(2011)
España
Director: Gerardo
Herrero
Sinopsis (Página Oficial):
Frente de Rusia, invierno de 1943. Un batallón de la División Azul se
topa con una serie de cabezas de caballos esparcidas sobre la superficie
congelada de un lago. Los cuerpos están sumergidos bajo el hielo. Junto a uno
de los caballos, el cadáver de un soldado español. Un tajo le atraviesa el
cuello de lado a lado, y en el pecho tiene una inscripción grabada a cuchillo:
"Mira que te mira Dios". Los mandos encargan la investigación al
soldado Arturo Andrade (Juan Diego Botto) exinspector de
la policía, que asume la tarea con rigor y profesionalidad, ayudado por el
sargento Espinosa (Carmelo Gómez).
Ambos pronto descubren que detrás de este asesinato se oculta una perversa venganza, que se remonta a agravios acontecidos en el pasado, y que no parece que se vaya a detener en un único cadáver. Nadie está libre de sospecha ni nadie puede sentirse seguro. Y así, en medio de la cruel contienda, se inicia la caza del asesino, una búsqueda donde hasta el final no descubriremos quién es el cazador y quién el cazado.
Las películas (y sobre todo las buenas) tienen que hablar por sí mismas,
pero “Silencio en la nieve” me deja ciertas dudas por la controversia
entre la valentía y tremendo riesgo de un proyecto que parecía intangible en el
cine español y, por el contrario, detalles que articulan el arquetipo a ciertos
clichés maniqueos. Su argumento trata sobre una investigación netamente
policial de un asesino en serie que podría actuar por venganza o ideología
enemiga en un ambiente puramente militar. El contraste es perfecto y muy
interesante, ya que se nos ubica en un brillante inicio en los pasos y huellas
de un batallón de la División Azul en 1943, que combatieron a los rusos
comunistas junto a las tropas alemanas nazis. Ese posicionamiento inicial, que
da vida cinematográfica a la novela Ignacio del Valle ‘El tiempo de
los emperadores extraños’, rompe con total coraje las trabas que del cine español,
sin dictadura por medio, por reflejar hechos acaecidos en la postguerra desde
un punto de vista de ese eterno enemigo del cine spanish: los falangistas. Habría que remontarse a “La patrulla”
(1954) de Pedro Lazaga, a “Embajadores
en el infierno” (1956) de José María Forqué o al ‘reciente’
documental “Extranjeros de sí mismos” (2001) para hallar pasos anteriores.
¿Por qué tanto tiempo? ¿Por qué se han hecho tan pocas películas sobre la
participación española en el bando ‘enemigo’ en la Segunda Guerra Mundial y
tantas de esa visión caduca y lacrimal parida del buen progre con tan pésimos resultados salvo excepciones muy
contadas? ¿Por qué tanto miedo cuando “Silencio en la nieve” tiene un
material dramático de primera?
La venganza se sirve fría |
Recientemente se ha estrenado “Las Olas” de Alberto Morais donde,
a través de la absoluta asepsia de la puesta en escena e interpretaciones, se
buscaban nuevos rumbos para el inmovilista cine patrio. También se hablaba de
un tema escasamente explotado en el cine español: el campo de concentración de Argelès-sur-Mer
por el que pasaron cientos de miles de refugiados sufriendo condiciones
deplorables. El éxito del filme de Agustí Villaronga, “Pa negre”,
y sus incursiones en otros terrenos dramáticos de la postguerra hacen que “Silencio
en la nieve” contraste con los pasos atrás proporcionados por “La voz dormida” de Benito
Zambrano. Y así llegamos a la respuesta de las anteriores preguntas: el
punto de vista… El punto de vista delimita la obra ante la visión del
espectador y no sé si la cinta de Gerardo
Herrero quiere
jugar a un doble juego o la ruleta rusa. La película focaliza de manera
interesante una inédita buddy movie
del Movimiento Nacional con un soldado, que fue inspector de policía e
interpretado por Juan Diego Botto, y la ayuda de un Sargento (Carmelo
Gómez). Más que una pretendida y previsible historia de amistad se
desarrollan nexos de unión por el respeto que se profesan ambos, pese a ser
completamente opuestos. Esa oposición a los clichés de los falangistas, sin
caer en la parodia con que tantas veces han sido retratados cuando se opta por
darles protagonismos, es precisamente aquello que me hace chirriar la propuesta
hasta niveles de intolerancia razonable. Me expulsa de la historia al no
creérmela y veo sus insertos como una pretendida e innecesaria manipulación.
El personaje principal de “Silencio en la nieve” es retratado con un exceso de
sobre-humanización para que veamos que no aprueba la locura que presencia pero
que tampoco pueda decir lo que piensa por miedo a ser fusilado. No es rojo, ni
espía al servicio del comunismo soviético, pero tampoco idiota. Así, aparecen
personajes que orbitan a su alrededor para conseguir cierta empatía con el
espectador. Un nazi sádico y su pastor ‘alemán’ psycho-killer se convierten en
claros antagonistas, un niño saca el lado más paternal y una amante rusa el punto
más sentimental. No falta secuencia de sexo con canción… algo que pensaba que
estaba superado desde las películas de Bo Derek y Patrick Swayze.
Y, respecto a todo lo anterior, me pregunto… ¿era necesario? ¿Tanto miedo da
estrenar en la España del Siglo XXI una película con un personaje principal
falangista, amigo y colaborador de los nazis, miembro de la División Azul y ex-inspector
de la policía? Un personaje que, brillantemente en el guión, no refleja ni
exterioriza detalles de su pasado ni traumas que arrastre resueltos por un
conflicto. En la cinta se vive el día a día mientras las defensas se
desmoronan, la muerte acecha pero un crimen debe ser resuelto entre muertes en
el paredón. Perfecto sinsentido y deslumbrante propuesta. Pero después observo que lo importante es
difuminar el punto de vista y hacer que algunos espectadores (espero que pocos)
nos descentremos de la gran historia que esconde la película de Gerardo
Herrero. Veo que me ha arrebatado parte de la misma aunque el director
piense que ha sido fiel a sus personajes. Pero también vislumbro a “Silencio
en la nieve” como una cinta coreana, con sus espejismos viscerales sobre la
venganza y paranoias conspiratorias, con una galopada de tensión y buen
thriller y aupada internacionalmente… pero no como la cinta española que espero
y deseo sinceramente que arrase en taquilla y abra nuevas vías a otras. ¿Será,
entonces, mi punto de vista (y no el del cineasta y guión) el que delimita la
obra? Yo, desde luego, me he quedado congelado como esos caballos que componen
su excepcional arranque.
Me acabas de quitar las ganas de verla y mira que tenía ganas, parecía una apuesta correcta aunque la protagonizara Juan Diego Botto, el cual me chirría nada más verlo. De los peores productos nacionales que ha dado el país y mira que hay muchos donde elegir.
ResponderEliminarSaludos
Jorge
Hola Jorge!
ResponderEliminarJuan Diego Botto no está mal pero tampoco ofrece nadie actuaciones excelentes. Algún crítico dice que lo mejor es Sergi Calleja... y a mí tampoco me convence.
La idea es buena pero no sé cómo la aceptará el público. El lunes espero sus resultados de taquilla para que me confirmen cómo les han ido (y eso que espero que bien)
Saludos y gracias por el comentario!