Después del parón provocado por el Día de Acción de Gracias, “American Horror Story: Freak Show” regresó con fuerza con “Blood Bath” (4x08) pero “Tupperware Party Massacre”, noveno episodio, confirma nuestras sospechas sobre la irregularidad remarcada en esta temporada. Existen muchos méritos (más de forma que de fondo) en la propuesta de Brad Falchuk y Ryan Murphy pero también cuantiosas debilidades en la nueva pieza angular de la antología del universo ‘AHS’. Seguramente el final acabe siendo explosivo y nos podemos imaginar tanto un giro loco respecto a esos flashforwards sobre el ‘American Morbidity Museum’ como de toda la trama troncal alrededor del ‘Freak Show’. Todo se resume y esquematiza en la historia de dos príncipes, uno rico y loco y otro pobre y torturado. No falta princesa (con dos cabezas) y ese dragón da la impresión de plasmar Elsa Mars. Es hora de repasar todos los méritos de “Tupperware Party Massacre” y también sus erróneas percepciones.
El episodio se iba titular “The Fat Lady Sings” aunque en esta ocasión tampoco tenemos cover ni se formalizan esas imágenes promocionales de un enano con una guitarra eléctrica. Los anacronismos están en ebullición y —a la espera de la llegada Hermana Mary Eunice McKee para hacerse con Pepper en “Orphans” (4x10)— el sentido lo aporta Dandy Mott y su venganza sobre Jimmy. No piensen que morir en “American Horror Story: Freak Show” es el final para los personajes porque la última palabra, como sucedía en “American Horror Story: Coven”, la tienen los guionistas. Gloria Mott, Ethel Darling e incluso Ma Petite se van a dar cita tanto en el sentido físico como fantasmal. Nada (ni nadie) está a salvo en ese infierno freak y Dandy sin el manto de protección materno va revelar su divina y maléfica condición al mundo… pasando antes por la bola de cristal de Maggie Esmerelda para dar rumbo al macabro futuro que desea plasmar. Dandy seguirá asesinando a muchas personas, continuará con esos baños de sangre para robar sus poderes e incluso se va a enfrentar a Regina Ross gracias a dos aplastantes verdades: la sinceridad sobre sus actos y el dinero como remedio para dominar al mundo. Con el ‘tupperware’ como alegoría de esos personajes carcomidos en sus entrañas por el pasado —e inmaculados desde de la percepción exterior— “Tupperware Party Massacre” nos revela que Dandy y sus juegos pasan por decapitar a una comercial de Avon para convertir a su madre en un títere de dos cabezas que le recuerde a su princesa perdida. Que comience la función…
Ese tono sangriento, kitsch e inquietante es el tarro de las esencias de Dandy Mott, el gran villano de ese teatro de los horrores que nos tienen preparado para toda la recta final. Pero aquel que tomó la máscara del payaso asesino, en realidad, busca un compañero de aventuras. Quiere evitar la soledad. Regina pudiera ser el objetivo perfecto a sus fines pero hallará la otra cara de la moneda: casi nadie puede entender la mente enferma de un monstruo psicópata. Sin Twisty the Clown da la impresión de que no existe otro ‘freak’ asesino que pueda acompañar a Dandy en sus actos depravados y homicidios indiscriminados. Regina, conocedora de todos los truculentos crímenes de su antiguo cómplice de juegos durante su infancia, acude a la policía… pero he ahí la vuelta de tuerca un tanto loca y previsible. Dandy compra al oficial de policía con un millón de dólares (en los años 50 debía ser como las joyas de la corona inglesa) para que Regina acabe con una bala entre ceja y ceja… y así pueda cubrir sus huellas sobre la masacre de la fiesta del ‘tupperware’ responsabilizando a Jimmy de sus actos. En ese otro lado del espectro, el héroe atraviesa su peor momento ante la imposibilidad de superar la muerte de su madre y caer en los infiernos de la bebida. De tal palo tal astilla. Tampoco el amor puede salvarle tras ese tórrido escarceo sexual gastronómico con Ima Wiggles y perdiendo ¿definitivamente? a Maggie Esmerelda y las siamesas Tattler. Solamente le queda ser arrestado por la policía seguramente baje ese oscuro manto de poder de Dandy para tapar sus crímenes acuáticos.
Lo mejor de “Tupperware Party Massacre” es el regreso de los muertos y sobre todo Kathy Bates, recientemente nominada al Globo de Oro por su papel. Ma Petite aporta el sobresalto sobre ese Dell Toledo completamente borracho siendo incapaz de terminar sus cartas de suicidio para su esposa Desiree Dupree y su hijo Jimmy. No sé si ese encuentro desagradable con Stanley masturbándose delante de él y ofreciéndole su sexo, con ese miembro supuestamente ‘freak’, son el remate definitivo para que el hombre forzudo y sin valor trate de ahorcarse… siendo dirigida la secuencia con esas palpitaciones internas a las que pone fin Desiree. Tranquilos, no tenemos más personajes principales muertos… de momento. También olvídense del incierto futuro de otros protagonistas pese a que Elsa y Stanley hallan a las siamesas para finalizar su plan de eutanasia y engaño. Comprobamos que Elsa es un títere en manos de ese estafador y ella también es víctima de unas mentiras que posicionan tanto a Bette y Dot ante esa esperanza de separación. Las siamesas se quieren y ese amor puede ser su salvación para evitar que el amante y chapero de Stanley interprete su papel de doctor para poner fin al doble personaje que interpreta Sarah Paulson. El rechazo de Jimmy parece que va a ser su caída a esa lista de muertos y bidones de formol para la nueva colección del ‘American Morbidity Museum’. “Tupperware Party Massacre” nos presentan nuevos cameos y personajes como un viejo amante de Desiree llamado Angus T. Jefferson (Malcolm-Jamal Warner), pero la sensación final es que Dandy está condenado a ser el rey de esta fiesta macabra en la que se ha convertido la recta final del show. ¿Él es nuestro Dios… o no nos queda otra?
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Terminó aquí en Latinoamércia, fantástica, genial y espeluznante ...
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