martes, 23 de diciembre de 2014

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Olive Kitteridge: Sobre ese mundo desconcertante que somos incapaces de dejar…

Miniserie de TV
“Olive Kitteridge”
EEUU
2014

Sinopsis (Página Canal Plus):

“Olive Kitteridge” es la miniserie de HBO basada en la novela homónima de la ganadora del Premio Pulitzer Elizabeth Strout, publicada en España por Austral, y protagonizada por la ganadora del Oscar Frances McDormand (“Fargo”) y los nominados al Oscar Richard Jenkins (“The Visitor”) y Bill Murray. “Olive Kitteridge” gira en torno a las divertidas, conmovedoras y devastadoras historias que ocurren en un tranquilo pueblo de Nueva Inglaterra. En compañía de su dedicado marido Henry y su hijo Christopher, una profesora llamada Olive pasa el tiempo observándolo todo a través de su retorcida mirada y un fuerte carácter que, en realidad, oculta la sensibilidad de una mujer fuera de lo común. La adaptación de la novela corre a cargo de la escritora Jane Anderson, ganadora de un premio Emmy por el guión de “¿Matamos a la animadora?”, y dirigida por la nominada al Oscar Lisa Cholodenko (Los chicos están bien, “Hung (Superdotado)”, “A dos metros bajo tierra”).

Crítica Bastarda:

Se ha acusado a “Olive Kitteridge” de ser tan depresiva como el personaje principal y el entorno que sutilmente retrata, como ese cuento alrededor de la vida de la antiheroína que copa las páginas de la premiada novela homónima escrita por Elizabeth Strout. Puede que después de ver la miniserie de HBO, dirigida por Lisa Cholodenko, desee hacer lo mismo que su protagonista en su primera secuencia y ponga una fría pistola sobre su sien para despedirse de este impasible, agónico e incomprensible mundo. Pero en ese fatídico momento e instante surge una doble y esperanzadora lectura de esta propuesta, que puede hundirle en el infierno de sus miserias —y convertir a The Walking Deaden la más preciosa y risueña de las historias televisivas— o hacerle descubrir el lado bueno de las cosas. Desde sus créditos comprobamos el reverso optimista de la propia vida: la gélida nieve se convierte en azúcar glasé, la sangre es un simple bordado, unas pastillas pueden ser el sol y un pequeño hoyo en el suelo el lugar donde plantemos unas semillas y no designe una tumba impuesta por nuestra percepción. Somos nosotros aquellos que, ciertamente, decidimos el rumbo final al que nos acomete los turbulentos giros de la vida; somos los que ponemos la sintonía a la tragedia, drama o comedia que circula y sobrevuela nuestra propia existencia. 


“Olive Kitteridge” quiere ser ese piano que marque notas existenciales. Blancas, negras… Ese estudio sobre la naturaleza humana y las relaciones sociales evidentemente está plagado de tonalidades y tornasoles, de elementos que convierten el conjunto en una comedia agridulce, en un drama desolador, en una farsa trágica, en una pieza de humor negro, o un melodrama psicológico y existencial… Porque, en realidad, seguimos siendo nosotros mismos aquellos que manejamos todos esos conceptos deprimentes, cínicos, irónicos e incluso radiantes que vemos proyectados a través de los cuatro episodios que componen la sobresaliente miniserie al servicio de una sobrenatural Frances McDormand. Existe una vía de crítica social, de camino hacia una y planificada fábula sobre el mundo contemporáneo y la evolución de la sociedad adicta a paliar sus males (mentales) con pastillas, grupos de soporte, consejeros, psiquiatras, trabajadores sociales… La humanidad ha tendido a psicoanalizar todo y a todos, a incluir en su secta de Prozac y terapia a todo aquel que pueda deambular por sus emociones y decepciones, a todo ser palpablemente ‘raro’ sobre ese molde impuesto o quedar sometido a un fuerte trauma y revés vital. 


Ollie Kitteridge, como ese paisaje alrededor de su hogar, está esculpida sobre otro espectro, espacio y tiempo, sobre otro tipo de roca que ha tallado un carácter y armonía sobre la obstinación, el desafecto y aspereza sobre aquellos seres que la rodean. Olive es agresiva sobre las personas conformistas que caen en la auto-satisfacción pero trata de ayudar, con su personalidad y sutil falta de empatía, a aquellos que están a punto de desprenderse en los oscuros infiernos de los que ella misma huye. Toda esa capa para protegerse de los males y heridas que forman parte de su pasado —con el suicidio de su depresivo padre como eje— nos lleva a una historia de amor con su marido Henry (Richard Jenkins) y de distanciamiento con su hijo Christopher* (Devin Druid, John Gallagher Jr.). Somos testigos de cómo Henry y Olive encontraron sus medias naranjas pero las imposiciones tanto de su generación como del propio destino les acabaron encadenando el uno al otro. En realidad, su sinceridad y amor es su enlace y prisión para alejarse de ese cáncer existencial llamado soledad. El drama de “Olive Kitteridge” está enterrado en toda la dinámica y psicología de esa sociedad y el perspicaz y ácido posicionamiento de nuestra heroína al respecto, como si el destino la hubiera sometido a un vació de desesperación y tristeza, pero construido sobre la sentimentalidad y felicidad más obtusa y difícil de alcanzar. Resumamos el gran sortilegio que emana de la miniserie de HBO como la ruptura entre el drama más arisco y la comedia más negra, donde la empatía del espectador es la postura para decidir entre la tristeza y el optimismo, entre el descubrimiento y la aprehensión de ese mundo desconcertante repleto de dolor (y amor) que nunca seremos capaces de abandonar. 

* NOTA: Curioso que el actor Devin Druid sirva para interpretar a la versión adolescente de Louie (Louis C.K.) y al Jim Harper de The Newsroom”.

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