El televisivo 2014 se puede resumir perfectamente en su primer semestre bajo la sombra de “True Detective” y “Fargo”. Ambas llegaron con una concepción de formularse con arcos argumentales auto-conclusivos y ser, en definitiva, una antología que transformaba la temporada en miniserie. Es cierto que ese pensamiento era más preconcebido por la obra maestra de Nic Pizzolatto que de aquella planteada por Noah Hawley, sometida a la expectativa del éxito y decisión final de FX. No es que las comparaciones sean odiosas pero los dos estrenos catódicos más destacados del año han nacido con copiosas conexiones y el rumor sobre el rumor sobre la sombra de su futuro. ¿Habrá una segunda temporada y con quién contarán en el nuevo reparto? El presente de “Fargo”, no obstante, es una primera temporada que se modula sobre una pareja de ‘malos’ —Billy Bob Thornton (Lorne Malvo) y Martin Freeman (Lester Nygaard)— y una de ‘buenos’ —Allison Tolman (Molly Solverson) y Colin Hanks (Gus Grimly). ¿Sencillo y simple como un fondo blanco? Para nada… porque ese fondo helado se puede resquebrajar en cualquier instante y crear un gran agujero negro que dé paso un mar coagulado de fatalidad. Alrededor de estos personajes aparecen copiosos secundarios afines a los círculos familiares o criminales/policiales entrelazándose en un libreto que ha decidido extraer la icónica propiciada por el largometraje de los hermanos Coen y reconstruirla en una nueva historia y cosmos propio. El mayor homenaje para los autores de “El gran Lebowski” debe haber sido encontrarse con transiciones en el montaje y encadenados tan poco frecuentes en televisión y, sobre todo, el mimo en todos los elementos que forman la puesta en escena dedicada a transcribir la psique de los personajes. Se trata de un ejercicio de narrativa similar a aquello que tanteó Fede Álvarez en el remake de “Evil Dead” y que no convenció a todo el público y crítica por igual. Noah Hawley realmente cede todo el material al mal y a ese diablo interpretado por Billy Bob Thornton que conduce por el mal camino a un fracaso y loser tradicional encarnado en Martin Freeman. Sus interpretaciones son magníficas, prácticamente lo son todo para “Fargo”, del mismo modo que se alcanza esa simbiosis con Matthew McConaughey y Woody Harrelson en “True Detective”. Si las primeras impresiones de la nueva joya de FX fueron muy notables, ¿con qué nos hemos encontrado en esta entrega inaugural y puede que única de la serie?
Retrocedamos al punto de partida y al análisis de ese mundo caótico, absurdo y un tanto estúpido sobre el que ese diablo (Lorne Malvo) va viajando de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, asesinando a otros por dinero y divirtiéndose arrastrando a otras inocentes criaturas a una senda de perdición. “Fargo” jugaba desde el principio con el policíaco y la crónica negra, hablándonos del trance de la vida a la muerte, entre la comedia al drama, entre bien el mal. En ese limbo existencial, el encuentro entre Malvo y uno de los personajes más desgraciados y humillados vistos en televisión (Lester Nygaard) propicia que el diablo dé un empujón a ese loser a salir de su patetismo integral. Veremos a lo largo de la temporada de Malvo se ha dedicado a grabar a esas víctimas que consiguieron la catarsis para escapar de su mediocridad respondiendo con la violencia y el asesinato. El diablo colecciona sus voces bañadas en desesperación y Lester no va ser una excepción, tras llegar ese punto de giro asesinando a su torturadora esposa a martillazos, y dando la bienvenida a su caída en ese centrifugado directo al infierno. Malvo es el diablo (y diablillo) de la función y su revoleteo de cola ante el resto de personajes va a marcar a todos a su paso. A algunos, evidentemente, con la muerte. De este modo, el concepto del bien y el mal es expuesto entre esas referencias bíblicas (con un falso profeta de regalo) que propicia el ‘Rey’ de los supermercados. Stavros Milos (Oliver Platt) tiene un trabajo para Malvo que destapa el fruto de su fortuna como un acto divino e icónico con esa pala de nieve roja coeniana.
Los buenos o son o bien incrédulos, temerosos o simples víctimas de la burocracia propia de un mundo absurdo. Tras toda la presentación y empaquetado, bajo esa máscara de sucesos reales, llegamos a un doble juego que propone “Fargo”. Podríamos revisar la estructura de la temporada que, capítulo a capítulo, va cimentando a todos los personajes y los sucesos con el uso de flashbacks. Esa información en cierta medida desacredita la posibilidad espiritual que planteaba inicialmente incrustada en ese reino inhumano, dando la impresión de que Noah Hawley quiere rebatirse a sí mismo, como una duda de fe. Ese concepto de construcción y destrucción pudiera considerarse como un zigzagueo que debite el ánimo de los espectadores más impacientes. La serie de FX quiere posicionarse a fuego lento, ir detallando a fuego lento a todos los implicados en un entramado criminal tan paradójico como imprevisible.
