(2011)
Cuba-España
Director: Alejandro
Brugués
Sinopsis (Página oficial):
Juan tiene cuarenta años, de los
cuales la mayoría los ha dedicado a vivir en Cuba sin hacer absolutamente nada.
Ese es su modo de vida, y está dispuesto a defenderlo a cualquier precio,
acompañado de su socio y compinche, Lázaro,
que es igual de vago pero el doble de tonto. El único vínculo emocional de Juan es con su hija, Camila, una joven y bella muchacha que
no quiere saber nada de su padre porque lo único que hace es meterse en
problemas.
De pronto
comienzan a suceder una serie de extraños acontecimientos: la gente se vuelve
violenta y se atacan unos a otros. Al principio Juan está convencido que no es más que otra etapa de la Revolución.
Los medios de comunicación oficiales se refieren a los ataques como incidentes
aislados provocados por disidentes pagados por el gobierno de los Estados
Unidos. Pero poco a poco se va dando cuenta de que estos atacantes no son seres
humanos normales y matarlos es bastante difícil.
No son vampiros,
no están poseídos, pero definitivamente no son disidentes; una simple mordida
contagia a las víctimas, y la única forma de vencerlos es destruirles el
cerebro…
[Esta
es una crónica-crítica del advenimiento de zombis cubanos que invadieron parte
de la capital madrileña el pasado 4 de enero con la
premiere-exclusiva-de-la-muerte de “Juan
de los Muertos”]
Después
de su paso por los Festivales de Toronto, Sitges, Austin, San Sebastián, Mar de
Plata, Leeds, La Habana y el Fantastic Fest (puede que me haya comido a bocados
alguno) “Juan de los Muertos” llegó a la capital española bajo una
acechante y eficaz campaña previa viral. Un día antes de la Cabalgata de los
Reyes Magos tenía lugar un Zombi Walk
por las gélidas y víricas calles de Madrid (un alto porcentaje de la población
hemos padecido un híper-contagioso-virus-griposo en cualquier tipo de amplitud
durante la presente semana). Después, y ya entrada la atemorizante noche, el
preestreno con Nacho Vigalondo como
maestro de ceremonias y ‘apadrinador’ oficial de la nueva criatura
mutante-cubana. Sí, el ‘padrino’ mencionó tres palabras claves asociadas a su
celebridad: Austin, Twitter y Holocausto. Nadie pidió su cabeza porque había
otro problema menos virtual: la pésima organización (coladero de zombis,
amiguitos de los zombis, amiguitos de los amiguitos de los zombis y, por
supuesto, marujas fans de Antonio
Dechent) causó que hubiera más personas que asientos. El ‘excedente humano’
tuvo que abandonar la sala, no sin unas disculpas y entradas para el estreno
comercial. Yo pensaba que en ese momento de clímax de indignación y tensión se
produciría el inicio de una Apocalipsis Zombi o una revisión actual de “Demons” de Lamberto Bava. Es decir, un breve pero intenso amotinamiento con
destripamiento de organizadores, responsables de la sala y aledaños humanos con
algún pezón de famosa-de-photocall en el menú… Lamentablemente, al igual que la
película de Alejandro Brugués, me
quedé con las ganas.
Nuevo advenimiento zombi |
A
nadie le amarga devorar un cerebro y lamerlo brevemente entre succión y succión
porque, seamos sinceros, es beber y alimentarse de cultura… aunque sea de otro.
Es la filosofía zombi, un movimiento global en toda su amplitud. Ríete del 15-M
y de los indignados de Wall Street. Bueno, mejor cómetelos vivos y luego ríete
de ellos. Lo único que puede acabar con el reparto indígnate de la riqueza, de
regenerar una democracia real y que se acabe de una vez el Gran Hermano en
España es una Apocalipsis Zombi. Sí, los zombis son la única población en la
que no hay clases sociales, ni un degradante reparto de los bienes, donde la
economía está centralizada y uno puede acceder libremente a cualquier propiedad
privada para comerse a sus inquilinos capito-imperialistas. Bueno, los zombis y
los cubanos… y con esa premisa Alejandro
Brugués se ha atrevido a dirigir la primera película de zombis rodada en
Cuba.
