The Leftovers: ¿Crees o no crees en Damon Lindelof?

Serie de TV

“The Leftovers”

EEUU

2014

Sinopsis (Página Oficial):

Cuando el 2% de la población mundial desaparece abruptamente y sin explicación, el mundo se esfuerza por ponerse de acuerdo con lo que ocurrió. Tres años más tarde, la serie dramática de HBO, “The Leftovers”, se centra en la historia de las personas que se quedaron. Basada en el bestseller de Tom Perrotta (‘Ascensión’) sigue los pasos de Kevin Garvey (Justin Theroux), un padre de dos hijos y jefe de policía en un pequeño barrio de Nueva York, mientras trata de mantener cierta apariencia de normalidad, cuando dicha idea ya no es concebible. Creada por el co-creador de “Lost” Damon Lindelof y el aclamado novelista Tom Perrotta.

Crítica Bastarda:

Jaime Lannister nos recitaría que «Por un Rey que maté, Matarreyes me llamaron», pero Damon Lindelof acudiría al refranero popular: «Por un perro que maté, mataperros me llamaron». En realidad, mató a dos perros con nombres propios: “Lost” y “Prometheus”. De perros, desde luego, va el asunto y el piloto de “The Leftovers” se estructura sobre canes como parte de un alegoría del futuro de una serie. La propia novela de Tom Perro-tta ya nos adelantaba que su adaptación no va a ofrecer una solución final a su inicial planteamiento. Interesan, por lo tanto, los personajes y los engranajes dramáticos sobre los que pivota el gran misterio que ya ‘asciende’ a ser otra de las grandes preguntas que el ser humano es incapaz de responder. El problema de “The Leftovers” no es Perrotta sino Lindelof al hacer declaraciones del tipo «Aseguro que nunca sabrán dónde ha ido la gente y por qué. Y no vamos a tener remordimientos por ello. Pero seguirán viendo la serie porque no creerán del todo lo que digo». ¿A la tercera va la vencida? ¿Hay alguien que se fíe de Lindelof al otro lado de la pantalla? ¿No resulta una mezcla de chulería, excusa y cierta prepotencia? Fans y haters del co-creador de “Perdidos” se posicionarán rápidamente aunque, en cierta medida, la serie dramática de HBO es el vehículo perfecto para que Lindelof, al igual que Perrotta, pueda decantarse por los personajes y su situación en ese mundo que les cambió definitivamente por un hecho que nunca podrán comprender. No es irrelevante afirmar que la televisión (de cable o generalista) vive de modas e imposiciones y “The Leftovers” queda confinada en ese recital de variaciones de dramas con componentes y añadidos fantásticos o de ciencia ficción. En “Los 4400”, “Resurrection”, “Les Revenants” o incluso “The Walking Dead” se establece la composición desde el regreso, pero en esta ocasión hablamos de la partida y el vacío. No importan los que se fueron sino aquellos que permanecen.

La esencia de ese debate entre la fe, el olvido y la superación —en el que el millones de personas desaparecieron si una explicación lógica— es estructurado, cual puntos cardinales, en los cuatro miembros de la familia Garvey. Cada uno escogió un camino distinto desde el evento y esa predilección narrativa nos va a presentar ese mundo dividido entre los que tratan de olvidar y aquellos que quieren rellenar los huecos con pseudo-religiones y profetas. El piloto de “The Leftovers” nos presenta esos 140 millones ‘raptos divinos’, ascensiones y nuevos (y silenciosos) cultos, ajustados a la interconexión de los distintos personajes que van atravesando nuestra pantalla. El mimo en la escritura es plausible pero todos conocemos el nombre del problema: Damon Lindelof, el mataperros. Podemos convertirnos en esos fanboys con uniformes de Dharma que aquí encuentran esos paralelismos en ese vestuario blanco de esa silenciosa secta de ‘Culpables Remanentes’, cuyos fondos son pulverizados en comprar tabaco a sus miembros (aunque tampoco lo expliquen). No temen tener cáncer ya que aseguran que la Tribulación antes del Juicio Final y desde la Ascensión durará 7 años, aunque todo lo anterior lo comento porque figura en el prólogo de la novela, no porque Lindelof se digne a aclararlo. La moraleja y explicación pude que haya que buscarla en las matemáticas: ¿si el 2% se fue al cielo no significa que el otro 98% eran unos indeseables hijos de fruta? Parece que no ya que la divina ‘ascensión’ fue bastante random con una lista de celebrities de difícil digestión: Condoleezza Rice, Salman Rushdie, Shaquille O'Neal, Jennifer López, Anthony Bourdain, Gary Busey, Bonnie Raitt o Benedicto XVI… aunque apostemos a que al ‘expapa’ lo liquidaron y escondieron el cadáver en El Vaticano para no ser menos que la cantante de origen puertorriqueño que causó una erección en directo a Pitbull. ¿No recuerda a un sketch? ¿A un chiste como la muerte de LeBron James en la cuarta temporada de “Louie” junto a todo Miami Heat (y 12 millones de ‘otras’ e insignificantes personas)? ¿Ya no era suficiente trauma con ser famoso y que te maten en twitter y que, ahora, te liquiden en una serie de televisión?

Dejemos que el tiempo cure las heridas, aunque aquí el problema de cicatrización es la temida etiqueta «va a ser “Lost” pero sin explicación final», como si Lindelof quisiera que olvidáramos y aceptáramos la ausencia de un esclarecimiento a un gran misterio, como si nos conformáramos con la excusa del tipo «es una serie de personajes» y, en cierto modo, condonáramos al guionista por sus futuras decisiones. Muchos seriéfilos nos sentimos como esos ‘leftovers’ con series canceladas o finalizadas sin sentido y con finales controvertidos o absolutamente decepcionantes. Podemos acudir a ese «No son nuestros perros más» que cierra el piloto y asumir la concepción que ofrece el primer capítulo sobre el personaje principal y ese mundo de perros que se quedaron a la deriva, sin dueño, siendo salvajes y devorando todo a su paso. No es una excusa ser un mataperros sino una necesidad, parece indicarnos Lindelof. A mí me gusta la concepción, me atrae otra perspectiva dramática de un escenario post-apocalíptico, me seduce esa ramificación familiar y el debate que ofrece el show de HBO…pero no me fío. No, no me fío. ¿Quién puede fiarse de Damon Lindelof? ¿Quién tiene fe después de “Perdidos” y “Prometheus”? Si Lindelof ha decidido eludir la controversia excusándose en el riesgo de toda explicación como credencial de estilo es su decisión. La mía, es ponerme ropa blanca, fumar con un carretero y que mi silencio roto por la canción de James Blake a todo volumen haga que mi presencia le recuerde la advertencia viviente que supone tocar los ‘leftovers’ a ese otro Dios llamado público. Lo siento Damon, he perdido la fe en ti.

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