(2011)
EEUU
Director: George Clooney
Título original: “The
Ides of March”
Sinopsis (Filmaffinity):
Un joven idealista
(Ryan Gosling) empieza a trabajar
como director de comunicación para un prometedor candidato (George Clooney) que se presenta a las
elecciones primarias del Partido Demócrata. Pero, durante la campaña,
comprobará hasta qué extremos se puede llegar con tal de alcanzar el éxito
político. Adaptación cinematográfica de la obra teatral ‘Farragut North’ de Beau
Willimon.
Durante
la primera temporada de “Boardwalk Empire” se nos muestra cómo las
grandes mentes están detrás de los políticos más influyentes, tapando sus
escándalos y
manejándoles como marionetas. En el caso que se muestra en la serie de HBO hay
una proyección real de Warren G.
Harding, que fue presidente de EEUU. Hay bebé con una amante que debe
‘esconder’ convenientemente de la vorágine electoral ese genial personaje
llamado Nucky Thompson… Estamos
hablando de principios de los años 20 donde no vale ser un candidato a
presidente para tener el control de las cosas sino que las personas más
influyentes (y beneficiadas) parecen permanecer en la sombra lucrándose a modo
de asesores o disponer de algún cargo político aparentemente menor. No sé si Clooney quiere hablarnos de su personal
Julio César, asesinado en los idus
de marzo, o de los motores enviciados y mundo amoral de la industria política…
pero el resultado final en el mismo año que hemos visto notables ficciones en
formato televisivo como “Boss” o “Crematorio
se queda en intenciones o en algo paupérrimo en comparación. Como si
Clooney fuera la monja mojigata de
un chiste caduco… de ese reflejo de una sociedad que se escandaliza con un pezón
emitido en directo. ¿Habrá visto el director de “Buenas noches, y buena suerte” la mítica e imprescindible “The Wire”? ¿O tal vez quiere hollywoodear a través de la obra de Beau Willimon los más oscuros resortes
políticos?
Distorsión y reflejos de la política |
La
realidad supera la ficción, pero la ficción nos enseña el camino de la
realidad. No es el caso de “Los idus de
Marzo”, que pese a convencer sonar en quinielas para lucir traje en
cualquier alfombra roja que conduzca a nominaciones en premios dorados, deja a George
Clooney como un interesante buscador de discursos sobre la maquinaria y el
idealismo. Es cierto que si hay algo que hacen verdaderamente bien los
norteamericanos son ficciones políticas sobre un terreno que conocen al dedillo…
aunque últimamente siempre se impone cierta auto-censura: “Silver City”, “Primary
Colors”, “Candidata al poder”, “La cortina de humo” podían haber sido
mucho más penetrantes e incisivas pero tal vez temieron abrir heridas
patrióticas, cediendo dicho terreno al formato documental… hasta que llegó a
esos temas la televisión por cable, claro. Lejos quedarán películas como “Todos los hombres del presidente” o la
sátira de “¿Teléfono rojo? Volamos hacia
Moscú”. Incluso los libretos de Aaron
Sorkin de “La guerra de Charlie
Wilson” o “La guerra de Charlie
Wilson” han sido cuasi-desacreditados… aunque el discurso político sobre la censura y el patriotismo en “Studio 60” era muy inteligente de acorde a la pluma del autor.
Clooney no es que vaya a ser Costa-Gavras porque realmente allí
necesitan más idealistas con capacidad de convocatoria que francotiradores y enfants terribles. Es cierto que a veces
el punto de vista delimita a una obra. Sin ir mar lejos la oscarizada cinta de Kathryn Bigelow, “En tierra hostil”, fue desdeñada por muchos por su visión cuando
la propia cineasta declaraba que quería «suplir la falta de información que
existe sobre la guerra de Irak en los medios de comunicación estadounidenses».
Esa censura y manipulación efectivamente hace que los escándalos políticos y lo
que se cuece en las campañas queden apartados, tal y como presenciamos con el
personaje que interpreta Marisa Tomei. El director-productor-actor, no obstante, es un tipo listo que sabe
vender su discurso como revelación. “Los
idus de Marzo” se convierte en una cinta necesaria para el pueblo
norteamericano pero prescindible (aunque interesante desde su formalidad, ideas
y mirada crítica) para los foráneos. Simplemente hay que disfrutarla como ese chupito, a modo de primer paso con
impecable factura, necesario para que se empiece a beber la botella entera. Y esa
gran botella de buen licor con un amplio camino recorrido y que destripa sin
pudor la corrupción actual política norteamericana se llama “Boss”.
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