La vuelta de “Black Mirror” y el talento de Charlie
Brooker a nuestras pantallas negras son siempre una alegría pero
también un debate para el espectador. La serie pretende crear planteamientos
nada moralistas sobre aquello en lo que nos estamos convirtiendo: la humanidad
convive con la sociedad de la información y del contacto virtual. Es cierto que
podemos tildar de previsible aquello que nos muestra Brooker ya que
juega con elementos comunes y explotados. Es difícil hacer ‘algo’ distópico
nuevo teniendo más de 200 capítulos de “The Twilight Zone” y cientos de
largometrajes (post)apocalípticos sobre una representación moral como espejo de
nuestro distorsionado presente. Aquí llega el repaso a “White Bear”, como segundo
capítulo de la segunda temporada de “Black Mirror” después de “The National Anthem”, “15 Million Merits”, “The Entire History of You” y
“Be Right Back”.
Cuanto menos sepa el espectador de “White Bear”, más podrá
disfrutarlo… aunque sabemos que Charlie
Brooker utiliza sus propias historias y perfectos guiones como pretexto y
macguffin de una exploración mucho mayor. Interesa el debate y dialogo que
establece con el espectador, que compruebe los paralelismos de nuestra sociedad
con aquello que ha visto proyectado y que choque frontalmente o apruebe los
elementos morales y éticos planteados. En esta ocasión la historia es igual de ‘previsible’ que “Be Right
Back” ya que la coherencia interna de la historia es preferible por Brooker
antes de un giro final condenado a la insipidez y vacuidad. No importa un contundente efecto si conlleva una digestión mental al espectador.
Nos vamos a colocar en el punto de vista de Victoria, que se despierta conmocionada en su
casa y comprueba que tal vez haya intentando suicidarse… Su televisión muestra
un misterioso logotipo y en el salón comprueba que sus memoria es tan vaga como
sesgada. No recuerda nada y observa la foto de la que parece su hija… Cuando
sale al exterior observa que ninguno de sus vecinos la ayuda y simplemente se
dedican a grabarla desde sus teléfonos. La incómoda situación se vuelve
peligrosa cuando un coche aparece con un encapuchado en el interior que abre
fuego: el objetivo es ella…
En una gasolinera cercana conoce a Jem(ima) y a su compañero de viaje que le explican la situación: una señal que se está retransmitiendo ha vuelto a la práctica totalidad de la población en voyeurs mientras que los no afectados, conocidos como ‘los cazadores’, han encontrado la libertad de hacer lo que quieran y asesinar a personas como ella o Victoria… El plan de Jem es encontrar y destruir el transmisor cercano… pero la situación es peligrosa al tener cientos y cientos de cámaras y voyeurs acechando. Es obvio que aquí las posibilidades son amplias… pero los recuerdos de Victoria respecto a su marido y su supuesta hija son muy delatores. Enseguida (hablo por mí, al menos) nos daremos cuenta de que podrían ser criminales y que la pequeña sería un secuestro. E incluso dudaremos si el cazador que primero abrió fuego y asesinó al compañero de Jem es su marido… y que ella podría pasar al lado oscuro en el cierre del capítulo. Es una posibilidad, pero la resolución será diferente ya que el tratamiento es obviamente ético y moral más allá de la idiotización de la sociedad en un clip de Chris Cunningham.
Tanto Jem como Victoria serán engañadas por un presunto salvador que puede ser su verdugo y los recuerdos del pasado y la alerta interna de la protagonista nos dará más pistas de la resolución. Nos vendrán a la memoria “La señal (The Signal)” de David Bruckner, Dan Bush y Jacob Gentry e incluso “El show de Truman (Una vida en directo)” y “Perseguido”. Las referencias y antecedentes son claros y obvios pero a Charlie Brooker le interesa establecer paralelismos entre supuestos verdugos y víctimas. Victoria es en realidad la asesina de esa niña que no dudó en filmar todo el proceso hasta su muerte con su móvil, los voyeurs son público invitado y las ‘cámaras’ del programa y los personajes con los que se ha ido topando son efectivamente los protagonistas y el presentador del show. Su condena ha pasado a formar parte de una tortura diaria en la que será víctima de una dolorosa terapia para resetear sus recuerdos y ser humillada públicamente... cada día de su nueva condena en vida. Victoria, en un momento de martirio, antes de ser presuntamente asesinada por el que es en realidad el presentador del programa con un taladro eléctrico grita: «Soy un ser humano». El espectador ahora debe decidir si el crimen y el castigo están tan equiparados como sus propios responsables.
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