(2011)
Reino Unido
Director: Andrea Arnold
Título Original: Wuthering Heights
Sinopsis (Página Oficial):
Un
granjero de Yorkshire, durante un viaje a Liverpool, encuentra por las calles a
un chico sin hogar y se lo lleva consigo a su casa para que viva allí como
parte de su familia, en los aislados páramos de Yorkshire, donde el chico forja
una obsesiva relación con la hija del granjero.
Seguir los pasos de la adaptación clásica es la
labor de un cine tan tradicional como caduco en nuestros tiempos, tan plano ya
como el papel donde se imprimió tanta pasión contenida y evaporada en tinta. La
propuesta cinematográfica de Andrea Arnold por
plasmar el clásico inmortal de Emily Brontë parte
de pasos dobles y miradas. Los pasos que guían al protagonista y punto de vista
de la indestructible, pasional y trágica historia de amor. Esos pasos que
siguen a su amor fijándose en la cabellera de su amada y, al mismo tiempo,
hermanastra. Pasos que desencadena el montaje para incrustar la cabellera de un
caballo como conductor pasional (y animal). Pasos tormentosos como si nos
convirtiéramos en sombras de su protagonista. Pasos que son seguidos,
finalmente, por los nuestros desde el detenimiento de las butacas. El paisaje
delimita las emociones y el personaje enmarca la acción del relato. Esa
narración parte de Heathcliff como
espectador de la vida de los demás, convirtiéndose en un fantasma condenado a
perdurar en esos pasajes (y paisajes) borrascosos. De esta manera la directora
llega al germen de la historia original para darle una dimensión mayor e
inaudita.
Andrea Arnold se
confiesa como una declarada enemiga de las adaptaciones literarias por tratarse
de diferentes lenguajes. Obviamente en su “Cumbres borrascosas” le
imprime un carácter puramente visual para remarcar su condición
cinematográfica. Pero también añade ese componente de brutalidad sobre el
personaje principal y los motivos por los cuales comete sus actos, algunos
vengativos, otros aborrecibles. Que Heathcliff sea
de color le añade una nueva dimensión y fondo. Puede, incluso, ser vista como
un alegato en contra de la esclavitud física pero también mental y emocional.
Su alma queda encadenada junto a su amor que yace en esos paisajes y en la que
ambos están condenados. La muerte de animales en primeros planos le otorga,
además, una superficie trágica a los recovecos de ese silencioso protagonista
que se funde con la fiera naturaleza que le rodea.
El fango parece dotar de credibilidad y sentido
metafórico al clan y tragedia. De esas cumbres borrascosas y áridas repletas de
barro a esos paisajes verdes y arbolados con una mansión más luminosa. Heathcliff y Catherine se
convierten en animales salvajes que intentan ser domesticados por una sociedad
que no puede comprender ni tolerar su amor. Esa cadencia de primerísimos planos
y detalles emocionales desencadena en una pura turbulencia extrasensorial. Para
muchos, será excesiva… pero, para otros, todo un acierto que encaja
perfectamente en el cine contemporáneo. En unos cánones donde las adaptaciones
son réplicas simplemente reformuladas para que sean encarnadas por actores y
actrices de moda. Simple niebla vaporosa olvidable, borrosa y pasajera. Andrea
Arnold se ha atrevido a crear la niebla más profunda y
cortante, para traspasarla sabiendo que detrás de ella puede estar el más
peligroso de los acantilados.
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