sábado, 23 de enero de 2016

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Leviatán: Dios lo ve todo

“Leviatán”
Título original: “Leviafan (Leviathan)”
Director: Andrei Zvyagintsev
Rusia
2014

Sinopsis (Página Oficial):

Kolia vive en una pequeña ciudad próxima al mar de Barents, en el norte de Rusia. Es dueño de un taller de coches que está cerca de la casa donde vive con Lilya, su joven esposa, y Romka, su hijo de un matrimonio anterior. Vadim Sereyich, el alcalde de la ciudad, está empeñado en hacerse con el negocio, la casa y las tierras de Kolia. Primero le ofrece dinero, pero Kolia no concibe la vida sin su taller y sus tierras, y sobre todo sin poder contemplar la belleza natural que le ha rodeado desde que nació. Ante la negativa de Kolia, Vadim Sereyich decide emplear métodos más expeditivos.

Crítica Bastarda:

Cuando el propio director escribe y simplifica la declaración de intenciones de su obra las reseñas se convierten en mero papel mojado:
Cuando un hombre se enfrenta a su propia angustia ante la necesidad y la incertidumbre, cuando las imágenes borrosas del mañana le abruman, cuando teme por los suyos, cuando tiene miedo de la muerte que acecha, ¿qué otra cosa puede hacer, sino renunciar a la libertad y a su propia voluntad, y transferir, de motu propio, estos tesoros a una persona en la que cree confiar a cambio de engañosas garantías de seguridad, protección social, e incluso de una ilusoria comunidad? La mirada que lanza Thomas Hobbes sobre el Estado es la de un filósofo sobre el contrato concluido por el hombre con el diablo: lo ve como a un monstruo engendrado por el hombre para evitar la guerra de ‘todos contra todos’ y por el deseo perfectamente comprensible de conseguir la seguridad a cambio de la libertad, su único bien auténtico. Del mismo modo que todos, al nacer, estamos marcados por el pecado original, todos nacemos en un ‘Estado’ cuyo poder espiritual sobre el hombre no conoce límites. La laboriosa alianza entre el Hombre y el Estado es un tema central en la vida de Rusia desde hace tiempo. Pero si mi película está anclada en tierras rusas, se debe únicamente al hecho de que no siento ningún parentesco, ninguna conexión genética con otra cosa.
Sin embargo, estoy convencido de que sea cual sea la sociedad en la que vive cada uno de nosotros, desde la más desarrollada a la más arcaica, llegará el día en que todos deberemos enfrentarnos a la alternativa de vivir como esclavos o como hombres libres. Y si pensamos ingenuamente que debe existir un tipo de régimen estatal que nos libere de esta elección, no podemos estar más equivocados. En la vida de todo hombre llega un momento decisivo en el que se encuentra frente al sistema, al ‘mundo’, y en el que debe defender su sentido de la justicia, su sentido de Dios en la tierra. Ahora bien, ya que todavía es posible plantear estas preguntas al espectador y encontrar un héroe trágico en estos parajes, un ‘hijo de Dios’, un personaje que siempre ha sufrido, siento que mi patria aún no está perdida para mí ni para todos los que han hecho la película.

Andrey Zvyagintsev entierra todos esos ásperos sentimientos en sus imágenes, los fosiliza junto a sus personajes y los hace transparentes en el aire que respiran. Nosotros estamos enfrente, presenciando la belleza e imperfección del mundo y de aquellos que lo habitan. “Leviatán” pudiera considerarse como un film político o una cinta crítica que equipara la política con una mafia dentro un melodrama plagado de sombras, moral y un gran cadáver alegórico. Y dentro de esa metáfora y cuento la moraleja tal vez sea desesperanzadora: realmente decimos que somos buenos pero acabamos siendo hipócritas, afirmamos que creemos en el amor pera recurrimos al engaño y, finalmente, gritamos al mundo nuestra inocencia cuando el mismo cosmos conspira para que seamos culpables. En “Leviatán” tanto el relato como la imagen tratan de ser determinantes para expandir el hobbesiano discurso pretendido por su autor. Existe cierta aspereza en la ambientación, como si los escenarios fueran los grises de esos huesos del gran leviatán, un reflejo del viejo esplendor pasado; como si nos hablaran también de esa evolución de los países bajo el yugo soviético. Pero la cinta de Andrei Zvyagintsev habla también de la naturaleza que convive con ese hombre atado a sus tradiciones, a ese diálogo hipócrita con Dios como aquel lo que ve todo. Precisamente todo ese cúmulo de maquinaciones y la aparición de un nuevo ‘leviatán’ que devore y destruya toda la lucha del protagonista —para acallar toda voz discordante— nos lleva a ese discurso sobre la ausencia de esperanza en ese arrecife y mundo que puede ser tanto el cielo como el infierno. Y considero que el punto flojo de la cinta, desquitándose de su notable discurso, es que queda suspendida en un limbo, atada a esa mirada a otro cadáver exhumado llamado cine.

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