Título Original: Dr. Seuss’ The Lorax
Director: Chris Renaud
Director: Chris Renaud
EEUU
2012
Sinopsis (Página Oficial):
El
largometraje de animación 3D “Lorax, en busca de la trúfula perdida”, adaptado
a partir del libro infantil del Dr. Seuss, acerca de una criatura del
bosque que simboliza el eterno poder de la esperanza. La película cuenta la
historia de un chico que busca lo único que le permitirá ganarse el afecto de
la chica de sus sueños. Para conseguirlo, debe descubrir la historia del Lorax,
una encantadora aunque malhumorada criatura que lucha por proteger su mundo.
Cuando se estrena una película como “Lorax,
en busca de la trúfula perdida” siempre aparece el eufemismo en escena. Los críticos
hablarán de una ‘película para los más pequeños’ para negar la presencia cerebral
paternal, subrayando su ‘canto ecologista’ por encima de cualquier
satisfactoria escenificación en el entretenimiento de un guión nulo. Que los
creadores de “Gru, mi villano favorito” de Chris
Renaud quieran llevar a las pantallas una obra del Dr.
Seuss puede ser un complemento perfecto. Pero desde esas imágenes
parece el propio Renaud
quiera ejercer de un endulzado y colorista Tim Burton. No
sé hasta qué punto la historia necesitaba difuminarse en simples imágenes
rellenadas por momentos musicales. No sé si han sido las cintas de dibujos de
la Disney o Los
Teletubbies, pero muchas personas tiemblan cada vez que en una
película de animación se ponen a cantar. “Lorax, en busca
de la trúfula perdida” ya arranca bajo esa proposición y debilidad. Sus
problemas vienen derivados de un libreto sin sorpresas y sin capacidad de
sorprender. No sé si el fin justifica los medios y que los más pequeños, esas
‘víctimas’ del eufemismo, capten el mensaje que plantea.
Lo curioso de “Lorax, en busca
de la trúfula perdida” es que ha causado auténtica conmoción entre la
derecha norteamericana. “Los Muppets” de James
Bobin también sufrieron los ataques al ser el villano de
la película un magnate del petróleo. Según ellos, la izquierda, a través de
películas hollywoodienses como la que dirige Chris Renaud,
está manipulando a los más pequeños para que luego formen parte del Occupy
Wall Street. Hasta la propia Rana Gustavo
acompañada de la cerdita Peggy tuvo
que ironizar sobre el tema indicando que se pasaban durante toda su película
gastando un montón de gasolina conduciendo un Rolls Royce. Algo incoherente,
como que “Lorax, en busca de la trúfula perdida” se
critique al corporativismo y a la industria desmedida cuando está financiada
por un gran estudio que entra dentro de los moldes que desaprueba. Del mismo
modo el propio Dr. Seuss
comentaba que su libro no trataba de pregonar y desacreditar la moralidad de la
industria maderera, ya que los libros que escribía se imprimían en papel o
vivía en una casa de madera… El fondo es tratar y reprochar la avaricia que
inunda cualquier tipo de industria por aumentar los beneficios, aunque destruya
completamente un ecosistema. No obstante, la derecha norteamericana ve en estas
películas (de “Arrietty y el mundo de los
diminutos” dijeron que retrataba tanto al movimiento okupa
como al Occupy Wall Street)
como flagrantes amenazas para inculcar a los más pequeños… ¿buenos y positivos
valores?
Pero, ante tanto planteamiento por una película
cuyos chistes están (por estar) repetidos y que no tienen ningún tipo de
ironía, me sorprende que nadie haya comentado otros temas candentes y sumamente
interesantes. Para empezar, al igual que Andy en Toy
Story, el protagonista en “Lorax, en busca
de la trúfula perdida” tiene padre. Pero lo que no entiendo es el nuevo
sistema político en ese mundo de algodonadas trúfulas. Se trata de una ciudad, Thneedville, en
medio de la nada (literal) donde todo está compuesto a través del plástico y el
aire. No existe nada orgánico. Está liderada por Alisios O’Hare como
magnate y villano, que controla su metrópolis por cámaras. No quiere que nadie
salga pero tampoco hace mucho por evitarlo. No sabemos cuándo votan, qué
sistema legislativo tienen y cómo es su régimen socio-político y económico. En
estos tiempos de crisis mundial, podría ser un ejemplo de satisfactoria
neo-autodeterminación. Lo que escapa de mi conocimiento, aparte del paradero de
los osos amorosos y los peces cantantes si no quedaron trúfulas en mil
kilómetros a la redonda, es una frase brutal que no ha levantado ningún tipo de
ampolla. Durante la película se intenta vender aire embotellado y el diminuto villano
(que se define a sí mismo como la cabeza de Frankenstein y el
cuerpo de una araña) afirma que «nadie pagaría por algo que pudiera conseguir
gratis». En plena incandescencia del cierre de Megaupload o
las leyes SOPA, Sinde,
etc. me resulta extraño que nadie haya comentado las dobleces e implicaciones
que establece esa frase. Ni siquiera la derecha norteamericana o los
evangelistas. Al parecer, cada loco con su tema.
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