“¡Game Over, tío!”
Título original: “Game Over, Man!”
Director: Kyle Newacheck
EEUU
2018
Sinopsis (Página Oficial):
Tres amigos con grandes sueños pero algo pasotas se transforman en guerreros imparables cuando su lujoso hotel es tomado por terroristas. No son buenos limpiadores. Ni camareros. Ni personas. Pero cuando llegan los terroristas, se convierten en héroes.
De acuerdo, el cine de acción actual se ha convertido en una autoparodia que ha sacado brillo en sus propuestas más autoconscientes y cómicas. “¡Game Over, tío!” da la impresión de sumarse a esa tónica reutilizando el argumento de “La jungla de cristal” y de todo videojuego ochentero clásico, aunque los resultados no hayan sido los esperados. La idea, asimismo, es añadir todo el condimento ‘trash’ de la comedia norteamericana actual: desde la incorrección política elevada a la enésima potencia sexual o la escatología y el absurdo como barra de medir. El problema para el film de Kyle Newacheck es que no es el equivalente de “Espías” de Paul Feig a la cinta de John McTiernan. Además, Adam DeVine, Anders Holm y Blake Anderson no consiguen el suficiente carisma para evitar el fusilamiento a discreción por parte de público y crítica de una película estúpida y descuidada a varios niveles, amparada en sus chistes falocéntricos. La cuestión, sin embargo, es que estos limpiadores de hotel —siempre confundidos como camareros a lo largo y ancho de la propuesta— se recreen irónicamente en sus roles de donnadies para construir un arsenal de situaciones obscenas y violentas. Precisamente, ese choque puede generar momentos tan ridículos como divertidos al burlarse de los estereotipos de este tipo de cintas pero, no obstante, “¡Game Over, tío!” no tiene demasiada proyección dentro de Netflix para dejar huella y sus pésimas críticas condenan al olvido al largometraje de Kyle Newacheck salvo para los fans del pene de Adam DeVine y secuencias ultraviolentas…
Creo que, al contrario de lo que pueda parecer, “¡Game Over, tío!” es divertida por momentos en su estupidez y tiene algún giro de guion que amplía ese espectro que autoconsciencia de la cinta hacia lo ofensivo. La sensación, además, es utilizar la violencia (muchas veces desmedida e hiperbólica) como material dentro de lo gratuito e incluso de la crueldad desagradable como parte de un tarro de sus controvertidas esencias. Aquí ningún ser humano o animal está a salvo de ser objeto de ese castigo cómico. La cuestión que nos podríamos plantear, sin embargo, podría ser otra. ¿Se está equivocando Netflix en la mayoría de sus proyectos equivalentes a ‘blockbusters’ o, por el contrario, este tipo de propuestas están siendo injustamente infravaloradas y criticadas duramente? En tiempos de inmediatez, el film de Newacheck aporta exactamente aquello que desea ser: una parodia de “La jungla de cristal” que quedará como un prescindible condón usado o pene seccionado lanzado una y otra vez a lo largo y ancho de la pantalla. Esos excesos nos llevan a sintetizar la propuesta en esa otra película que nunca veremos protagonizada por estrellas, como si el ‘anonimato’ de DeVine, Holm y Anderson fuera la clave para disfrutar dentro de ese (video)juego real con villanos y replicantes de infinidad de estereotipos bajo el mando de la vuelta de tuerca con lo políticamente incorrecto y lo ofensivo. El problema de la propuesta es claramente esa intrascendencia y falta de carisma que no tendría nunca un film de Edgar Wright y cuyo carácter transgresor va muy por detrás del espíritu de las producciones de Larry Charles y Sacha Baron Cohen. Yipikayei… ¿hijo de puta?
Historias Bastardas Extraordinarias by Maldito Bastardo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
No hay comentarios:
Publicar un comentario en la entrada (lea antes los Mandamientos de este blog)
Lea antes los Mandamientos de este blog.