¿Disidentes? |
No
se puede decir que sea la primera cubana de zombis porque aparecen en los
créditos ‘demasiados’ logotipos vinculados al capitalismo español que tampoco
desacreditan la propuesta pero sí la empañan. Esto es más serio y con más
medios y presupuesto que “Mallorca
Zombie”, vamos. Para que me
entiendan: «la primera película de zombis rodada en Cuba» ha costado 2,1 millones de euros al cambio
(¿escribir el presupuesto en dólares para una película cubana no es de mal
gusto?) y «la primera película de zombis en Mallorca» 1.500 eurillos… Los resultados y la
repercusión, como entenderán, no son los mismos. Pero precisamente es el
‘titular’ que acompaña a “Juan de los
Muertos” su mayor virtud pero también su más notable herida mortal. “¡Vampiros en La Habana!” de Juan Padrón cumple este año 27 años. La
secuela que hizo en el 2003 ya va a tener 9 añitos… Pese a que su publicidad
reza «50 años después del triunfo de la Revolución otra revolución está por
comenzar… ¡La revolución de los zombis!» la ‘revolución’ iniciada por George A. Romero cumple ya 42 años… No
es cuestión de edad sino de (llegar a) tiempo. El filme de Brugués llega para mordernos con una buena dentada pero tarde.
Únicamente ofrece esa virtud respecto origen de filmación de la obra ante
antecedentes muy superiores, en los que parece basarse para crear sus resortes
cómico-cachondos. “Shaun of the Dead”,
“Zombieland”, “Fido” o “Planet Terror” habían alimentado las
entrañas del subgénero zombi bajo la comedia de terror y su mirada icónica a la
Serie B. “Juan de los Muertos”
también parece vivir sin saberlo de los momentos más exploitation de la saga Feast, de “Dead Snow”, de “Arrástrame al infierno”
e incluso hasta llegar al descontrol
de “Poultrygeist: Night of the Chicken Dead”. Vamos a ver, no es tan
mala como “Una de zombis” o “Zombie Driftwood”, producción amateur
del 2010 que se desarrolla en las Islas Caimán, pero pierde mucho fuelle cuando
se intenta poner (melo-baboso)dramática y, por lo tanto, seria. Si la cinta se
desarrollara en Miami en vez de Cuba hubiera causado absoluta indiferencia,
para que me entiendan.
Me
interesa la capa crítica-ácido-social de una realidad cubana que toma forma en
el cuerpo de ese sobreviviente a cualquier tipo de revolución muerta que tome
su país. Pero, sobre todo, en unos protagonistas que son incapaces de
identificar a esas criaturas que se han hecho con el control de Cuba: «No son vampiros, no están poseídos,
pero definitivamente no son disidentes».
Puede que una vez mostrado el mensaje tan sólo quede una cinta de chistes
gorrino-cachondos y extorsionadores profesionales que matan a los seres
queridos por un módico precio. Todo queda enfundado en un calzador siguiendo
las pautas del subgénero de zombis (supervivencia y huida con préstamos del ‘Zombie
Revenge’ de Sega) y me hace
pensar en un aliciente mayor para incluirla en cintas que han sido aupadas
internacionalmente como “28 días después”
o “[•REC]” por sus novedades
estilísticas. “Juan de los Muertos”,
por desgracia, no parece una respuesta a las anteriores ni pretende serlo sino
simplemente su vocación es ser un entretenimiento-popurrí de “Tokyo
Zombie” con una revisión cubana y sin centro comercial capitalista de
Snyder de “Amanecer de los muertos”. Realmente no hay mucha carne donde
hincar el diente una vez se le despoja de su ‘denominación de origen’. Con el
tiempo, quedará apilada junto a los descartes del subgénero como esa colección
de botellas de ron que están hechas, al fin y al cabo, del mismo cristal. Pero
si ustedes son de los que se fijan en la nacionalidad que pone en la etiqueta…
bienvenidos a la revolución zombi-cubana.
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