerta tiene el Oscar a la mejor cerradura.
—Debiste avisarme, tengo los solomillos contados.
•Pero si hay potaje…
—Pues tengo los garbanzos contados.
—Papá, estoy en estado.
•¿En el de las autonomías?
—Usted ha tenido la culpa, señora. No ha querido que el niño se llame como yo.
•Es que Adolfo es un nombre con connotaciones políticas: Adolfo Suárez, Adolfo Hitler…
Pero, entonces, llegó el fantasma de la Guerra Fría…
—El mundo no está para tener hijos: terrorismo, crímenes, accidentes, paro, crisis económica… Lees un periódico (o un bodrio hecho en España) y se te encoje el ‘corasón’. O pones la tele y se te cae el alma, Los políticos se ponen verdes los unos a los otros. Vas por la calle temiendo que te roben o que te pinchen. Duermes sobresaltada ante cualquier ruido. Hay que poner puertas blindadas, alarmas, tener perros… Ya no hay árboles, los ríos están contaminados, nadie piensa en los demás. Hay sitios donde ser negro es tan humillante como en otros ser blanco o amarillo o yo que sé, piel roja. Hay niños que se mueren de hambre o los matan las bombas y sabemos que cientos de misiles con cabezas atómicas nos tienen ya apuntados y apuntan a otros con potencia para destruir diez veces la humanidad. Diez veces… con una bastaba, ¿no? Bueno, pues nos pueden achicharrar diez veces. Y los dirigentes de uno y otro lado discuten, hablan, hablan y siguen sin resolver nada. ¿Y a este mundo vamos a dar a luz unos hijos nuevos? ¿Para qué? ¿Pero para qué?
•Para que ellos lo arreglen…
Pero la propia película encuentra un espacio para leerse a sí misma.
—Esto es surrealismo.
•Esto es una porquería.
—Una patada, me ha dado una patada.
•Yo no, yo estaba allí…
—El niño se ha movido.
(…)
•Como dijo Galileo: se mueve.
Pero la auténtica realidad es que una película de Antonio Ozores sin una de las mierdas mentales de Antonio Ozores no es una de película de Antonio Ozores.
[SE ESCUCHAN UNOS TRUENOS DE MIERDA]
—Menuda noche de porros… digo de perros.
Y luego llegan los antojos, los mareos y las patadas…
—No es por desmoralizarte pero lo que tiene que tener en la tripa deben ser gases.
(…)
•Gases, gases, él sí que está hecho un petardo.
—Estoy buscando algo que no sé ni siquiera dónde se vende.
•¿Dura o blanda?
—¿Que si la tengo cómo?
•La droga que si la buscas dura o blanda.
[El destape es ignorado por los caracoles]
—¿Para cuándo lo esperáis?
•Para Navidades…
—¿Será más joven que tú?
•¿Mi hijo? Hombre claro, si fuera mayor que yo sería un lío tremendo.
Y se aproxima el principio del fin…
—Estoy más embarazada que Carracuca
—Tengo contracciones cada diez minutos.
•Nueve en Canarias.
—Que rompo aguas.
•Con gas o sin gas… No rompas nada, que es te coche no es nuestro.
—Un tirón más como este y sale el niño por la caja de cambios.
Y, para concluir ese parto en proceso en el que las tres parejas coinciden por azarosas cuestiones del destino en el mismo hospital y noche, aterriza esa alegoría sobre la inseguridad ciudadana, la escalada de robos y que la criminalidad está pensada exclusivamente para los criminales.
—A mí me roban el coche 20 veces y no cogen a los ladrones y para una vez que robo yo uno nos quieren llevar detenidos.
En fin, un BODRIO que sintetiza a la perfección el germen de un país renacido en la criminalidad, la impotencia, la injusticia, la casa y, sobre todo, la corrupción.
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