●¿Por qué no está muerto?
—Porque no es la caída lo que te mata, Sherlock. Tú, por encima de todas las personas, deberías saber que no, no es la caída, nunca es la caída. ¡Es el aterrizaje!
Según los haters y/o trolls que han atacado virulentamente “Star Wars: El despertar de la Fuerza” tendríamos que catalogar “Sherlock: La novia abominable” como basura al ser un «planificado refrito» según tan «iluminado» criterio y concepto. ¿Desde cuándo «reciclar» dentro de una franquicia o serie es delito? ¿No consiste en ESO precisamente el asunto? La pregunta que deberíamos proyectar, por el contrario, es discernir la línea que separa entre el homenaje o la simple copia impedida de riesgos porque —entre la serie de aventuras y ciencia ficción actualmente ‘explotada’ por Disney y el exitoso show de BBC— los fans y los productores han tejido una impenetrable maraña en la que los guionistas y directores pueden revolucionar poco o nada. Y si lo hicieran, como han hecho los showrunners de “Juego de Tronos”, serían fusilados igualmente a discreción por dar otra forma a unas escrituras que algunos consideran «sagradas». ¿Existe, por lo tanto, algún tipo de solución satisfactoria para todas las partes? Creo que afirmar que es imposible satisfacer a todo el mundo es una obviedad y hay que entender el producto como tal, pensando en una gallina de los huevos de oro que tiene que ser tan exprimida como rentabilizada sin que pierda el interés y sin sacar apenas su pico del corral donde ha sido retenida. Los fans quieren su ración después de un hiato y un aperitivo de su esperada cuarta temporada de “Sherlock”, he ahí la cuestión. Pero, al contrario que la película dirigida por J.J. Abrams, el «especial navideño» dedicado en cuerpo y alma (y mente) a Holmes desea realizar una pirueta mortal (siempre con red) para conciliar ese homenaje entre el material icónico de Arthur Conan Doyle y la adaptación contemporánea que tan bien han articulado Mark Gatiss y Steven Moffat. Y es que tal y como avanzaba el material promocional, “Sherlock: La novia abominable” nos va a transportar al Londres de principios de 1890 para que Holmes y Watson vivan una aventura gótica y, simultáneamente, unan piezas dentro de un ‘mind game’ y rompecabezas que les va a unir con el presente. Analicemos el episodio.
El pasado, las experiencias, todo el propio back-story del personaje y del show han otorgado ya un prólogo e introducción. Pero, ¿qué le hizo a Sherlock Holmes ser Sherlock Holmes? Puede que el mítico personaje tenga todas las respuestas, como si él mismo (y solamente él) fuera responsable de aquello en lo que se ha convertido. Y en ese territorio nos topamos con el palacio mental, con esa posibilidad de reordenar todo lo vivido, leído o experimentado por un gran cerebro capaz de resolver el mayor de los enigmas. Y si no es capaz de solucionarlo te vuela la cabeza y apañados quedamos todos. Sin acritud. Ese discurso les sirve al libreto de Mark Gatiss y Steven Moffat para escarbar entre los fantasmas del pasado, unificando el sentido literal (en ese adaptación de época) con el simbólico y metafórico de la ‘resurrección’ de Jim Moriarty. Las piezas quedan dispuestas y “Sherlock: La novia abominable” podría ser incluso un reboot/ramake de la serie de BBC, tal y como ha articulado “Star Wars: El despertar de la Fuerza”. Pero aquí no hay un relevo generacional ni se necesita como renovación de un modelo de negocio. Benedict Cumberbatch y Martin Freeman tiene mucho camino por delante en nuestras pantallas, en definitiva. O, al menos, es lo que esperamos. Este especial navideño, por lo tanto, formula la posibilidad de dar otra esencia y espectro a la serie y, al mismo tiempo, servir como transición a la venidera cuarta temporada de “Sherlock”. Gatiss y Moffat son conscientes de que la jugada argumental es propicia dentro de un especial, como si los espíritus del pasado alrededor del material de Arthur Conan Doyle pudieran ser liberados y retenidos bajo la batuta y gran dirección de Douglas Mackinnon. Pensemos, por lo tanto, en “Sherlock: La novia abominable” como un punto de intersección que la propia serie necesita para dar sentido al regreso de Moriarty. ¿Cómo lo hizo? ¿Y por qué? Holmes sabe lo que significa volver de la muerte y los trucos para eludirla. Recuerde, aquello que te mata no es la caída sino el aterrizaje. Pero aquel mítico cerebro del mal se voló (literalmente) los sesos y en ese aspecto no hay trampa aunque sí numerosos matices. Holmes decide regresar al pasado en su palacio mental, convertirse en el personaje originario y lanzar una serie de guiños en diferentes niveles. ¿Podemos creer en los fantasmas o debemos hallar la lógica que los genera y que nos hace creer en lo imposible?
