“Aniquilación”
Título original: “Annihilation”
Director: Alex Garland
Reino Unido / EE. UU.
2018
Sinopsis (Página Oficial):
La bióloga Lena se interna en una región misteriosa aislada por el Gobierno estadounidense después de que su esposo desapareciera durante una misión secreta.
Analicemos brevemente “Aniquilación”, la nueva película de Alex Garland por obra y gracia de Netflix. La adaptación de la primera parte de la trilogía de Jeff VanderMeer no es que vaya a despertar amores u odios encendidos (o polarizados) sino que, contrariamente, decepcionará o conseguirá cierta estela de admiración entre sus seguidores. Pocos podrán afirmar que es superior a “Ex Machina”, esa obra de culto que nos dejó claro que la ciencia ficción necesita únicamente buenos guiones y efectos visuales integrados en las historias. En esta ocasión, Garland trata de readaptar el género relatando las aventuras de una expedición —netamente femenina y formada por científicas— hacia una misteriosa región llamada Área X. Nadie ha vuelto del peligroso lugar que tiene sus propias reglas que escapan de la física y la ciencia que se conocía… salvo el marido de una bióloga interpretada por Natalie Portman. Y, evidentemente, Kane (Oscar Isaac) no volvió igual… Bajo esa premisa, el director y guionista traza un relato dividido en dos actos que, en cierta manera, asimilan el eje de la narración. La hipótesis de Josie (Tessa Thompson) sintetiza uno de los leitmotivs del film: la radiación que transmite el Área X actúa sobre los organismos (y sus ADN) de la misma manera que una refracción y distorsión de la luz de ese misterioso campo electromagnético. De este modo, se unifica el otro tema principal de la película: la transformación de los personajes en toda epopeya. Nadie regresa del mismo modo en el que comienza una aventura… “Aniquilación”, por lo tanto, se ampara en transformar una cinta prototípica y estandarizada dentro del género hacia esos horizontes a los que apuntaban sus claras y obvias referencias a “Solaris” y “Stalker” de Andrei Tarkovsky. ¿Estamos ante la “Under the Skin” de 2018 o su primer acto encadena la propuesta hacia el olvido y la desilusión?
Sea como fuere, “Aniquilación” está empapada de esos problemas argumentales de todas las cintas de ciencia ficción actuales. No tiene demasiado sentido, para empezar, dar armamento militar a unas científicas que no han recibido el pertinente entrenamiento… salvo la protagonista. Ni los biólogos van a recoger muestras apropiadamente (volvemos a la estupidez congénita de los científicos expertos de “Prometheus” con innumerables ‘cagadas’ del equipo) ni nuestras heroínas van a ir enfundadas en los pertinentes trajes ante una misión aparentemente suicida de la que nadie ha vuelto igual o sobrevivido. Por no hablar de cualquier clase de objetos habituales de supervivencia que deberían encontrarse en sus mochilas… ¿Tanto criticar a la película de Ridley Scott y son todas iguales? ¿De verdad que no es ridículo que las protagonistas atraviesen un pantano en una frágil balsa sabiendo que el lugar por el que transitan pudiera estar repleto de cocodrilos mutados con tiburones? Corramos un estúpido velo. No tiene demasiado sentido la falta de un contexto que debería ser más evidente. ¿Tiene alguna coherencia que dentro de una crisis de estado no tengamos a militares… dentro de una operación claramente militar (y científica)? Pensemos en que esta duodécima expedición desea cambiar todas las reglar previas y los defectos, que han señalado muchos como grandes e insalvables lagunas de guion, son parte de los mecanismos de Alex Garland para avanzar en ese primer acto netamente olvidable.
Considero que “Aniquilación” queda reflejada en esa esencia que podría considerarse como el tercer leitmotiv y puede que el principal de la obra: el propósito de esas células condenadas a reproducirse… hasta que un fallo genético (la vejez) destruye su intención. Ni siquiera unas células cancerígenas puedan evitar ese designio implícito en su naturaleza. En cierto modo, aquello que parece insinuarnos la película es que una ‘anomalía’ (supuestamente extraterrestre) generó la vida en nuestro planeta y que supone que el centro del Área X desee expandirse y crecer haciendo que todo ADN a su paso se distorsione dentro de su refracción. Esa ‘entidad’ no tiene otro propósito, como esas células forzadas a dividirse debido a su naturaleza. Precisamente, el propósito también enmarca parte de la lectura del film, ya que tanto Lena como la Dra. Ventress tiene una intención en su aventura para llegar a ese faro que parece el centro de todo. Por el contrario, todos aquellos que carezcan de un propósito acabaran siendo refractados por el escenario y naturaleza sobre el que han quedado confundidos y atrapados. Al fin y al cabo, ya son simples células y seres que en un momento determinado de su vida deciden ‘autodestruirse’ (que no suicidarse). Garland cede a la psicodelia dentro de la mejor versión de la película en su segundo acto y enfrenta las intenciones de ese supuesto ‘virus’ a la réplica que representa la humanidad. Ese retorcido juego de dobles y mutaciones sirve a la historia para un desenlace que no deja de ser previsible pero que, sin embargo, culmina esos discursos expuestos en la cinta: la transformación de los personajes en toda aventura. El abrazo de Lena y Kane simboliza que ambos se han desfigurado y esa fuerza alienígena sigue viviendo en su interior. ¿Ellos son el principio de esa ‘aniquilación’ que nos espera o, por el contrario, nuestra heroína no contó la historia real al interesarle sobrevivir a ese ser que replicó a Lena y Kane? Quizás aquello que establezca la historia que nos están contando VanderMeer y Garland es que todos los seres han de enfrentarse, ciertamente, a su propósito vital y si su función es su simple existencia quedarán a los designios de esa eterna división de células, independientemente de la fuerza (alienígena o no) que lo origine. Y puede que no seamos nada más que eso: células/seres duplicándose hasta desaparecer.
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Si te gusta el género SCI-FI, te recomiendo Downsizing, una película realmente interesante
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