Realmente la cuestión es que los villanos tengan que lidiar en ese juego de depredadores. Malvo arrastra a Lester a unirse a su manada como simple divertimento para reventar su desesperación… pero la está vez nos encontramos ante la historia de un triste hombre que se aferra a todo lo que puede para eludir su sentencia y destino. Interesa que la propia casa de Lester y esos pósteres y señales sean parte de la puesta en escena. «¿Qué pasaría si tú estuvieras en lo cierto y los demás no?» / «Todo ocurre por una razón» / «Vaya con confianza en la dirección de sus sueños. Vive la vida que has imaginado»… Ese conjunto de señales junto a la herida de la mano de Lester o esa mancha de sangre en el salón son los recordatorios de esa metáfora de la conciencia que conforma los elementos de su casa. Ese subconsciente (la lavadora, la sangre, el estallido de violencia, la desaparición de Lorne Malvo, etc.) contrasta con la evolución en la narración de la serie de explicar todo, despegándose de esa aureola espiritual y tratamiento sobre la religión y el destino. Pero ahí llega el desenlace de “Buridan's Ass” (1x06) para dejar claro que, pese a esclarecimientos, sigue quedando un margen de misterio y respuesta del destino. Y, a partir de ese punto de quiebro, “Fargo” nos regala un perfecto desenlace con esa tormenta que lo nubla todo y deja ese cosmos en un caos para atar todos los cabos y formular el triunfo de Lester. Posicionados en una elipsis junto a esos iconos coenianos, llegamos al inicio donde el bien (Gus y Molly) están junto y el mal se vuelve a reencontrar por una burla del destino. El comienzo brutal de “Fox, a Rabbit, and a Cabbage” (1x09) deja esa extraña concepción del libre albedrio que ofrece el diablo a los hombres. Ya no son distintos, son iguales. Y ese nuevo Lester va a plantar cara a Malvo… aunque tenga que huir tras su respuesta afirmativa después de «¿Es esto lo que quieres?».
El último capítulo de la temporada, “Morton's Fork” (1x10), incluso ofrece alguna conexión con “No es país para viejos” pero, en realidad, tenemos una asociación entre depredadores y círculos que unen un efecto/respuesta dentro del arco argumental de la completa temporada. El ciervo atropellado da la impresión de reencarnase en ese lobo que establece el diálogo con Gus y el propio Malvo. Y aquella pregunta «¿Sabías que el ojo humano puede apreciar más tonalidades de verde que de cualquier otro color? ¿Por qué?» encuentra su respuesta y la mirada de impotencia del propio depredador. Las inocentes y apacibles criaturas se revelan dentro de ese ecosistema y, al igual, que Lester se han preparado para la llegada de la bestia para sobrevivir evolucionado. Todo queda perfectamente hilvanado en el cierre de la temporada, incluso esa cinta de cassette en esa respuesta del destino sobre ese otro depredador con piel de cordero. Y esa contestación se resuelve sobre el propio escenario y esa muerte de la que ya se escapó anteriormente el antihéroe. De nuevo, la composición estructural de la réplica como solución argumental de todos los conflictos de los personajes deja en evidencia la calidad del libreto de Hawley. Toda la trama alrededor de Stavros Milos ya nos advirtió de ese concepto. Tal vez, la muerte es ese agujero en el hielo en medio de la nada: la respuesta del destino. Para romper el tono de tragedia y oscuridad llegamos a las criaturas que fueron presas y víctimas del juego de los depredadores. Pero la celebración del triunfo del ‘bien’ (y los buenos) se realiza en una secuencia de tono plano, sin entonación en ninguna de sus etapas, sin un énfasis que destaque el éxito de sus acciones y superación de todos sus conflictos. Y, con una imagen un tanto establecida de la familia norteamericana frente al televisor en el salón de su casa, esta serie limitada acaba con la ausencia de distinción como gran marca de diferencia; porque “Fargo” nos habla de esa victoria invisible de sobrevivir día a día y volver a la normalidad como rito soñado de los sufridos habitantes de un mundo caótico y peligroso. No ganó el bien sino que lo cotidiano finalmente logró restaurar el equilibrio frente a esa vorágine que disfrutamos durante diez excelentes episodios.
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Fargo cuenta con un reparto estupendo (principales y secundarios), un guión perfecto y una fotografía igual de buena que la película en la que se basa. True Detective tiene menos secundarios, pero dos protagonistas en estado de gracia, un guión absorbente y una fotografía acojonante. No me decido por cual es mejor y no lo voy a hacer. ¡Me quedo con las dos!
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