El caso (sin resolver) de Emilia Ricoletti propicia ese diálogo entre el especial y la propia serie, con constantes y recurrentes conexiones entre el pasado y ese futuro que no deja de ser el presente. Precisamente creo que la lectura más gratificante de “Sherlock: La novia abominable” es posibilitar una doble visión dentro del espectro del palacio mental de Holmes. Puede que el plano ‘real’ sea el pasado, quedando proyectado el futuro o, por el contrario, la serie contemporánea posibilite un puntal regreso y recreación del mismo. Si algo nos revela el especial navideño es que el profesor Moriarty está muerto aunque seguirá vivo, cual virus, por toda la eternidad en el palacio mental de Holmes… salvo que John Watson le pegue una patada en el culo tanto en el sentido literal como metafórico. Con «dead is the new sexy», el cerebro del mal encuentra todo un catálogo de frases para añadir a su interminable lucha (amén de ese duelo de pistolas a lo John Woo) pero, precisamente, es en su contienda donde aparecen las partes más débiles de “Sherlock: La novia abominable”. Sabemos que los guionistas desean conciliar todo —pasado, presente y futuro— en apenas hora y media con todo tipo de cabriolas. También conocemos de antemano que tienen una red tan visible como tramposa en su pirueta mortal. Por el contrario, considero que el problema real es que unión de todas las piezas más que su sentido. “Sherlock” tiene suficientes comodines y elementos para que esa comunión entre el «palacio mental» de su protagonista y los guiños al pasado de la serie aporten un viaje al espectador que para algunos puede suponer una auténtica pesadilla. ¿Es tramposo el asunto? Sí. ¿Funciona y sirve a sus intereses? También.
Y es que todo se pudiera resumir en el bigote de Molly Hooper o, lo que es lo mismo, el homenaje por el homenaje… aunque quede completamente impostado y falso. Es cierto que es imposible que existan críticas en el suspense que genera la novia gótica, macabra y fantasmal, como si la propia emisión del episodio televisión fuera sólo un acto planificado y de antemano para diseccionar un cadáver post-mortem. El desenlace es obvio: todo forma parte de un juego cerebral de Holmes dentro de su palacio mental para dotar de sentido el regreso de Moriarty antes de que su avión aterrice. Una sobredosis es suficiente comodín para gestar ese ‘viaje’ al pasado y resolver ese caso confuso y fluctuante de la Emilia Ricoletti. Dentro de esa ruptura temporal el episodio desvaría y se pierde, como si fuera consciente de que está armando un puzle al que le sobran piezas y tiene añadidas otras que no encajan de otros. El misterio es simple aunque un tanto tramposo, indicando desde el principio la imposibilidad de unas gemelas pero, por el contrario, el guión utiliza finalmente un elemento similar. Ricoletti, tras llamar la atención de todo el mundo a gritos, fingió su (primera) muerte para poder activar su venganza sobre su actual esposo y el otro amante de su pasado que la despechó y la arruinó a todos los niveles. Evidentemente tenía cómplices y un ejército invisible de mujeres que conformaba una sociedad secreta. Ricoletti, por otro lado, tenía que morir para volver a depositar el verdadero cuerpo del delito en la morgue. Aquí nos dejan caer que puede que Moriarty no sea un mártir, como Ricoletti, sino que se estuviera muriendo y decidiera dar sentido a la ‘idea’ para que otros continuaran con la misma. La moraleja es clara y sencilla: ¿las sufragistas dominarán el mundo y nos librarán de los hombres más depravados y violentos? De momento, siguen en ello… como Moriarty con su ‘regreso’ del más allá. En este punto llegamos a la parte blanda y débil del especial. No esperen ningún avance porque “Sherlock: La novia abominable” es un episodio de transición y (auto)homenaje de la serie para recordar tal vez la evolución del papel de la mujer en una historia en la que siempre fue un ‘objeto’ secundario. Esa agradecida y necesitada reivindicación se une al discurso más satisfactorio del capítulo, cuando observamos que el pasado y el presente confluyen bajo una constante: 221B Baker Street. El icono alrededor de la obra de Conan Doyle siempre estará allí, presente, imperecedero. Da lo mismo la época, importa el lugar, la estancia y sus habitantes. Simplemente por ese plano final “Sherlock: La novia abominable” merece la pena aunque tiene suficiente interés para ser un objeto, que a nivel de conjunto o narración de la historia, no tenga en apariencia ninguno. Recuerden, lo importante es saber caer para evitar la muerte. Y, de eso, Holmes (y este espectáculo) es todo un experto.
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Entonces según tú es lo mismo un capítulo especial de navidad de Sherlock con una nueva entrega que sigue en todos los sentidos la línea principal para crear supuestamente algo nuevo como es el caso de Star Wars VII. Un especial por propia definición suele ser independiente pero a la vez está relacionado en algún aspecto con la línea principal, y sobretodo, un cúmulo de homenajes o/y recopilaciones en un contexto o situación extraordinaria respecto al material principal. Yo no veo la comparación en ningún aspecto entre ambas obras.
ResponderEliminarPor otro lado, o por el mismo, muchas de tus criticas se fundamentan en criticar el episodio especial de Sherlock por tener las características que tiene todo capítulo especial valorándolo como si fuera un capítulo normal.
Por la demás, una interesante visión del capítulo a pesar de que no comparta lo anteriormente explicado.
Un saludo.