La historia de “The Good Place” pasa por “Michael's Gambit (La jugada de Michael)” (1x13) y la transformación de una comedia ‘promedio’ —interesante, eso sí— en toda una serie de culto dispuesta a dejar un gran legado televisivo. Un simple punto de giro lo puede cambiar todo y la propuesta de Michael Schur cambió las reglas de juego gracias a recurso que lo revolucionaba todo. “The Good Place”, en realidad, era “The Bad Place” pero el universo del creador de “Parks and Recreation” no se quedaba en una simple proposición sino que, no obstante, abría una vías de creatividad apenas divisadas en otras ficciones de esta década. Pensemos en que el núcleo del espectáculo de NBC, distribuido internacionalmente por Netflix, facilita que la reinvención sea posible temporada a temporada. Es cierto que buscar el futuro a la comedia de Schur es complicado teniendo en cuenta que pudiera existir un terrible desgaste en sus inmediatos giros de guion. De este modo, estos nuevos doce episodios han tratado de estabilizar el inestable rumbo inicial tras el descubrimiento por parte de nuestros protagonistas de que, realmente, estaban en una nueva modalidad de infierno diseñado por Michael (Ted Danson) para que se torturaran durante toda la eternidad entre ellos mismos. ¿El infierno son los demás? Con todo al descubierto, los escritores idearon cientos de reinicios para que inútilmente Michael tratara de rehacer esa original condena de cara a sus superiores. Se trataba de una nueva estrategia argumental para conducir al personaje interpretado por Danson a un callejón sin salida que le obligara a aliarse con Eleanor, Chidi, Tahani y Jason y, de este modo, lidiar con una nueva crisis que podría acabar con todos ellos ante la irrupción de Vicky como la nueva antagonista del espectáculo junto al siempre pérfido Shawn. ¿Qué pasó, entonces, en esta segunda temporada de “The Good Place” para que crítica y público consideren a la serie como uno de sus fetiches favoritos?
De “Everything is Great! (Todo va bien)” (2x01) a “Somewhere Else (Otro sitio)” (2x12) la serie ha conseguido avanzar en una ingeniosa evolución de los personajes para adentrarnos en los conflictos filosóficos de hacer el bien y el mal. Tras el giro en el que Michael va a colaborar con el resto de torturados protagonistas, la comedia se somete a una transformación de ese demonio que no era consciente de su propia existencia y “The Good Place” se transforma en una nueva serie dispuesta a mutar. Ese nuevo universo nos lleva a situaciones inesperadas, como esa instaurada tensión sexual entre Eleanor y Chidi o la relación que establecen Tahani y Jason. Incluso Janet también tiene un espacio de diversión entre todo ese juego de chistes y parejas imposibles. En cierto modo, la propuesta nos arrastra a esos debates filosóficos y existencias y ofrece todo tipo de alternativas respecto a esos sistemas de moralidad impuestos y, en realidad, imperfectos. La razón es que la búsqueda de nuestros personajes por llegar al Lado Bueno engendra un claro tono aventuresco donde tenemos tensión y suspense para dar un nuevo vuelvo final. Tanto Michael como Eleanor (en apariencia los dos personajes más egoístas y miserables) va a sacrificarse por el resto de compañeros demostrando que el sistema que distingue a las buenas o malas personas es absolutamente fallido. Seguramente, “The Good Place” desee burlase sobre la serie que pretendía instaurar al principio de su argumento: una mala persona atrapada durante toda la eternidad junto a una admirable y altruista población que había ganado millones de puntos en un método que ahora resulta discutible. Todo el mundo puede cambiar (salvo que sea un psicópata, un dummie totalitario, un caníbal o un político).
La razón del giro argumental que se produce en la segunda temporada de “The Good Place” es que veamos un gran (o minimalista) juicio, que combine un tono similar a un film de Frank Capra con esos toques surrealistas de la serie, y la figura de una jueza omnipresente (Maya Rudolph) nos sitúe ante la prueba definitiva para nuestros protagonista. La idea es que Eleanor, Chidi, Tahani y Jason se enfrenten a sus demonios y, al mismo tiempo, comprobemos que el personaje interpretado por Kristen Bell es aquel que se ha hecho un hueco con el Lado Bueno. Pero su transformación, posiblemente, vaya a la par de la de Michael e incluso de la Janet para someterse a ese juego polarizado del bien y el mal. En cierta medida, esa jueza eterna nos acerca a la posibilidad de que todo se en el fondo un entretenimiento para esos seres eternos que se divierten con los humanos, incluso en otro plano alejado del mundo terrenal. Pensemos en que esas pruebas no podían arreglar la situación de los protagonistas porque en ese mundo todo está determinado por un par de posibilidades: o eres bueno… o eres malo… o acabas en ese lugar medio sin cocaína ni sexo… Ciertamente la condenación eterna es un absurdo por aquello que desvela “Somewhere Else (Otro sitio)” (2x12) que si una persona obtiene una segunda oportunidad puede cambiar y convertirse en una buena persona. Esa ética y filosofía se convierte en una lección dentro de un nuevo recurso de guion: ¿qué pasaría si…? Se han barajado muchas teorías alrededor de “The Good Place” pero ninguna de ellas planeaba sobre la sobre de “Perdidos”. Todos nuestros protagonistas van a ‘regresar’ a esos puntos exactos de sus vidas en los que murieron y los escritores van a ir atando sus destinos mientras crecen como personas. Ningún viaje es sencillo, incluso para esa Eleanor 2.0 que trata de ser mejor persona y se da cuenta lo desagradecido que puede ser el mundo. Es cierto que la moraleja —de momento— de la historia es que todo ser necesita un ‘empujón’ para buscar respuestas en su vida y comprobar que el bien y le mal son conceptos volátiles en nuestras existencias. Aquí también puede aparecer una fábula ácida sobre los problemas de ser honesto y justo en nuestra era materialista y plagada de personas miserables. Que Eleanor perdiera todas sus amistades cuando se transformó en una sincera y buena persona demuestra la hipocresía en la que vivimos y el que el altruismo es tan dañino como el mayor de los males. O, al menos, es completamente irracional. Hacer el bien puede ser ‘relativo’ en esos términos que nos anunciaron al comienzo de “The Good Place” y lo suyo es encontrar un camino propio moral que justifique los actos de cada individuo respetando ese ‘quid pro quo’ filosófico: no hay que obtener una recompensa obligada por hacer el ‘bien’ todos los días. Da lo mismo que tengamos un homenaje a “Cheers” o un juego de historias cruzadas y que nos quedemos con ese ‘Eleanor conoce a Chidi’. La realidad es que el altruismo parece una simple herramienta moral de los individuos para ganarse su hueco en ese ‘Lado Bueno’ y, en realidad, la comedia de NBC desprende un sentimiento contrario: simplemente hay que sentirse bien con uno mismo y buscar la superación personal y racional con el mundo que se encuentra alrededor. ¿Es momento de liberarse y ver esa nueva versión de “Lost”? Allá vamos… aunque lo veamos en la próxima y tercera temporada de “The Good Place”.
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