(2011)
EEUU
Director: David Fincher
Título
original: “The Girl with the Dragon Tattoo”
Sinopsis (Página oficial):
Esperando poder
distanciarse de la acusación de difamación que pesa sobre él, el periodista Mikael Blomkvist se traslada a una isla
remota en el norte de Suecia donde la muerte aún no resuelta de una joven
atormenta a su tío cuarenta años después. Alojado en una cabaña de la isla
donde el asesino puede estar aún rondando, la investigación de Blomkvist le lleva a dibujar los
secretos y mentiras de esta poderosa y rica familia junto a una rara aliada, la
tatuada y hacker punki, Lisbeth Salander.
El
guión de toda película forma su piel. David Fincher para volver a reproducir
el torturado material de Stieg Larsson
ha decidido tatuarlo con una milimétrica y asombrosa precisión de genio. Desde
sus brillantes e inaugurales títulos de crédito se muestran claramente sus
credenciales, dibujo, tinta y aguja. Una ‘revisión’ del ‘Immigrant Song’ de Led
Zeppelin por Karen O, Trent Reznor y Atticus Ross donde el ritmo, la imagen y el montaje alcanzan un
perfecto equilibrio y atractivo. Se trata de un baño visual que deja a las figuras
como elementos manejables y manipulables, como sujetos a punto de arder y
evaporarse.
Buscando una nueva cobertura |
Esa
suma de elementos se lleva a cabo durante un alargado metraje de dos horas y
media que queda replegado proporcionalmente a su perfecto ritmo y engranaje. El tiempo es meramente relativo
y equiparable a su entretenimiento. El
secreto es el ritmo
y en “Millennium: Los hombres que no
amaban a las mujeres” se alcanza con un perfecto montaje paralelo. Pero la réplica no sólo es
entre actores, con una Rooney Mara perfecta, sino entre todos los elementos
que forman el conjunto: la banda sonora, los encuadres que proporciona Fincher, la fotografía y la cuidada
puesta en escena. Sus únicos puntos negros son los señores lunares en la espalda de Daniel
Craig.
Ronney Mara se apellida Salander |
El cine se convierte en “Millennium: Los hombres que no amaban a las
mujeres” de David
Fincher en puro material liquido que transpira
por los poros de la piel de su guión, que recorre e insinúa todo su camino… como
puro combustible a punto de arder… hasta llegar a nuestro ojos… para cegarlos
en una perfecta mezcla de deseo y asombro.
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